«¡Ojo! Igual esto al final lo convertimos en una llave de judo». La frase, dicha por un popular dirigente aragonés el martes a la hora de la comida en Zaragoza, sirve para expresar la semana del PP en la montaña rusa, desde la inmovilización inicial hasta el último movimiento, el que completó la rebelión liberadora de Génova. El principio fue un shock nacional, con momentos de caos y zozobra propios de un terremoto.

No hace ni diez días que Ayuso y Casado se lanzaban los trastos a la cabeza mientras Miguel Ángel Rodríguez y García Egea azuzaban a sus jefes para que atizaran aún más fuerte al contrario. El movimiento para hacer caer a la 'pop star' madrileña, antes de que se llevara por delante al presidente del «no lo entiendo, yo no he hecho nada», dejó boqueando a los principales del partido, en una especie de estrangulación que paralizó al más pintado.

Después llegó el seoi-nage, que Jorge Azcón ha venido en llamar efecto rebote. Es una espectacular llave de judo que a cualquiera le gustaría saber hacer. Les sonará de más de una película. Por no meter la pata con detalles técnicos, digamos que concluye lanzando al oponente con una voltereta en el aire y estrellando su espalda contra el suelo. Retumba, es vistosa. contundente, casi siempre decisiva. El que vuela, por si acaso, es Casado.

Más prosaicamente sería darle la vuelta a la tortilla, que es lo que en el PP dicen que acaban de hacer. Ninguno lo reconoce públicamente –en privado la mayoría–, pero la tragedia, el titánico hundimiento que se apreció, les ha permitido sacudirse a un líder en el que nadie creía, por mucho que tantos le renovaran su fidelidad hace diez días. Ahora cada cual lo explica como puede, pero cierto es que al hoy presidente interino le duró la lealtad de los suyos apenas unas horas.

No culminarán la operación hasta que por la puerta entre Feijóo, el nuevo mesías de los populares, a quien ahora se agarran como si fuese capaz de abrir de par en par el cielo a sus gaviotas. Parecería más –sin entrar en gustos–, que la redentora del mundo popular fuese Ayuso, a quien ni el revolcón de desprestigio parece haberle movido uno solo de los tirabuzones que luce en sus poses. ¿Qué más dan unos cientos de miles de euros aquí o allá si cuando llegue la verdad el asunto estará más enterrado que Casado?

Se pregunta uno, no obstante, por qué lucían tan ufanos los 'peperos' hasta hace cuatro días si tenían tan claro que la solución no pasaba por Casado. Si aquello era fingimiento o lo de ahora es pura hipérbole. Un poco de cada, pensarán. Servidor también.

Se pregunta uno, no obstante, por qué lucían tan ufanos los 'peperos' hasta hace cuatro días si tenían tan claro que la solución no pasaba por Casado. Si aquello era fingimiento o lo de ahora es pura hipérbole. Un poco de cada, pensarán. Servidor también. Primero, en cualquier caso, deben consumar la jugada, o jugarreta, preparada en la planta de la encerrona de Génova, donde precisamente no fueron todo buenas palabras con la pieza más frágil. Esa noche, por cierto, algún torpe presidente quedó señalado por andar filtrando a la prensa el minuto a minuto de la cumbre de barones. Hasta que le reconvinieron a mitad de noche y todo quedó en silencio para los que estábamos fuera.

La sesión empezó abrupta, con agresivas palabras dirigidas a Casado, a quien directamente le pedían que se largara esa misma noche. No era posible, ni siquiera se lo podían permitir legalmente. Entonó la velada, entre otros, Azcón, que viaja con la mano izquierda que otras veces no exhibe en casa. De paso, sube peldaños en el partido. No es que su relación con el agonizante Casado fuese mala. Digamos que con Feijóo, por muy gallego que sea, tiene mejor rollo.

Hasta el congreso extraordinario, que viene en solo cinco semanas y por el que exigió pasar el gallego para no empezar su mando tirando de 'dedocracia', no se constatará el futuro de los populares, que ven tiempo más que suficiente para rehacerse del deshonor reciente. Habrá que verlo. Aseguró Pedro Sánchez el miércoles que las generales se convocarán cuando corresponda, «en base a nuestros méritos y no en base a las debilidades de nuestros adversarios», dijo con una aparente magnanimidad que en Ponzano recibieron con una sonora carcajada.