Las emociones estaban esta viernes a flor de piel entre los vecinos de Andorra y los municipios de su entorno. Fue un día histórico para esta zona por el simbolismo que encierra la demolición de las tres torres de refrigeración de la central térmica, que llevaban más de 40 formando parte del skyline de este territorio minero y eran el faro que alumbraba una próspera economía local, ahora en proceso de transformación hacia un futuro todavía entre interrogantes. El sentimiento de nostalgia por ese pasado minero invadió la conciencia de muchos ellos, entre una mezcla de tristeza y resignación. También hubo cabreo al ver que la prometida transición justa sigue sin ser una realidad a día de hoy.
Nadie quiso perderse el momento. El acontecimiento fue seguido con gran expectación ya fuera a través de la televisión, por internet o desplazándose a la inmediaciones de la zona cero para observar in situ el acontecimiento. Muchos lo vivieron con un nudo en el estómago y a algunos incluso se les escapó alguna lágrima. Y no es para menos. Desaparece un emblema industrial que representaba uno de los últimos vestigios de una forma de vida, en torno al carbón, que ha dejado de existir en los últimos años.
El derribo también modifica el propio paisaje del Bajo Aragón histórico, ya que estas gigantescas estructuras de 107 metros de altura podían verse en el horizonte a una gran distancia de kilómetros.
El despliegue organizativo, mediático y de seguridad también fue extraordinario. En la zona habilitada para observar este hecho histórico había 70 periodistas acreditados de 16 medios de comunicación, además de varios creadores de contenidos digitales. También se desplazaron al lugar un centenar de personas del equipo técnico de Enel, Endesa y empresas auxiliares –muchos de ellos italianos–, que aplaudieron aliviados al comprobar que la compleja operación de la voladura había salido con éxito.
El convenio que no llega
También fue un día para la crítica política y ciudadana. Teruel Existe se dejó ver en la térmica, donde varios de sus miembros desplegaron pancartas para protestar por la destrucción de la central, algo que consideran «injustificable» y «un atentado al patrimonio que coarta oportunidades de futuro». Desde el PP denunciaron que «no ha habido transición justa en las cuencas mineras» turolenses porque tras el fin del carbón no han llegado empresas ni nuevos puestos de trabajo.
Por su parte, el presidente de Aragón, Javier Lambán, quiso lanzar un mensaje de tranquilidad a los andorranos porque su futuro «poco a poco se va despejando». Reconoció, eso sí, el retraso en la firma del convenio de transición justa, que fue anunciado hace tres por la ministra de Transición Justa, Teresa Ribera, pero cuya tramitación –dijo– está siendo «más complicada de lo que se pensaba inicialmente». «Tarde o temprano llegará», afirmó, al tiempo que puso en valor la inversión de 370 millones de euros que la empresa Oxaquim hará esta localidad, lo que supondrá la creación de 380 empleos hasta 2028.