Hoy se celebra el Día Mundial contra el Cambio Climático y la cantinela lleva un eco ensordecedor. Tal es el bombardeo de noticias catastrofistas que a veces se olvida que, aunque el problema parezca lejano, todo el medio ambiente aragonés se verá afectado por la nueva realidad climática. La huella es de momento notable, pero los daños visibles al ojo del ciudadano son tan solo la punta del iceberg. Los glaciares en retroceso y la desertificación son los hechos más evidentes, pero también la fauna y la flora sufren pequeños cambios en su hábitat que inciden en todos sus ciclos vitales. Nadie puede quedar ya ajeno a la alteración climática.

Glaciares: los gigantes de hielo se desvanecen

Dos décadas. Ese es el tiempo que les queda de vida a los glaciares aragoneses ante el retroceso de los espesores de las masas de hielo en el Pirineo. «Probablemente, dentro de 20 años habrá hielo glacial todavía, pero no se les podrá llamar glaciares porque no tendrán movimiento. Solo serán masas inertes que se irán fundiendo», expone Juan Ignacio López, investigador del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE) y experto en glaciarismo.

Por ello, lo primero que ha de saberse es que la definición de glaciar hace referencia a la masa de hielo que tiene movimiento. Con esto en la mano, hace menos de medio siglo en Aragón se contabilizaban hasta 39 glaciares. En 2011 tan solo quedaban 24, y en 2021 sobreviven 21. «A cada recuento que hacemos tenemos que ir sacando glaciares del inventario», lamenta López.

De hecho, es en los últimos 10 años cuando la situación se ha recrudecido. Los glaciares aragoneses han perdido una media anual de 6,3 metros de espesor. Hoy en día, la mayor parte de esa veintena no superan los 15 o 20 metros de espesor. En superficie total, en los años 80 todavía quedaban 900 hectáreas de hielo en el Pirineo. A fecha de octubre de este año, restan 229 hectáreas. Las cifras alejan la esperanza de una posible recuperación. «La situación de los glaciares es crítica. Creo que en su caso concreto no hay solución. El clima tiene una inercia y, aunque se paralizara de súbito la emisión de gases de efecto invernadero, las temperaturas seguirían subiendo durante los próximos 20 años», concluye López.

Desertificación: el valle del Ebro se equipara a Almería y Sevilla

Los suelos son el sustento de la estabilidad vegetal y animal: de ellos surge el alimento. Pero los suelos también son uno de los mayores reservorios de carbono que existen en la Tierra, dado que ayudan a fijar emisiones de gases hasta tres veces más que la atmósfera o la vegetación. Y en Aragón están perdiendo sus capacidades.

La aridez es una realidad cada vez más incisiva en el valle medio del Ebro y en el Alto Aragón, a causa sobre todo de las altas temperaturas y la baja cantidad de precipitaciones. Estas están distribuidas de forma muy heterogénea a causa de fenómenos extremos como los episodios de gota fría (DANA). ¿Qué significa esto? Se entiende mejor con una comparativa. «Las zonas más secas del valle del Ebro son ya comparables al sur de España, con déficits hídricos [se evapora mucho y se absorbe poco] del suelo similares a los que se registran en Sevilla y Almería», expone David Badía, catedrático en Edafología por la Universidad de Zaragoza.

El cauce del Ebro, seco a su paso por el puente de Santiago de Zaragoza. Ángel de Castro

Las consecuencias son y serán múltiples. «La lluvia verá disminuida su eficiencia y seguirá lloviendo 400 mm, pero concentrada en muy pocos días. Es como una esponja. La echas de golpe en un cubo y absorbe lo que puede», ejemplifica Badía. Por ello, la agricultura y la ganadería registrarán una menor productividad, mientras que habrá una menor disponibilidad de agua dado que el suelo será menos absorbente. 

Sin embargo, donde más lo notarán los aragoneses será en el campo. Los cultivos sufrirán el cambio climático, ya que una mínima alteración en la temperatura puede provocar graves trastornos en la floración y el desarrollo. «En Teruel, por ejemplo, un incremento de la temperatura supondrá que frutales como los melocotoneros que necesitaban un periodo de frío concreto no dispondrán del mismo. En lugares como Mequinenza (a 70 metros por encima del nivel del mar), habrá que cambiarlos de altura», apunta Badía. Por otro lado, los viñedos que se helaban hasta ahora podrán situarse a mayor altitud.

