Día Mundial del Ictus

Aragón registra cerca de 3.000 ictus al año y 6.000 personas conviven con sus secuelas

Los profesionales señalan la importancia de abordar las "consecuencias ocultas" de la enfermedad, ya que suponen un gran desgaste físico, mental y emocional y dificultan el retornos a la actividad laboral

Llevar una vida saludable, hacer caso a las alertas y la atención temprana, claves

Profesionales y miembros de Aida, durante la presentación del Día del Ictus.

Profesionales y miembros de Aida, durante la presentación del Día del Ictus. / ANDREEA VORNICU

Eva García

Eva García

El ictus es la primera causa de muerte en Aragón en mujeres y la tercera en hombres, y la segunda causa de demencia en la comunidad. Cada día lo sufren entre 8 y 10 aragoneses, de los que dos terminan falleciendo, tres sufren secuelas graves y el resto se recupera totalmente. Esto supone que la comunidad registre cerca de 3.000 ictus anuales y más de 6.000 son los aragoneses que conviven con las secuelas de la enfermedad. Con motivo del Día Mundial del Ictus, que tiene lugar el 29 de octubre, desde la asociación AIDA (Asociación Ictus de Aragón), han organizado este jueves una conferencia, a las 17.30 horas, en el Patio de la Infanta de Ibercaja, donde participarán profesionales médicos, que abordarán cómo es la vida tras un ictus; y entregarán el galardón Cerebro de Oro, a Luis Callén, por el proyecto Humanización del paciente con ictus por la unidad de Ictus con luz natural, durante su etapa como gerente del sector II, en el hospital Miguel Servet.

Antes, este martes, durante la presentación del acto, médicos y representantes de la asociación han querido concienciar sobre la rapidez en la atención y en la importancia de hacer caso a los síntomas, que “son incapacitantes”, según ha reconocido Carlos Tejero, neurólogo en el hospital Clínico, pero sobre todo, en tener en cuenta “las secuelas ocultas” de los accidentes cerebrovasculares porque “las visibles están cubiertas”, ha explicado. Los pacientes, agrupados en la asociación Aida son los que “muestran la realidad” del día a día y esos problemas que aparecen después del ictus, como la dificultad de la coordinación o del habla. “De muchas de las consecuencias, unos se recuperan pero otras se manifiestan al volver a casa”, ha dicho. No olvidarte de comprar el pan todos los días, hacer un gran esfuerzo para no distraerte, problemas de memoria, falta de claridad, dificultad de atención o problemas retomar la actividad laboral son esas secuelas ocultas de las que habla Tejero.

Junto a este, han estado en la presentación Lorena Larios, responsable del área de Neuropsicología de Aida, Laura Serrano, jefa del servicio de Salud Laboral del Hospital Clínico, Elena Muñoz, presidenta de la Sociedad Aragonesa de Neurología; Diego Rodríguez Mena, director del hospital Clínico y Miguel Lierta, presidente de Aida.

Todas las edades

El ictus puede afectar a personas de todas las edades pero la tendencia está cambiando ya que cada vez acude a rehabilitación un perfil más joven, que en muchos casos no tiene en cuenta esos síntomas previos. De hecho, han asegurado que el 80% podrían evitarse. Las señales de alerta son pérdida de fuerza en un lado del cuerpo, pérdida o alteración del habla, desviación de la boca o pérdida de la visión de un ojo o de ambos. Ante esta situación hay que consultar con un profesional “lo antes posible”, porque en ocasiones los pacientes creen que no es un ictus y dejan pasar esos avisos.

También se puede prevenir, adoptando un estilo de vida saludable, con hábitos como hacer ejercicio, dejar el tabaco, cuidar la dieta o controlar la tensión, unos aspectos que “los jóvenes descuidan” en muchos ocasiones. una vez sufrido no hay tiempo medio de recuperación, ya que creen que “siempre se gana y además, en edades avanzadas, no perder ya es ganar”, ha explicado Miguel Lierta, presidente de Aida; mientras que Lorena Larios ha apuntado que “un ictus no tiene fecha de fin; es un huracán que arrasa con todo y con el que hay que aprender a vivir”. Esta situación se da sobre todo al volver a casa, a la vida diaria; ya que la rehabilitación en el hospital se centra más en la física y en el lenguaje, mientras que la rehabilitación Neuropsicológica se posterga, ha reconocido Tejero.

