Alerta médica por la obsesión de los jóvenes por las bebidas energéticas

Facultativos y nutricionistas piden vetar su venta a menores por los problemas de salud que generan

Los adolescentes habituados a estos productos registran un peor rendimiento académico

Jóvenes con latas de bebidas energéticas.

Jóvenes con latas de bebidas energéticas. / JORDI COTRINA

P.M. / S.V. / A.R.

Ahora, en el instituto, muchos chavales se beben de un tirón una bebida energética como si fuera un zumo. También suelen tomar varias latas de golpe antes de un examen o para rendir en el gimnasio. Las energy drink, que consumidas en exceso son perjudiciales para la salud porque suponen un chute de cafeína y azúcar, se han convertido en el nuevo alcohol de los adolescentes.

Una especie de droga, con la diferencia de que se consume a cualquier hora, sin esconderse y, a veces, mezcladas con alcohol, lo que incrementa los efectos nocivos.

Las bebidas estimulantes han cosechado en los últimos años un gran éxito comercial, como el que exhibe la empresa aragonesa Foodibev International, cuya principal marca, Double Seven, triunfa en el mercado exterior, donde coloca casi el 90% de su producción.

Su consumo masivo ha conseguido incluso que estas bebidas estén totalmente normalizadas en el lineal del supermercado. En gran medida gracias a campañas publicitarias como la famosa Red Bull te da alas, que asocian su consumo al incremento de la resistencia física. Pero las autoridades sanitarias alertan de sus riesgos y algunos médicos y especialistas en nutrición reclaman, incluso, que se prohíba su venta a menores, como ocurre en Letonia y Lituania, donde están vetadas a los adolescentes. Reino Unido y Francia, entre otros, estudian poner limitaciones.

En España, el ministro de Consumo, Alberto Garzón, anunció en 2021 su intención de «revisar la situación de las bebidas energéticas ante los potenciales riesgos para la salud que conlleva su consumo». Pero su propósito se ha quedado en 10 recomendaciones emitidas por la Agencia de Seguridad Alimentaria (AESAN), entre las que se incluye que no deben de ser consumidas por niños, adolescentes, embarazadas y mujeres en periodo de lactancia.

Más chicos que chicas

Además, el ministro trató de impedir su publicidad, a través de un real decreto que limitaba los anuncios de alimentos insanos dirigidos a público infantil, pero la norma no salió adelante por el veto del Ministerio de Agricultura. Así que, de momento, la única restricción vigente es que en las botellas se advierta que tienen un alto contenido en cafeína (pero, en cambio, no del de azúcar). «Con eso juegan las marcas, que todas hacen constar los mismos ingredientes pero no sus cantidades concretas», advierte Alba Santaliestra, presidenta del Colegio Profesional de Nutricionistas de Aragón.

Los datos oficiales sobre el consumo de estas bebidas entre los estudiantes de 14 a 18 años indican que las consumen casi la mitad de los jóvenes (el 45%) con frecuencia (en los últimos 30 días); siendo mayor la prevalencia en los chicos (un 50% frente al 39% en mujeres), según la encuesta Estudes de 2021.

Para la presidenta de los nutricionistas aragoneses, este comportamiento de los jóvenes y de los consumidores en general «es consecuencia de un estilo de vida poco saludable». «Son personas que no descansan bien, que no duermen lo suficiente, en buena medida por el abuso en el uso de las pantallas y por eso recurren a estímulos para aguantar durante el día», analiza.

El alto porcentaje contrasta con el consumo en la población en general, que se sitúa en el 12,3%, una cifra aupada por la franja de edad de 15 a 24 años, donde su prevalencia es del 32,2%. Entre las personas entre 55 y 64 años cae a un 2,9% (datos de la encuesta Edades 2020). El sondeo entre los estudiantes revela, además, que los alumnos que consumen con frecuencia bebidas energéticas salen más por las noches, sacan peores notas y se ausentan con más frecuencia del instituto. Un 16% las mezcla con alcohol.

Estos porcentajes contrastan con el dato de que el 26% de los jóvenes españoles de entre 14 y 18 años nunca haya probado el alcohol, y cerca del 30% no lo haya consumido en el último año, según el último informe del Ministerio de Sanidad.

El problema es que la mayoría de los jóvenes desconoce la composición y cuáles son los peligros que entrañan, según concluye un estudio observacional realizado en seis institutos de Valladolid y presentado en el Congreso de Pediatría de 2022.

«Los jóvenes son vulnerables ante esta cuestión, pero no por motivos socioeconómicos, sino por falta de conocimientos nutricionales, algo que también afecta a los adultos, pero al final a los más jóvenes les llegan mensajes muy potentes y se mueven por lo que dicen los amigos, porque mola», analiza Santaliestra.

Sobre los riesgos, la Agencia de Seguridad Alimentaria ha avisado de que la cafeína de una sola lata puede equivaler a tomarse cuatro cafés de golpe, por lo que su ingesta en exceso puede generar problemas cardiovasculares y neurológicos, así como alteraciones de sueño.

Santaliestra también apunta el peligro de la habituación al pico de azúcar que entraña la ingesta de estas bebidas: «Crean un estímulo positivo una sensación de bienestar y tu cuerpo, que lo asimila muy rápido al ser un líquido, te pide más, por eso son tan adictivos»

Ansiedad e irritabilidad

La divulgadora y experta en alimentación Gemma del Caño explica que estas bebidas «generan ansiedad, irritabilidad, un subidón que quita el sueño, pero el bajón de después provoca que se necesite más». «Hay dos efectos terribles: la adicción y la cantidad enorme de cafeína en un cuerpo aún desarrollándose. Di una charla en un instituto y se tomaban tres bebidas grandes antes de la hora de comer. Terrorífico», concluye.

Samuel Héctor Campuzano, pediatra y experto en nutrición, señala que la cafeína y otros estimulantes, como el guaraná, pueden provocar «nerviosismo, agitación, insomnio y alteración del comportamiento». «También contienen una alta cantidad de azúcares, por lo que pueden incrementar el riesgo de sobrepeso. El consumo puntual no suele ser peligroso pero la aparición de efectos negativos depende de la cantidad y la situación de la persona que lo tome». Del Caño es partidaria de que se prohíba la venta de estos productos, al menos a menores de 18 años y mayores de 60. También el conocido nutricionista Julio Basulto, autor de Come mierda, está a favor de la prohibición, así como la oenegé ecologista Justicia alimentaria.

La barbastrense Alba Santaliestra apunta la importancia «del ejemplo en casa» que den los padres, tanto para estas bebidas energéticas como para las azucaradas en general: «Si los hijos ven que se consumen de manera habitual, harán lo mismo». Una estrategia que recomienda acompañar de la presentación de casos reales de jóvenes que se hayan visto afectados por un consumo desmedido de estos productos.