El Periódico de Aragón

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FUERZAS ARMADAS ESPAÑOLAS

Aragón podría aportar unos 1.500 reservistas en caso de calamidad

El reclutamiento forzoso en Rusia trae a la actualidad esta figura militar

Los reservistas voluntarios Óscar Arroyo, Antonio Güemes y Ramón María Barco, el lunes 26 de septiembre, en la Delegación de Defensa en Aragón. ÁNGEL DE CASTRO

La guerra de Ucrania, con la movilización forzosa impuesta por el presidente ruso Vladimir Putin, ha vuelto a poner de relieve una figura existente en casi todos los ejércitos: la del reservista. En caso de conflicto, calamidades o situaciones extremas, España (al igual que la mayoría de países) podría recurrir a sus reservistas.

Aragón, en caso de que una calamidad lo requiriera, podría recurrir a esta figura militar, ya que cuenta con unos 1.500 efectivos susceptibles de movilización. Esta cifra incluye los más de mil militares en la reserva existentes en la actualidad, más un centenar de reservistas voluntarios y otros 300 catalogados como de especial disponibilidad. A ellos, teóricamente y siguiendo los cauces marcados por las leyes, podrían sumarse los miles de jóvenes de ambos sexos que tienen entre 19 y 25 años y a quienes asiste el derecho a la objeción de conciencia.

En el conjunto de España, en primer lugar estarían los militares de carrera en la situación administrativa de reserva, tanto ocupando destino como sin él, que suponen en torno a 15.000 personas. Y, a continuación, se emplearían los reservistas voluntarios (unos 3.000 militares), a los que seguirían los reservistas de especial disponibilidad (otros 3.000) y, posteriormente, los reservistas de carácter obligatorio: ciudadanos españoles entre 19 y 25 años (asimismo con derecho a la objeción de conciencia), que suman entre dos y tres millones de jóvenes. Esa sería la escala normal de prioridades en la llamada a filas, informan en la Delegación de Defensa de Zaragoza. 

Operaciones en coalición

Su incorporación a las Fuerzas Armadas depende de la normativa y de los diferentes tipos de estado declarados por las autoridades (alarma, excepción y sitio). Por otro lado, España está integrada en estructuras internacionales, políticas y militares, entre las que destacan sobre todo tres: la Unión Europea, la OTAN, y las Naciones Unidas. Esto supone que es casi imposible imaginar un escenario en el que España se viera obligada a actuar de manera aislada e independiente.

Desde hace muchos años, las relaciones e interdependencia entre países, y dentro de las propias Fuerzas Armadas por doctrina y capacidades, hacen que las operaciones en el exterior solo se lleven a cabo en el marco de una coalición de países, bajo el paraguas y mandato de alguna de las tres organizaciones internacionales mencionadas. También es destacable la cada vez mayor implicación y participación en estas misiones internacionales del resto de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, en especial la Guardia Civil y la Policía Nacional.

Barco, Güemes y Arroyo, en el acuartelamiento de la vía de San Fernando. ÁNGEL DE CASTRO

Según la legislación, en concreto el real decreto por el que se aprueba el Reglamento de Reservistas de las Fuerzas Armadas, pertenecen a esta categoría los españoles que, en aplicación del derecho y deber constitucionales de defender España, pueden ser llamados a filas para participar en las misiones definidas en la Ley de la Defensa Nacional.

Este texto establece que en situaciones de crisis corresponde al Consejo de Ministros, a propuesta del ministro de Defensa, adoptar las medidas necesarias para la incorporación a las Fuerzas Armadas, en primer término de reservistas voluntarios y reservistas de especial disponibilidad y posteriormente, solo si es preciso, se solicitará al Congreso de los Diputados autorización para la declaración general de reservistas obligatorios, a los que se reconocerá en todo momento su derecho a la objeción de conciencia.

Además, el ministro de Defensa podrá autorizar la incorporación de reservistas, con carácter voluntario, para misiones en el extranjero o cuando las Fuerzas Armadas colaboren con las instituciones del Estado y las administraciones públicas. En este supuesto se trata de preservar la seguridad y el bienestar de los ciudadanos o de prestar servicio en las unidades, centros y organismos del Ministerio de Defensa.

