Jorge de la Rosa sabe lo que es volver a empezar. Lo hizo hace cuatro años cuando entró en la Asociación Aragonesa de Jugadores de Azar en Rehabilitación (Azajer). Ahora tiene 37 años y está rehabilitado. «No tengo miedo a volver a caer porque casi pierdo mi vida entera y me ha costado mucho recuperarla», aseegura, para apostillar después: «Lo tengo todo y no me gustaría perderlo».Sabe bien de lo que habla. Comenzó a jugar «de jovencito, en plan social», explica. Reconoce que está asumido el «apostar algo antes de salir por ahí o jugar 20 euros en el casino. Lo veíamos normal», señala.

Pero hace unos cinco años le afectó un problema personal y el juego «fue a más». Jugaba a las tragaperras y también online pero nunca en apuestas deportivas porque «quería el dinero de forma inminente» y en estas había que esperar quizá hasta el día siguiente.

Azajer ha atendido hasta la fecha a 152 personas, veinte más que a lo largo de todo el año pasado

El último año antes de dar el paso para dejarlo «fue muy duro»: «Me gastaba el sueldo en los dos primeros días», por lo que para evitar tener problemas en casa empezó a pedir dinero a sus amigos, «vendía cosas de casa y otras las empeñaba y las recuperaba al mes siguiente para tapar que mi mujer se enterara», asegura. El último año ella «notaba y veía cosas» porque le cambió el carácter, dormía mal. Apareció la culpa porque tenía un niño pequeño y «no quería que le faltara de nada», cuenta. El bebé tenía 6 meses cuando «se destapó todo y ya no pude aguantarlo más». Su mujer le echó de casa y casi pierde todo.

Fue entonces cuando decidió dar el paso; había intentado dejarlo sin ayuda pero no lo logró». Le recomendaron entonces la terapia de Azajer y dio el paso. Su mujer, aún estando separados, «decidió ayudarme». También tuvo el apoyo de sus padres y de sus suegros y poco a poco «fuimos afrontando los problemas».

La rehabilitación «ha sido dura». El primer año lo fue mucho y el segundo también. «No sufrí mono apenas», cuenta, porque desde la asociación le han enseñado a «afrontar problemas que no sabías que tenías». El suyo era que no los enfrentaba, no los afrontaba, pensaba que «no pasaba nada «y me los iba guardando».

Ahora, echando la vista atrás, reconoce que jugar «no merece la pena, porque la mayor parte de las veces lo pierdes. Es dinero tirado a la basura». Jorge ha recuperado su vida «y la felicidad». De hecho, sigue con su mujer y han tenido un segundo hijo. Ya no ha vuelto a jugar y a su alrededor tampoco lo hace.

«Llegué a empeñar y a vender cosas de casa, a intentar taparlo para que mi mujer no lo supiera», dice

Afirma en zaragozano que la ayuda de Azajer. «Es necesario ese apoyo personal y profesional. Porque yo había parado muchas veces y cuando hace falta dinero vuelves otra vez».

En esa idea incide también Míriam Gañán, directora de la asociación. «Nadie deja la acción por sí mismo. Existe arrepentimiento, sí, pero deben tratarlos los profesionales», señala.

Hasta la fecha, en el centro de Azajer han atendido a 152 personas y en todo el año pasado fueron 132. «No hay un motivo, pero quizá la gente está más concienciada y cuando llaman es porque les han dicho de lo iban a dejar y no lo han conseguido», explica.

En cuanto al perfil del ludópata, señala que la «mayoría tiene problemas de base, falta de comunicación con la familia». Gañán es clara: «La ludopatía se mantiene por dinero y por mentiras», así que «no solo hay que dejar de jugar, sino también ver qué pasa detrás».