El Periódico de Aragón

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LA OPINIÓN DE LOS SECTORES

Los comercios, ante el Pilar: "Que disfruten como si fueran las últimas fiestas"

EL PERIÓDICO recorre los negocios de Zaragoza, donde ya está todo listo para vivir los días grandes de la ciudad

Dos camareros durante una jornada de trabajo Canterbury, en Zaragoza, esta semana. ANDREEA VORNICU

«Que bailen hasta que el cuerpo aguante. No sabemos lo que va a venir y tenemos que vivir el día a día». Miguel Ángel Salinas, gerente del grupo Canterbury, lo tiene muy claro: las fiestas del Pilar van a ser «incluso superiores» a las prepandemia. «Nos atenemos a lo visto durante el periodo estival, cuando las fiestas patronales han tenido un éxito como no se conocía antes», afirma Salinas.

Sus declaraciones se fundamentan en las referencias que le llegan de sus proveedores: «Nos dicen que, en muchos casos, no solo han tenido problemas para abastecer el hielo. Las empresas de refrescos y energéticos han tenido crecimientos de un 30% y tenían roturas de stock por las fiestas patronales». Sus establecimientos, Canterbury Tavern, GBN Club y Hide Club, se concentran en el entorno de la plaza Salamero, «una zona de paso entre la plaza de toros y el centro de Zaragoza».

«Eso siempre nos ha venido muy bien. La gente se toma su copa después de comer y cuando acaban los toros o cualquier festejo como los roscaderos o los emboladores aprovechan para acercarse aquí, sobre todo, mucha gente de pueblo», añade este empresario sobre «lo mucho» que le favorece estar «cerca del centro de Zaragoza».

Salinas cree que la gente «va a tener muchísimas ganas», pero no solo los propios zaragozanos, sino también la gente de alrededor y los que vengan de Madrid, Barcelona o Valencia. «A ellos les diría que disfruten como si fueran las últimas fiestas, sobre todo, por los dos años seguidos que llevamos de no fiestas. Que lo hagan con mucha precaución, que beban y coman con moderación», exclama.

Cautela para otros

Con pies de plomo anda Juan, encargado en The Black Horse. «Una cosa es lo que digan las instituciones, pero otra muy distinta es el día a día. Hay mucha incertidumbre. La gente ha venido de vacaciones y se han gastado todo. Se suman todos los gastos de septiembre en el colegio y el aumento de los gastos ordinarios», argumenta Juan que, eso sí, no duda de «la ilusión» que tiene la ciudad de Zaragoza.

La tienda Beltrán está especializada en trajes regionales. ANDREEA VORNICU

De todas formas, él prefiere mantener la cautela y estar «a la expectativa» de lo que pueda pasar. «Antes la gente quedaba con sus niños todos los días. Ahora ya se ve por ahí que escogen qué día salir», sostiene Juan. Para él, «no se puede comparar» con 2019 porque el contexto ha cambiado a nivel económico: «la gente tiene menos poder adquisitivo». En este establecimiento de la calle Don Jaime les esperan unos días de «locura total» a nivel comercial aunque «la masificación» no implique «una mayor facturación».

Unos metros más arriba de esta céntrica vía zaragozana, Mayte Cerdán no deja de atender a sus clientes en su tienda de indumentaria tradicional Beltrán y la fila -casi- se escapa hasta la calle. «No he cogido ningún pedido desde el 22 de junio», cuenta Mayte que, en un año normal, los últimos encargos los recogería «un mes y pico» más tarde y este año está teniendo que decir «no» a una media de seis o siete trajes diarios.

El peso de los Pilares en estos negocios ronda el 70% aunque en su caso es algo inferior porque se dedican a vestir a gente profesional como bailadores y cantadores a partir de réplicas de indumentaria tradicional. No obstante, también viste a amateurs y, quizá, su «secreto» sea orientar a todo el mundo «como debe ir y como no debe ir». Después de dos años sin una ofrenda como la de toda la vida, Mayte detalla que «la mayoría» de sus encargos son para niños a los que se les han quedado pequeños sus trajes. «Nos les valen ni las zapatillas ni el cachirulo», precisa.

Además, muchos de sus clientes se han permitido «grandes caprichos» en forma de bobines o pendientes, como si se tratara de «una recompensa» al superar la pandemia. Otros son padres primerizos que se visten por primera vez para pasar con sus niños ante la Virgen, algo que a Mayte le emociona por «la devoción» con la que lo hacen.

Floristería La Rosaleda, en Zaragoza. ANDREEA VORNICU

Para las flores de la ofrenda, cuenta Rafael Poza, de Floristería La Rosaleda, las previsiones son «más o menos» como las de 2019: entre 100 y 200 ramos de claveles. No obstante, Rafael matiza que con los años ha notado que ha ido «a menos».

«Cada vez hay menos mujeres que se llaman Pilar. No solo se venden flores para la Virgen, sino también para las pilares, que es un nombre que va perdiendo fuerza. Yo recuerdo repartir muchas flores a estas pilares cuando era pequeño», argumenta este floristero, para quien «suele haber continuidad» en la demanda de flores de un año para otro aunque todo queda condicionado a qué día cae El Pilar. «Si cae en fin de semana es más fácil que la gente se vaya fuera y baje la demanda de flores. Si cae en miércoles, puede haber más movimiento, sí», puntualiza.

Para el Pilar sale lo mejor

En Aragonesa de Fiestas también nota más movimiento con «una incidencia real» en materia de cabezudos infantiles, artículos de animación para las peñas como confetis o serpentinas y banderas para adornar las sedes como la Federación de Casas Regionales. «Se nota para las fiestas de barrio y para los Pilares, cuando después de correr los cabezudos los niños quieren el suyo. Y me parece genial que se quiera mantener esta tradición en un tiempo donde la diversión está digitalizada».

Los cabezudos infantiles son un reclamo para estas fiestas y en Aragonesa de Fiestas ya lo notan. SERVICIO ESPECIAL

La fabricación de estos cabezudos infantiles es «artesanal» y requiere de bastante tiempo porque «los secados son naturales». El material es cartón-piedra, un material «natural» y «transpirable», al igual que las colas y los pegamentos. «Luego hay que dejarlo secar al natural. Es el secado lo que condiciona el tiempo de fabricación. Por ejemplo, en invierno se puede ir a los 45-50 días», relata Eduardo.

Añade que el color corre a cargo de pintura acrílica a pincel y aerógrafos. «Los niños ya los han visto, los han corrido y los han disfrutado en los pueblos». Ahora les toca hacer lo mismo en Zaragoza», finaliza. 

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