Los reservistas voluntarios son los españoles que resulten seleccionados en la correspondiente convocatoria, superen los periodos de formación militar básica y específica y se vinculen de forma temporal y voluntaria a las Fuerzas Armadas por medio de un compromiso de disponibilidad. En función de su estado operativo se hallan en condición de activados (es decir, en servicio) o disponibles.

Reservistas voluntarios

Ramón María Barco. ÁNGEL DE CASTRO

“Guardaba un buen recuerdo de mi servicio militar y cuando tuve la oportunidad de reincorporarme a la vida militar elegí lo que me hubiera gustado en su momento, que era la Armada”

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Ramón María Barco Marcellán es economista y además alférez de navío como reservista voluntario, un puesto que ha obtenido al cabo de los años, tras intentar entrar en la Escuela Naval Militar. Durante el Servicio Militar obligatorio fue alférez de infantería de tropas de alta montaña, en Jaca. “Así fue como adquirí experiencia en el mando efectivo de tropa”, afirma. 

Tras terminar el Servicio Militar se desvinculó del Ejército y volvió a la vida civil como economista tanto en España como en el extranjero. En 2007 entró de nuevo en las Fuerzas Armadas como reservista voluntario. “Yo no tenía ni idea de lo que era, pues me había sumergido completamente en mi carrera profesional, hasta que un amigo en 2006 me comentó que habían salido plazas y me propuso presentar los papeles requeridos”, relata.

Así fue como entró en la Armada, en una plaza relacionada con asuntos económicos, primero en el Cuartel General en Madrid y luego, en 2011, cambió al Arsenal de Cartagena, primero en su especialidad civil y posteriormente en el control de tráfico marítimo, que le puso en contacto con el mundo de la marina mercante. 

“Yo no tenía una formación como marino mercante, pero hablo inglés fluidamente y necesitaba a personas con mi perfil”, afirma. En esta situación se encuentra desde 2019 y se activa como controlador del tráfico marítimo en Cartagena y otros puntos de la costa.

“Guardaba un buen recuerdo de mi servicio militar y cuando tuve la oportunidad de reincorporarme a la vida militar elegí lo que me hubiera gustado en su momento, que era la Armada”, indica.

Acuciante necesidad de personal

“La verdad es que nos han tratado muy bien, con unos destinos que me han gustado más y otros menos, si bien son puestos con mucho movimiento”, agrega.

Ramón María Barco explica que él podría estar activado hasta cuatro meses al año, pero no apura ese periodo porque debe repartir su tiempo con su trabajo en la vida civil. En estos momentos tiene la vista puesta en unas maniobras interejércitos.

Barco considera que la figura del reservista voluntario es esencial. “La realidad es que falta personal tanto en la Armada como en el Ejército de Tierra, en realidad en todas las Fuerzas Armadas”, subraya.

Y en determinadas unidades de la Armada esa necesidad de personal es “acuciante”. De ahí, precisa, que se recurra a personal civil que tiene ya la formación básica, como es el caso de los pilotos y capitanes de marina mercante, a los que se les proporciona la instrucción militar que necesitarán en su cometido. “Esta fórmula es muy buena para las Fuerzas Armadas”, considera Barco. Además de no incrementar la plantilla fija, para lo que existen limitaciones, se consigue incorporar a “personas motivadas”.

Barco valora sobre todo el hecho de haber podido participar en operaciones como Atlanta, que se lleva a cabo contra la piratería en las costas de Somalia, en el Cuerno de África, dentro del marco de la Unión Europea. Ha sido oficial de guardia en Rota, donde se halla el Cuartel General. Allí los puestos de oficial y suboficial de guardia se cubren con reservistas voluntarios, “una excepción dentro de las Fuerzas Armadas”. 

Antonio Güemes. ÁNGEL DE CASTRO

“La vida militar es muy sacrificada, realmente son los que ponen toda la carne en el asador, pues en cuestión de 15 días tienen que hacerse a la idea de que van a ir destinados a Irak, algo que no todo el mundo puede hacer”.

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Antonio Güemes, de 60 años, es reservista voluntario honorífico, con el empleo de alférez, y lleva cinco años sirviendo en las Fuerzas Armadas como reservista. “Estuve embarcado tres meses y medio en el Juan Sebastián Elcano”, explica. Allí ejerció su trabajo habitual, el de cirujano, “pues el Ministerio de Defensa nos quiere para eso, para que hagamos lo que sabemos hacer, si bien es preciso tener una pequeña formación militar”.

