¿Vive Aragón una nueva normalidad?

Tres especialistas analizan cómo llega su sector al final de esta séptima ola

Una empleada limpia las sillas en una terraza de la Avenida Salvador Allende, este domingo.

Una empleada limpia las sillas en una terraza de la Avenida Salvador Allende, este domingo. / JAIME GALINDO

Eva García

Eva García

Ante la llegada de la denominada nueva normalidad, EL PERIÓDICO habla con tres especialistas que cuentan cómo llega su sector al final de la séptima ola y analizan si de verdad vivimos en esa denominada nueva normalidad.

JUAN JOSÉ BADIOLA / VETERINARIO E INVESTIGADOR

«Es un error dar por cerrada la pandemia antes de tiempo»

El epidemiólogo Juan José Badiola es «moderadamente optimista» y cree que las «expectativas son buena». Sin embargo, cree que es un error «dar por cerrada la pandemia antes de tiempo». Para él, «si el próximo otoño o invierno el virus está controlado, podrá darse ya por acabada», afirma. Y es que el patógeno «decrece por su misma dinámica», ha habido muchos infectados en esta séptima ola y la población «ha desarrollado defensas contra el virus» porque la «memoria de las células dura mucho».

Juan José Badiola.

Juan José Badiola.

Sin embargo, habrá que tener en primera línea a los considerados grupos de riesgo, los mayores de 70 o 75 años, con patologías previas, diabetes, hipertensos, obesos, embarazadas, personal de riesgo y «tener claro que esos tienen prioridad absoluta», señala.

Echando la vista atrás, ahora que se cumplen dos años de pandemia, asegura que «hemos sufrido un periodo inesperado» que comenzó con un encierro, que fue «insólito». El investigador considera que entre la población ha habido «mucha prudencia» puesto que ha habido muchos muertos, que provocaron un «cambio en nuestros comportamientos»; y añade: «El primer brote con tantos muertos en las residencias no lo olvidaremos nunca».

Además, señala que ha habido «muertes evitables» si no «se hubieran contagiado» y de ahí también cierto «sentimiento de culpa en parte de la población».

Destaca también el papel de los sanitarios como «verdaderos defensores de la ciudadanía»; de la ciencia, que ha conseguido «un grupo de vacunas muy protectoras, aunque no perfectas, pero han evitado muchas muertes» y de la población, que se ha vacunado mayoritariamente; y que se ha interesado por palabras que nunca habían sido generalizadas, como inmunización.

Badiola es optimista, aunque no quiere minusvalorar que ahora comienza la «movilidad aérea». Y señala que, a partir de ahora, lo importante serán las «vacunas antivariantes», que además las habrá «mejores y evitarán contagios»; detectar «pronto el virus» y también confía en los «tratamientos» que hasta ahora no se han utilizado pero que «parece que funcionan muy bien». 

SANTIAGO BOIRA / PDTE DEL COLEGIO DE PSICOLOGÍA

«Llamamos normalidad a algo que no tenía nombre»

En términos epidemiológicos el covid puede estar en «fases avanzadas, pero no en términos psicológicos», reconoce Santiago Boira, presidente del Colegio Profesional de Psicología de Aragón; porque los profesionales están tratando problemas en sus consultas que «indican que quedan circunstancias a las que habrá que hacer frente». Y todo ello consecuencia del encierro y su «aislamiento», aumento de la conflictividad familiar, situaciones de violencia de género... Y después vino el «posencierro», con cuestiones que «tendrán su propia evolución» y que tienen que ver con síntomas difusos tanto en la salud física como psicológica».

Santiago Boira.

Santiago Boira. / Laura Bersabé

Será en el futuro, o ahora, cuando empiecen a aflorar problemas en personas que «han perdido su trabajo y su vida se ha visto desestructurada», en aquellos que han perdido a alguno de sus seres queridos; sin olvidar a los grupos de población que se han visto más afectados por la pandemia y pospandemia; los niños, puesto que los que tenían 2 o 3 años, han tenido que «reaprender nuevas maneras de relacionarse ya que solo había distancia, no contacto físico». Los adolescentes tienen que «resituarse en la nueva normalidad», mal llamada así puesto que «llamamos normalidad a algo que no tenía nombre y que era la vida cotidiana»; y lo mismo sucede con los mayores.

Por eso, habrá que analizar y valorar la situación dentro de un tiempo porque «cada vez se irá investigando más y se verán los efectos», de cómo la pandemia hizo «emerger diversos malestares y qué efectos ha tenido en la salud mental», ya que las consultas han ido en aumento. Y también se verá «la evolución en los términos de duelo y en los procesos vitales», puesto que «las personas mayores han sufrido muchísimo, y también sus familias».

A cada persona le ha afectado el virus de diferente manera, según «sus situaciones vitales, su resiliencia o su estado previo a la pandemia». Lo que sí tiene claro, es que en términos psicológicos, en covid todavía no ha escrito su última página en la mente de los aragoneses. 

MARÍA EMILIA BERGASA LÁZARO / PRESIDENTA DE LA ASOCIACIÓN DE RESIDENCIAS LARES

«El covid nos ha quitado la libertad en las residencias»

A Lares (asociación de residencias y centros de día que cumple ahora 25 años), la pandemia ha venido a refrendar el trabajo que venían haciendo en los últimos años. Su cambio de metodología comenzó en 2016, priorizando la atención centrada en la persona, en lugar de la promoción de la persona, explica María Emilia Bergasa Lázaro, presidenta de Lares, que agrupa a 45 residencias en Aragón y 12 centros de día (3.150 residentes y 1.430 trabajadores solo en la comunidad), muchos más en toda España.

María Emilia Bergasa.

María Emilia Bergasa.

Su filosofía es la del espíritu del humanismo cristiano y explica que las residencias siempre han tenido «las puertas abiertas» porque son «hogares» en los que «se entra y se sale». Además, señala que «no atendemos la enfermedad» porque para eso están los «centros de salud» pero «sí en las secuelas».

La pandemia, sobre todo, «nos ha cambiado la libertad y el poder entrar y salir y utilizar lugares comunes y actividades comunes», además de la mascarilla, reconoce Bergasa. Pero también han tenido que eliminar «proyectos intergeneracionales, se han limitado los voluntarios», así como las obras, las entradas de proveedores, entre otras. Fue un gran cambio porque «éramos una gran familia y de repente nos limitaron los comensales a diez», señala. 

Esa filosofía de atención centrada en la persona ya había provocado que se uniera a personas con un perfil similar y un proyecto de vida («todos lo tenemos, incluso los que padecen demencia», puntualiza») creando así «unidades de convivencia», que se seguirán llevando a cabo en las residencias; aunque «en algunos centros provocarán problemas» de espacio. «Somos partidarios de las habitaciones individuales y zonas comunes», reconoce. 

En los centros de mayores todavía tardará en llegar la normalidad porque habrá «secuelas psicológicas» tanto en los residentes como en los trabajadores porque «junto al miedo vivido», se ha «cambiado nuestra forma de vida, al igual que al resto de la sociedad», porque «somos un reflejo de ella».