Lorena Larios ha hecho hincapié en que tras sufrir un accidente cerebrovascular, muchos pacientes “tienen que volver a aprender a leer, a hacer un bocadillo”, por eso, el Día Mundial del Ictus tiene que servir también “para reivindicar, para ampliar la mirada” no solo a las consecuencias físicas y a ser conscientes de que “el ictus es cosa de todos porque a todos nos puede suceder”.

Y es ahí donde también se necesita ayuda, ya que como ha remarcado Lierta, a muchos pacientes les “resulta difícil entrar al baño, dar a un temporizador, o descifrar la cartelería”, ha reconocido el presidente de Aida, una asociación que lleva 23 años intentantdo mejorar la vida de los aragoneses que han padecido un ictus y cuentan con 700 socios actualmente. “El neurólogo te salva la vida, pero luego hay que hacerla más fácil”, ha señalado.

Es difícil incorporarse a la vida laboral, y “volver al trabajo o a llevar una empresa es complicado porque hay que volver a aprender”, pero también en ocasiones expresarse se vuelve difícil y se deja de estar en las conversaciones; y personas que han vuelto a estudiar ven que “ya no lo pueden hacer “, pero también se cambia “a nivel afectivo”. En muchas ocasiones, ha dicho Tejero, “es positivo porque la persona más seca se vuelve amable, pero otras veces cuesta reaccionar, y se vuelve más apática. Convivir con la persona se hace complicado”, ya que en muchas ocasiones “se siente culpable”, ha dicho Tejero.

Por su parte, Laura Serrano ha querido incidir en que como los pacientes son cada día más jóvenes, es necesario que “retomen su vida laboral” y ha asegurado que es necesario que “haya especialistas en las empresas” para favorecer “la reinserción de las personas, que tienen que volver a ser útiles” en sus trabajos. También Elena Muñoz ha señalado que hay que en los hospitales hay que estar “atentos a la detección y a dar con el mejor tratamiento, no solo para curar sino también para ayudar cuando la enfermedad se convierte en crónica”.

La vida tras el ictus: «Es imprescindible la rapidez»

José Piquer Caballero es uno de esos aragoneses que se ha recuperado totalmente tras sufrir un ictus hace dos años, cuando contaba 69. El suyo fue uno de los «más graves, de los que provoca que dos de esos 8 o 10 que dan fallezcan», pero no fue ese su caso, cuenta con orgullo a sus 71 años. Él estaba ya jubilado y casi todo lo que cuenta es «porque me lo han explicado después a mí». 

El accidente cerebrovascular le fulminó, pero en cuanto su hija le vio tirado en el suelo llamó al 112. Ellos «ya habían pasado por esa mentalización del código ictus y la sensibilización y supieron calibrar lo grave que era». Por eso, le mandaron en helicóptero al hospital Miguel Servet y dos horas después de haber padecido el ictus ya estaban haciéndole un tac y una hora después «estaba con el cráneo abierto», asegura. 

El suyo fue un aneurisma, «se me había roto una de las arterias más importantes del cerebro y lo tenía todo completamente inundado de sangre». De ahí que pasara 40 días en coma. Piquer reivindica en todo momento la rapidez, la «concienciación ante la urgencia y la rapidez en la actuación». Aún le tuvieron que hacer otras dos operaciones en el cerebro.

Pasó mucho tiempo en la uci pero «poco a poco fui recuperando la consciencia» y después ya se restableció completamente. «Me mandaron al hospital San Juan de Dios y ahí comencé la rehabilitación y la recuperación», explicó.

Preguntado por cómo fue ésta, señala que «al sufrir semejante golpe, que esa es la traducción literal de la palabra ictus, estacazo que diríamos en Aragón, me quedé sin fuerza, sin musculatura», que tuvo que recuperar poco a poco. De hecho, de forma muy gráfica aseveró que cuando se vio desnudo en el espejo pensé que era San Jerónimo, ese ermitaño que se golpeaba y al que se le marcaban todos las costillas». Gracias a los ejercicios, a los fisioterapeutas, los rehabilitadores, los neurólogos y el resto de profesionales «me he recuperado totalmente», aseguró. De hecho, vuelve a conducir.

No le ha quedado ninguna secuela, aunque reconoció que tiene «algún fallo de memoria», pero su vida es completamente normal, «hago la compra, pago las facturas, llevo la administración de la casa», etc. 

Aunque señaló que no había tenido ningún aviso previo, sí que precisó que tomaba mucho café, era hipertenso, indisciplinado con la medicación, pesaba 20 kilos más... «se juntaban una serie de condiciones a tener ese golpe», concluyó.