Fauna: pequeños cambios, grandes consecuencias

Una cosa está clara: para conocer los efectos reales del calentamiento global sobre la fauna aragonesa harán falta relaciones de largo recorrido que estarán listas dentro de un par de décadas. Pero otra también lo está: «Con lo que sabemos que ocurre en otras zonas del planeta, no deberíamos esperar a tener resultados para tomar medidas». La respuesta la firma Jesús Martínez Padilla, investigador del ARAID en el grupo Conservación de ecosistemas naturales, que no obstante afirma que «por supuesto que el cambio climático tiene muchísimos efectos sobre la fauna aragonesa, pero otra cosa es que los detectemos», comenta. Habrá que estar al quite.

Un caso es el de la perdiz nival, una especie que vive en zonas de alta montaña. Tiene dos plumajes, uno que viste en invierno, totalmente blanco, y otro para la temporada estival, que pierde ese color. «Al fundirse las nieves antes estas aves se convertirían en individuos muy fáciles de detectar y sensibles a la depredación por parte de cualquier ave rapaz», asevera este biólogo.

Un ejemplar de perdiz nival. Seo / Birdlife

Otro ejemplo es el herrerillo común, un ave insectívora que durante la reproducción tienen un momento de máxima demanda de alimento: «Ese momento suele coincidir con los días de mayor abundancia de insectos en el bosque donde vive, por lo que sus pollos nacerán con una buena condición. Sin embargo, si las temperaturas se incrementan, ese momento de abundancia se adelantará unos días, por lo que no podrán ser alimentados». Y lo mismo les ocurre a los anfibios, como la rana pirenaica, en los que se han disparado determinadas enfermedades al adaptarse mejor los patógenos a climas más cálidos.

Sin embargo, habrá un efecto todavía mayor sobre la biodiversidad. «Los microorganismos también se verán muy afectados. Son los encargados de deshacer y descomponer los residuos como el fiemo o los rastrojos de forma natural», destaca el catedrático.

Fenómenos extremos en el Pirineo y Teruel

El cambio climático no es solo temperatura, sino que engloba también los fenómenos extremos. La biodiversidad no puede adaptarse de forma instantánea a las nuevas condiciones del frío y el calor, mientras que la insolación, los vientos y sobre todo las precipitaciones intensas afectan a los ecosistemas.

En Aragón, será sobre todo en el terreno hidrológico sobre el que se verterán las consecuencias. «Es probable que como consecuencia del cambio climático asistamos a un periodo más o menos largo en el que los eventos extremos serán más frecuentes. Habrá precipitaciones más intensas, lo que causará riadas e inundaciones», advierte José María García Ruiz, profesor de investigación ad Honorem en el Instituto Pirenaico de Ecología (CSIC) y experto en hidrología ambiental y cambios del paisaje.

No obstante, las tendencias de los últimos años en materia de inundaciones son contrarias a lo que dice la teoría. «En las últimas décadas, las crecidas de menor envergadura son menos frecuentes. Esto se debe al abandono de tierras de cultivo, que causan un aumento de bosques y de matorral. En consecuencia, una parte importante de la precipitación es consumida por la masa forestal y queda retenida en las hojas de los árboles o por los matorrales», apunta el experto.

Los efectos de una avenida del río Aragón cerca de Canfranc hizo retroceder varios metros la orilla. José María García Ruiz

Sin embargo, coinciden los investigadores consultados en que esta tendencia a la baja no se mantendrá durante mucho tiempo. Donde más se notan a día de hoy las consecuencias del calentamiento es en los Pirineos y en Teruel, donde sí se puede correlacionar causa y efecto. «El calentamiento global hace que la nieve funda más rápido. Al haber una menor acumulación nival, que absorbe gran cantidad de precipitaciones, el suelo recibe directamente las lluvias de final de primavera, lo que hace que se genere más escorrentía y llegue con más fuerza a los ríos. Hay también más crecidas invernales por la ocurrencia de periodos benignos entre enero y marzo que aceleran la fusión de la nieve», asevera García Ruiz.

Los estudiosos concuerdan en que el cambio climático no entiende de límites geográficos. Si Aragón se convirtiera hoy en una comunidad con cero emisiones, poco cambiaría la realidad mundial. No obstante, actividades como la logística, la ganadería extensiva y el sector industrial y minero, muy presentes durante la historia de la autonomía, sí son causantes de un problema global que deberá solucionarse con una altura de miras ejemplar.