EL FUTURO DE LA EDUCACIÓN

La baja natalidad pone en jaque el sistema educativo

Los profesores exigen un cambio global del sistema para poner freno al problema

La falta de niños puede hacer que muchas aulas se queden vacías.   | EUROPA PRESS

La falta de niños puede hacer que muchas aulas se queden vacías. | EUROPA PRESS / sergio h. valgañón

Sergio H. Valgañón

Sergio H. Valgañón

La caída, desde hace años, del número de nacimientos en toda España pone en un serio peligro el futuro de la educación en el país. Los colegios dejarán plazas libres, las aulas tendrán que reducir su tamaño y algunos centros bajarán sus persianas para no volver a subirlas. Una situación de crisis que obliga a repensar un sistema, el educativo, que es base y futuro de toda la sociedad.

Aragón, una de las comunidades más afectadas por la despoblación, resiste sin embargo el golpe de este problema siendo una de las líderes nacionales en natalidad: en los últimos dos años ha sido la única región que ha tenido repuntes en esta faceta, con un crecimiento del 7,3% en 2020. Pero no es suficiente, y menos en una comunidad donde la escuela rural, que para Esade, autora del estudio sobre la demografía y la educación, sigue siendo una pata clave en el sistema autonómico.

Desde el Gobierno de Aragón se defienden, asegurando «el compromiso» que el Ejecutivo tiene con la educación y poniendo en valor a la escuela rural. Sin embargo, admiten que las tendencias han cambiado y que incluso en Zaragoza, en pleno centro de la capital aragonesa, algunos centros educativos tienen plazas libres. Un hecho que certificaron las responsables de Educación hace unas semanas, con la presentación de las inscripciones para el curso escolar: la época de los sorteos y la locura por sumar puntos llegó a su fin y «prácticamente todas las familias» consiguen que sus hijos acudan al colegio que eligieron en primer lugar.

La radiografía en Aragón hoy muestra que en el presente curso existen 47 aulas que siguen abiertas con entre tres y seis alumnos. Una decisión adoptada en 2015, ya que anteriormente el mínimo que se le exigía a los colegios era de seis alumnos. Junto a las pizarras, 1.200 profesionales repartidos en los CRA, centros rurales agrupados.

En total, más del 15% de los centros de la comunidad tienen menos de diez alumnos y en las escuelas rurales de Aragón estudia en torno al 18% de los alumnos de la comunidad. A ellas se destina el 31% del presupuesto del departamento: es precisamente este punto, la cantidad de recursos necesarios para sacar adelante una escuela, lo que hace que en un futuro se pueda pensar en su fin, por no ser rentables.

Aunque la rentabilidad en un tema tan delicado como la formación de los niños y adolescentes debería estar en segundo plano, a nadie se le escapa que este criterio es determinante a la hora de reagrupar centros, cerrar otros o mantener escuelas abiertas.

Centrarse solo en los gastos que genera una escuela, desde el mantenimiento, los edificios o los sueldos, es un error habitual. Expertos y profesores giran el objetivo hacia los niños: no es solo facilitar su educación, en su entorno, sino su capacidad de socializar, el gran poder y la gran baza de los colegios en la formación.

Dentro del aula

Cristina Notivoli es profesora y tutora de los alumnos de infantil de la escuela de Sádaba. Hoy atienden a sus lecciones 17 niños, de entre tres y cinco años de edad. Eso es los tres cursos de educación infantil en la misma clase.

«Escasean los profesores y nos faltan muchos recursos», resume Notivoli al ser preguntada por los problemas de la escuela rural. A esta maestra le entristece ver cómo en los pueblos «desaparecen muchos niños y muchos puestos de trabajo, lo que impide que nuevas familias puedan instalarse en la zona».

Para ella, que ejerce su profesión desde hace un par de décadas, lo ideal sería «a largo plazo mantener lo que tenemos ahora, porque en las Cinco Villas tenemos jóvenes que siguen queriendo vivir en sus pueblos y desarrollar su vida aquí». Esa mirada al futuro, con cierta esperanza, contrasta con el repaso al pasado: «En los 20 años que llevo dando clases, el número de niños se ha reducido a la mitad».

Notivoli se ríe cuando recupera ese momento de la pandemia en el que «mucha gente decía que se iba a vivir a los pueblos». Se ríe, con cierta ironía y tristeza, porque siente que ese regreso a las localidades pequeñas no es tan posible como se piensa: «Si faltan los servicios es muy complicado que la gente se quede. Yo tengo la sensación de que se vive mejor aquí que en las ciudades más grandes, pero es cierto que allí hay mucho más y todo más cerca».

Insiste siempre en el poder socializador de la escuela, «porque es importante que los niños no estén siempre con los mismos cinco amigos» y defiende tareas del CRA, en el que organizan eventos para juntar a los más pequeños: «Los unimos a niños de otros pueblos para que se conozcan más, todo para favorecer la socialización».

Juan Antonio Rodríguez dirige la escuela rural de Alpartir. «Sin servicio y sin niños todo se va acabando, por lo que cuando hablamos de la escuela en los pueblos estamos hablando de qué tipo de sociedad queremos tener en el futuro», certifica este profesor, que critica que «sin compromiso político ni unión de la sociedad, estamos ante un sistema que puede desaparecer».

El propio Rodríguez compara los diferentes tipos de escuelas que hoy conforman el sistema español: «La privada hace promociones y sigue captando clientes, igual que la concertada. Es una cosa que en la pública no tenemos que hacer, pero sí debemos preocuparnos por ello y debemos poner en valor todo lo que hacemos».

Para el director del colegio de Alpartir la solución pasa por enfrentar las consecuencias de la despoblación. «Necesitamos un pacto estatal contra este problema, porque no es solo cuestión de educación», asegura Rodríguez, que aspira a que se consiga «un cambio estructural, porque para que tengamos más niños en nuestros pueblos necesitamos que haya trabajo, hogares y servicios en condiciones para todos los adultos que quieren vivir en estas pequeñas localidades».