Le gusta “el sentido del orden y del deber” que impera en las Fuerzas Armadas y también la posibilidad de “realizar cosas” y de “ser participativo”.

Además explica que ha podido aportar su experiencia, en particular en su faceta de catedrático de cirugía, lo que le ha permitido dar clases de medicina en instalaciones militares. “Los médicos militares conocen muy bien lo que es ejercer en situaciones catastróficas”, señala Antonio Güemes.

A Güemes su interés en el Ejército le viene de lejos. Su padre, relata, fue piloto en tiempos de la República y la aeronáutica siempre ha sido un parte importante de su vida. Hizo el Servicio Militar en la Marina, una experiencia que fue “apasionante”.

Ahora bien, dice que no le gustaría ser militar a tiempo completo. “La vida militar es muy sacrificada, realmente son los que ponen toda la carne en el asador, pues en cuestión de 15 días tienen que hacerse a la idea de que van a ir destinados a Irak, por poner un ejemplo, algo que no todo el mundo puede hacer”.

Sin embargo, en caso de guerra, Antonio Güemes no tendría que empuñar las armas por sus especiales circunstancias al ser cirujano. “Depende, pero yo en mi caso, al ser cirujano, me dedicaría a curar los heridos, no creo que me emplearan para disparar un fusil”. “Si tuviera que hacerlo, por supuesto que lo haría, de hecho me encantan las armas”, añade. 

Óscar Arroyo Ortega. ÁNGEL DE CASTRO

“De algún modo, además de un civil que colabora con las Fuerzas Armadas, también me siento como una especie de embajador del Ejército en la vida civil”

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Óscar Arroyo Ortega, que en la vida civil es bombero forestal helitransportado de la BRIF de Daroca, tiene el empleo de sargento primero como reservista voluntario. “Cuando terminé de estudiar a los 18 años ya me sentía atraído por las Fuerzas Armadas, y en aquel momento, 1993, me apunté a tropa y marinería profesional, donde estuve hasta 1999, destinado en el ARRAM número 12 del Ejército del Aire”, explica.

En aquella época el tope de permanencia en esta fórmula estaba en los 35 años ó 12 años de servicio. Al alcanzar casi la edad de 29 años y no tener rango suficiente para acceder por promoción interna a la escala de suboficiales, decidió dejar el Ejército y buscar trabajo en empresas de transporte y logística, donde permaneció unos 10 años. 

“Pero esa vida era dura y me puse a prepararme para bombero”, comenta. Así fue como vio una convocatoria de reservistas voluntarios a la que se apuntó debido a que su condición de miembro de los equipos antincendios le facilitaba el ingreso. “La especialidad que se me dio dentro del Ejército, a la vista de mi formación como chófer, fue la de conductor mecánico”.

Ahora está destinado en una unidad de caballería, el regimiento acorazado Pavía, donde repara vehículos. Pero en breve pasará al CENAD, el campo de maniobras de San Gregorio, donde figurará en el dispositivo antiincendios, lo que se corresponde a la perfección con su faceta profesional actualmente en la vida civil. 

"En el Ejército he recibido un trato excepcional"

“No me cuesta compaginar ambas actividades, la civil y la militar”, asegura Arroyo. “Las activaciones se producen tras alcanzar un acuerdo entre la empresa y el trabajador, pero no suele haber problemas”, añade. La mayor dificultad se podría presentar en verano, cuando los bomberos registran más actividad.

“Me hubiera gustado ser militar a tiempo completo, pero ahora lo veo como algo ya pasado”, reconoce. Sin embargo, se pasaría sin dudarlo a las Fuerzas Armadas si se acabara su posibilidad de seguir como bombero. 

En el Ejército ha encontrado, dice, “un trato excepcional”. “De algún modo, además de un civil que colabora con las Fuerzas Armadas, también me siento como una especie de embajador del Ejército en la vida civil”, destaca Arroyo, refiriéndose a que, fuera del ámbito militar, hace siempre que puede una labor didáctica sobre la función y la forma de trabajar de las Fuerzas Armadas.

“Hay gente que solo sabe del Ejército lo que ve en la televisión y lo relaciona con la rigidez y la disciplina, cuando resulta que no es solo así, sino que tiene también su lado amable y constituye una forma de trabajar por la sociedad”, afirma.

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