No afectarán a la industria, a menos que se den los escenarios más extremos, las medidas de ahorro energético impulsadas por el Gobierno central para tratar de reducir en un 7% el compromiso gasístico del país. Bien es cierto que el sector es el mayor consumidor de Aragón, con el 51,1% del gasto total en el primer semestre –muy por encima de otras autonomías como Cataluña, Canarias o Andalucía­–, pero la dificultad de reconvertir los procesos industriales impide pensar en un potencial ahorro en el sector secundario sin pasar por el aro del frenazo productivo.

El paquete de medidas de Teresa Ribera, lo que en términos europeístas se conoce como mecanismo de solidaridad, está dirigido en un principio, al sector transportes y al terciario. «El Gobierno no tocará a la industria. Tan solo lo haría en el caso de que se llegaran a aplicar los mecanismos de seguridad para garantizar el consumo de los vulnerables, lo que supondría una situación extrema», explica José María Yusta, experto en el mercado energético y profesor de la Universidad de Zaragoza.

Sería este el peor de los escenarios del invierno, que solo se daría si fuese necesario garantizar la generación de electricidad a través del gas para los consumidores vulnerables, como domicilios, o el pequeño comercio. Es este panorama es «muy improbable» en España, dice Yusta, porque la única forma de ahorrar en la industria consiste en detener los procesos productivos. Parar las cadenas. Reducir la producción. Un auténtico crack para uno de los motores de la economía nacional, más aún de la aragonesa, al que nadie se quiere arriesgar.

La siderurgia trabaja con procesos en los que el gas es ahora insustituible. MARCOS LEON

No obstante, los expertos lo reiteran: el escenario es muy improbable. «En el caso de España, el mix energético está muy bien diversificado. Es muy improbable que tengamos falta de suministro de gas. No veo que haya problemas de suministro, aunque sí de precio», continúa el profesor de la Universidad de Zaragoza.

Hace ya días que la crisis del gas es un dolor de cabeza inevitable para el sector. Se suceden las llamadas, las dudas, la incertidumbre en todas las conversaciones en las que se habla del futuro industrial. Para Carmen González, la responsable de procesos industriales de la Federación de Empresarios del Metal de Zaragoza (FEMZ), la situación se convertiría en crítica con un recorte del suministro: «Sin gas no hay industria. Muchos procesos son en continuo, como las pinturas de acabado, los hornos que trabajan a altas temperaturas y funcionan con gas. Sería un caos».

Por ponerle nombres propios al asunto, empresas como Stellantis, Ebroacero, Itesal o Fundiciones Río Ebro son algunas de las que más por la crisis del gas. Es en estas empresas donde se sitúa el grueso del Producto Interior Bruto aragonés, donde reside el verdadero músculo de un territorio. Además, dicen desde la patronal que un parón productivo supondría un nuevo golpe tras una tortuosa salida de la pandemia, con una crisis de suministros que todavía no deja de colear, una huelga de transportes y el ya mentado sobrecoste de la energía.

González defiende que ya se están investigando otras alternativas al gas, pero que hay combustibles que son imposibles de sustituir. Lo que tampoco habrá, y en eso coinciden todas las fuentes consultadas, es solución a corto plazo. En las cuentas se atisba ya el envite del sobrecoste energético. «La demanda de gas industrial se redujo en junio en un 20% y en julio, un 30%. La causa fueron los precios. La consecuencia: una reducción de la producción y las primeras pérdidas de empleos. Y algo de esto hay en el incremento tan raro del paro en julio», revela Yusta.

Con los datos facilitados por Endesa, se podrían contextualizar así la reducción del consumo energético de las papeleras (-13,6%), el subsector de los yesos, cementos y cales (-13%), o la siderurgia y la fundición (-2,6%). La automoción demandó un 15% más, en principio por el menor efecto de la escasez de chips.