Irse de Erasmus, aunque es una experiencia completamente enriquecedora, puede resultar duro a nivel personal y familiar. Este es el sentimiento que experimentó Jorge Terreu, estudiante de ingeniería informática, durante su año en Francia. La imposibilidad de visitar de forma presencial a su abuela Maximiliana le llevó a crear «un apaño» que les permitiera comunicarse por videollamada sin necesidad de que la anciana tuviera que tocar nada. Durante ese año estudiando en el extranjero y gracias al amor que el nieto profesaba por su abuela fue como nació el primer terminal de Maximiliana.

En la actualidad y varios años después de su Erasmus, Jorge es el fundador y director de la empresa Maximiliana que ofrece a sus clientes, personas mayores y gente con discapacidades que le impiden interactuar con nuevas tecnologías, dispositivos inteligentes con los que pueden tener tanto llamadas ordinarias como videollamadas sin necesidad de hacer nada ya que es el propio teléfono el que contesta de forma autónoma. Además, el usuario puede solicitar ayuda ya que, simplemente agitando el teléfono, este llama automáticamente a un número de emergencia previamente configurado.

Por otro lado, desde la página web, el responsable de la persona que utiliza el terminal, ya sea su hijo, su nieto o su cuidador, tiene acceso al nivel de batería del dispositivo, a la ubicación, puede hacer llamadas o videollamadas y mandar mensajes que aparecerán en la pantalla del dispositivo y que se leerán en voz alta. De esta forma, el familiar tiene el control total del terminal Maximiliana de forma remota.

La empresa, que recientemente ha cumplido su primer año de andadura, cuenta con un equipo formado por cuatro componentes fijos (tres ingenieros informáticos y una encargada de logística y comercio) y tres becarios. En estos meses han alcanzado la cifra de doscientos clientes que usan un Maximiliana en sus casas.

Poco tiempo después de la vuelta de su Erasmus y cuando la empresa era casi una ilusión, fue cuando arrancó la pandemia del covid. Terreu y su equipo donaron cinco terminales al hospital clínico Lozano Blesa de Zaragoza. «Era muy al principio, no sabíamos muy bien qué era o cómo se contagiaba, los pacientes que lo recibieron fueron cinco personas mayores que, aunque tenían la enfermedad, no estaban sufriendo cuadros muy graves sino que su principal problema estaba en estar aislados y no tener contacto con sus familias» cuenta el fundador. «El resultado fue muy bueno porque, de forma autónoma y sencilla, podían sentirse más cerca de sus familias», añade.

Terreu cuenta cómo lleva a cabo el proceso de adaptación de los terminales. «Nosotros somos los que hacemos todo el software, de forma que cuando desarrollamos una mejora, corregimos cualquier aspecto o hacemos una actualización somos capaces de introducirla simultáneamente en todos los terminales que nuestros clientes».

En la actualidad, Maximiliana, la abuela de Jorge, tiene 90 años y después de ser la primera usuaria, continua utilizando el dispositivo para hablar con sus hijos, sus nietos e incluso sus bisnietos. De la misma forma, los abuelos del resto de integrantes del equipo también tienen su Maximiliana, «cuando queremos poner una actualización lo probamos antes con ellos, si funciona bien, si se escucha, si les es útil, si les gusta... experimentamos con ellos que son nuestro grupo piloto», cuenta Terreu.

Ahora, el equipo busca llegar más allá con la presentación dentro de pocas semanas del proyecto #Atiempo, gracias al cual la empresa monitoriza todos los minutos que sus usuarios pasan hablando con sus mayores y lo convierte en donación de tiempo de sus propios recursos para investigación contra el cáncer. Una iniciativa que fomenta aún más el uso del teléfono para aquellos que crecieron sin uno.