El pequeño pueblo turolense de Oliete no quiere morir y sus tradicionales olivos pueden tener la llave para lograrlo. En 2014, cinco personas, dos de ellos vecinos, se lanzaron a un reto mayúsculo: recuperar 100.000 ejemplares centenarios de estos pequeños árboles que se encontraban abandonados para revitalizar el entorno y darle una segunda oportunidad a la población. Así nació el proyecto apadrinaunolivo.org.

El balance de estos siete años es positivo. «Hasta ahora hemos recuperado el 15% del total gracias al apoyo de más de 7.000 personas de más de 15 países», destaca Alberto Alfonso, uno de los fundadores. El trato es el siguiente: cada padrino o madrina aporta una cuota de 50 euros al año, desgravable al ser desde 2017 una entidad de utilidad pública y, a cambio, consigue ponerle nombre a uno de estos olivos, dos litros de la producción de aceite y el derecho para visitarlo y testar su proceso de recuperación las veces que quiera. El proyecto ha adquirido tal dimensión que, cada año, reciben 3.000 visitas, según remarca Alfonso a este periódico.

El impulso conseguido ha servido para que ensanchen sus costuras y generen 10 puestos de trabajo fijos, que se amplían a 25 durante la campaña de recogida de la oliva. Sin embargo, Alfonso pone el foco en el valor social del proyecto. No solo importa la propia conservación del patrimonio natural, sino que por el camino se han incorporado otros objetivos como poner en valor los recursos de las áreas abandonadas, dar una oportunidad a las mujeres que quieren quedarse en el medio rural o integrar a menores con discapacidad intelectual.

Pero quieren más. Por ello han lanzado una campaña para estas Navidades con la que doblan la apuesta. «Por cada 600 olivos apadrinados lanzaremos una oferta de trabajo para traer a un agricultor o agricultora y su familia». Un objetivo que vence el 6 de enero pero con el que ya están en camino. «Ya llevamos 200», anuncia Alfonso.

«Queremos convertirnos con el proyecto en despertadores rurales, que sirva de modelo para otras iniciativas», postula. Al hilo de ello, destaca que este año han puesto en marcha un plan para asesorar y mentorizar a otras personas que tengan una idea para revitalizar el mundo rural y ayudar a llevarlo a cabo. Una labor en la que cuentan con colaboradores como la Fundación Telefónica o la empresa Ariño Duglass.

Y es que es un camino que ya conocen. Durante estos siete años, han colaborado con otros pueblos del entorno para poner en marcha acciones que han derivado en proyectos con entidad propia. «Buscamos recuperar la ilusión y la esperanza en el mundo rural y luchar para que no se pierda ningún servicio. Para eso estamos luchando», concluye.