Desde hace 18 años una vez al mes la iglesia de la Begoña, acoge una eucaristía ortodoxa. Son alrededor de una treintena las personas las que se unen para que, aunque estén lejos de sus países natales, ucranianos, rusos, serbios y moldavos puedan celebrar sus liturgias.

Estas pequeñas comunidades religiosas ortodoxas (son varias las que conviven y realizan sus ritos en distintos puntos de Zaragoza) suponen un punto de encuentro para ciudadanos que, aunque comparten religión, no comparten nacionalidad. Así, en la parroquia se encuentran rusos y ucranianos, que aunque en muchos puntos del mundo se han reconvertido en invasores e invadidos, en la iglesia de la Begoña, situada en el zaragozano barrio del Arrabal, siguen siendo hermanos.

Diversidad 8 Además de ucranianos hay rusos, moldavos y serbios. | SERVICIO ESPECIAL

«Somos muy conscientes de que los ciudadanos rusos no son el gobierno ruso», explica el Marian Olinik, un ciudadano ucraniano que lleva 17 años viviendo en Zaragoza y que ejerce las funciones de diácono para la pequeña comunidad ortodoxa que vive en la capital aragonesa. «No podemos culpar a los civiles, nosotros no buscamos el enfado», añade Olinik.

El diácono asegura que en ningún momento se han vivido momentos de tensión entres las distintas nacionalidades que confluyen en la parroquia. La comprensión y el apoyo a los ucranianos se ha convertido en la tónica dominante durante estos días. «Es un conflicto que tiene que ver con la política y con los militares no con los civiles», asegura Olinik. Además, añade que en 18 años que lleva reuniéndose la comunidad nunca han tenido «ningún tipo de problema o enfrentamiento». «Somos muy conscientes de que la guerra para nosotros no es una solución, nosotros apostamos siempre por el diálogo y esperamos que Rusia y Ucrania dejen de combatir y empiecen a hablar para busca soluciones.

Para colaborar, durante los últimos días la comunidad ha estado recogiendo alimentos y otros productos de primera necesidad que se han entregado en uno de los puntos habilitados en la tienda Kozak de Delicias. «Ahora ya hemos entregado todo y nos han dicho que a partir de ahora no hace falta más porque se encargará la Unión Europea», cuenta.

De la información que le llega desde Ucrania Olinik cuenta que «todo es muy complicado». Aunque su padre está a 100 kilómetros de las zonas que por el momentos están siendo más conflictivas asegura que «escucha las bombas todas las noches». «Mis sobrinos están combatiendo, muchos amigos y conocidos también se han quedado, las mujeres y los niños están refugiadas en Polonia y en Rumania pero ello se han quedado a defender sus ciudades», cuenta Olinik.

En su caso y en el del resto de hombres que conforman la comunidad de Zaragoza también se han planteado el poder volver a su patria natal y defender sus ciudades del ataque ruso. «La mayoría no podríamos hacer demasiado en el frente porque no tenemos el conocimiento militar necesario, además, no me sentiría cómodo contribuyendo a la guerra», relata el diácono ortodoxo. «Si hiciera falta ir para hacer la comida para los soldados u otros trabajos como evacuar a los heridos o ayudar a los soldados, sí que estaría dispuesto», sentencia Olinik.