RESUMEN DEL AÑO 2022 EN ARAGÓN

Los Juegos que hoy nadie quiere

Parece claro que la candidatura liderada por Aragón podría haber conquistado la organización de la cita invernal de 2030. Sin embargo, las maniobras de Cataluña y el COE hicieron inviable el diseño conjunto

Imagen de un saltador de esquí desde trampolín en los últimos Juegos Olímpicos de invierno. | EFE

Imagen de un saltador de esquí desde trampolín en los últimos Juegos Olímpicos de invierno. | EFE / IGNACIO MARTÍN

Ignacio Martín

Ignacio Martín

Parecía que a Aragón le esperaba una pelea durísima con las seis o siete potentes ciudades que durante 2022 expresaron su deseo de presentarse. Finalmente lo hicieron solo cuatro, de las que hoy queda una... o ninguna. El presidente de Aragón, Javier Lambán, ya anunció antes de verano que el intento, si llega, se traslada a 2034; Vancouver, que apareció tarde, apenas aguantó unas semanas antes de anunciar su retirada; Sapporo ha comunicado recientemente que deja el proyecto «en pausa» tras conocerse una serie de escándalos de corrupción en los Juegos de Tokio 2020; y Salt Lake City, que tiene las instalaciones preparadas, prefiere la cita de 2034.

Queda claro pues que el camino para la candidatura española estaba despejado, como bien adelantaron algunos entendidos en proyectos olímpicos como Juan Antonio Samaranch Jr, que en más de una ocasión admitió la voluntad que existía desde el COI de que unos Juegos de Invierno se celebrasen en la cordillera pirenaica.

Menos claro está el interés real que había en que ese proyecto conjunto llegase a buen puerto. Cuando Pedro Sánchez se plantó en Zaragoza a mitad de septiembre de 2021 para garantizar unos Juegos organizados «en pie de igualdad» entre Cataluña y Aragón, pareció haber una intención sincera. Quizá la tuviera en la superficie el presidente del Gobierno central, como también la Casa Real, desde donde dicen que surgió la idea inicial que debía saber desarrollar Alejandro Blanco. El presidente del Comité Olímpico Español fue un personaje clave en el embrollo. De entrada pareció un colaborador necesario. De salida acabó desaparecido tras comprobarse que debajo de la superficie solo había intereses propios y ajenos en unos Juegos catalanes.

Pronto se vio que el asunto iba a ser peliagudo. Los políticos independentistas desprestigiaban Aragón y sus capacidades con natural asiduidad. Siempre se encontraban con la respuesta de Lambán. De tal manera que la tensión fue creciendo a ambos lados. Cataluña no cedía en su empeño de liderar la candidatura y Aragón le volvía a señalar una y otra vez cuáles eran las indicaciones del COE, del COI y del Gobierno: la igualdad.

Se creyó que la reunión de finales de enero entre los presidentes de las comunidades, Pere Aragonès y Javier Lambán, abriría un camino único. Pero la cita prevista en Balaguer nunca se produjo. La anuló el Gobierno de Aragón «por cuestiones formales y de contenido» 15 horas antes de celebrarse. Esas «cuestiones» eran importantes diferencias. «Era una encerrona», explicaron en la DGA, la reunión de Balaguer, localidad que habían elegido por su marcado carácter independentista en la que Aragonès, además, se negaba a comparecer junto a Lambán.

No solo eso. En las últimas conversaciones entre altos miembros de los dos gabinetes, los catalanes afirmaron que se mantendrían firmes en su postura de que Aragón fuese poco más que un convidado de piedra. Es decir, el talante supremacista les hacía repetir que su vecino era incapaz de organizar la cita olímpica. «Lo que ellos pretendían era una humillación», concluyeron desde la DGA.

La candidatura quedó herida de muerte ese 27 de enero. Nunca se llegó a un acuerdo, ni estuvo cerca. Por si fuera poco, desde Cataluña continuaron desacreditando los valores de Aragón. Dos meses después, un nuevo episodio obstaculizó la carrera hacia 2030, cuando el Govern de Cataluña decidió unilateralmente nombrar a Mònica Bosch, presidenta de la Federación Catalana de Deportes de Invierno y exesquiadora, coordinadora del proyecto Pirineus-Barcelona 2030.

Así lo llamaban, aunque la candidatura nunca tuvo denominación oficial. Ni en eso se pusieron de acuerdo. Por no entenderse, las partes no lo hicieron ni en lo que habían hablado en las reuniones técnicas, aquellas en las que a Aragón le querían dejar sin el esquí alpino ni el hockey hielo, las dos modalidades más llamativas de los JJOO.

Desde la DGA se ofrecieron alternativas varias, incluso dividir las mejores pruebas por sexos. Pero las contraofertas no solo no mejoraron sino que fueron a peor con el paso de las semanas. Tampoco se quiso entrar a analizar una propuesta equilibrada por lotes presentada desde Zaragoza, desde donde se anunció además que se permitiría elegir primero al lado catalán.

Mientras en Cataluña se continuaba hablando de un referéndum en el territorio pirenaico implicado que nunca se celebró, el 8 de junio Alejandro Blanco reconocía que las diferencias eran «insalvables». La llama se había apagado. Lambán ya había dicho que el proyecto quedaba pospuesto a 2034. Y ahí sigue, en vía muerta, con movimientos tibios como las aulas de tecnificación de Benasque; la celebración del Campeonato de España de esquí de montaña en Panticosa en 2023; o la presentación de la candidatura para la celebración del campeonato de Europa, de esta modalidad, para 2024. Es el plan que debe reforzar las opciones para una candidatura conjunta a los Juegos de 2034 junto a Navarra y... Cataluña. Aunque más parece importar hoy en día la nieve como proyecto estratégico. Y desde ahí, hacer un dominio esquiable competitivo. Es decir, la unión de estaciones, la unión que nunca pareció posible con los indepes.

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