Todos los ingredientes para que la tensión se disparase en el XV Congreso del PAR se habían cocinado a fuego lento durante las últimas semanas. Las acusaciones de pucherazo, las cartas filtradas en el seno de la organización y las que se hicieron públicas y la incertidumbre ante victoria que, arrogada por unos y por otros, nadie contemplaba con absoluta certeza.

Por la mañana, el ambiente incierto rondaba el aire de la Feria de Zaragoza. Con cierto optimismo, los subalternos del sector crítico encabezado por Elena Allué oteaban la posibilidad de un pacto que no fructificó. Por parte del sector oficialista, liderado por Aliaga, parecían convencidos de que dicho acuerdo no tenía recorrido alguno. Los dos lugartenientes no se recibieron y cada uno fue a lo suyo evitando el careo. La experiencia jugó en favor del vicepresidente del Gobierno de Aragón, que se dejó querer por los compromisarios que se le acercaban. También la todavía directora general de Turismo paseó por los pasillos, aunque mostraba algo de nerviosismo con una constante atención a su teléfono móvil. Las conversaciones entre los candidatos fueron mínimas, por no decir inexistentes, como había sido la tónica habitual desde que se presentó la candidatura de Allué.

«Por supuesto que hay tensión, ¿cómo no iba a haberla?», apuntaban voces de los renovadores. «Un poquito de tensión sí que hay», resolvían los que acabaron siendo ganadores de la noche. La clave estaba, más allá de la negociación del poco probable pacto, en la desconfianza en que los avales recogidos por Allué y Aliaga pudieran transformarse en votos para el bando contrario. Las cuentas salían para las dos candidaturas, pero alguien se equivocaba. La duda estaba sembrada.

Los últimos retazos de las ponencias que presentaron ambos se ultimaron en sendas salas de reunión. No suele ser lo habitual, pero en esta ocasión se habilitó un espacio para cada candidatura. Eran más cautos para dar veredictos desde el equipo de Aliaga, que dejaban en manos de la «democracia» el resultado final. Por el otro lado, los renovadores ya manifestaban al punto de la mañana sus dudas por la delegación de voto por enfermedad. Cifraban en unas decenas los ausentes, aunque terminaron faltando hasta 85 compromisarios a ejercer su derecho a voto.

A estas ausencias se sumaron las de figuras históricas del partido. Fue la primera vez en un Congreso del PAR en el que no estuvieron presentes los expresidentes de la formación. No habían sido invitados. Entre la escalada de tensión hubo una cantidad ingente de llamadas, conversaciones y susurros. Nadie fue ayer ajenos a ellos.