A FONDO

A fondo: Felices 75

7 de diciembre de 2023, norte de Israel, 11.40 de la mañana desde mi casa en una ciudad costera al norte de Israel, frontera con Líbano.

Protestas en Tel Aviv reclamando el regreso a casa de los rehenes tomados por Hamas.

Protestas en Tel Aviv reclamando el regreso a casa de los rehenes tomados por Hamas. / Yehuda Abad judío, nacido en Aragón, que vive en Nahariya (ISRAEL)

Yehuda Abad | Judío, nacido en Aragón, que vive en Nahariya (ISRAEL)

Mientras escribo estas líneas, calculo mentalmente el tiempo que me puede costar llegar hasta mi búnker en caso de que otro ataque con misiles sobrevuele nuestro hogar y reflexiono sobre la cantidad de palabras que los ciudadanos de Israel debemos aprender desde pequeños y las situaciones a las que nos debemos familiarizar desde el primer día.

Los ciudadanos de Israel somos capaces de reconocer la distancia en la que un misil explota y si este ha impactado en tierra o si ha sido interceptado en el aire por la cúpula de hierro; si ha sido un misil antitanque lanzado desde el Líbano, una katiusha, o, por el contrario, si procede de otro país y es un misil de largo alcance. Estas y muchas más palabras horribles, con las que pocos lectores de este querido periódico realmente estáis familiarizados, y las que los israelíes debemos conocer por el mero hecho de nacer.

Desde la declaración del estado de Israel, el 14 de mayo de 1948, hasta hoy, hemos tenido que luchar en nueve guerras, y ninguna de ellas fue iniciada ni incitada por Israel. En el periodo de entreguerras hemos convivido con atentados casi semanales, unos frustrados, otros de poco alcance y algunos de mayor impacto. Nuestras acciones siempre han sido motivadas como reacción a un ataque a nuestra libertad, seguridad y democracia.

Y la actual guerra contra la organización terrorista de Hamas ha sido motivada por ellos cuando decidieron entrar el 7 de octubre dentro de nuestro país a masacrar, violar, torturar, mutilar y asesinar a mas de 1.200 ciudadanos israelíes, más de 5.000 heridos y más de 240 rehenes, secuestrados y llevados por la fuerza a territorio palestino.

Todo esto viene a mi mente cuando se van a cumplir 75 años de la Declaración de Derechos Humanos firmada por los países fundadores de la ONU en París el 10 de diciembre de 1948. Israel se declaró Estado el 14 de mayo de 1948 y forma parte de la ONU desde 1949, seis años antes que España. Hoy día, 193 países forman parte de la ONU y por tanto suscriben el contenido de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Dicha declaración es un documento con aspiración universal que promueve la igualdad, la libertad, la convivencia y todas las cualidades bellas que hacen de este mundo un lugar mejor. Es una guía para el desarrollo en paz de todas las naciones. Y, a pesar de todo esto, existen actualmente 56 conflictos armados declarados en este pequeño planeta, algunos de ellos mantenidos desde hace décadas con cientos de miles de víctimas. Un 15% en países envueltos en guerras contra bandas narcotraficantes, y el otro 85% envueltos en países musulmanes a excepción del conflicto de Ucrania, o del genocidio que enfrenta Armenia, antiguo bastión cristiano del Cáucaso.

Está claro que todo el mundo se siente capacitado de hablar de Israel, aunque no tengan ni una pequeña parte de la información, profundidad de la situación, ni contexto de todo el panorama que vivimos día a día desde hace 75 años.

De los otros 55 conflictos armados, entiendo que la mayoría de ustedes ni siquiera habrá escuchado prácticamente nada, y mucho menos se sientan capacitados a emitir una opinión. Pero estoy seguro que todos estamos de acuerdo con la Declaración de los Derechos Humanos y su contenido universal.

Se nombra mucho esta Declaración universal que contiene cientos de palabras bellas y se exige su cumplimiento arbitrariamente. Transformando este documento en un arma arrojadiza para señalar y afear conductas puntuales y usada como argumento final de cualquier conversación, pues debemos coincidir que éste es el marco en el que todos sin excepción debemos estar. ¿Cómo no vamos a estar de acuerdo con la Declaración de los Derechos Humanos? Esto es lo ultimo y definitivo.

Y al final nos encontramos que los terroristas tienen los mismos derechos que sus víctimas. Así pues, se tiende a deformar y denostar cualquier cuerpo legislativo que habla de derechos del individuo porque en el fondo de nuestro ser entendemos que hay una desigualdad intrínseca entre los derechos de unos y de otros. Aunque hoy yo vengo a defender esta carta magna por encima de todo y de todos, pero señalando que se debe completar con la declaración universal de las obligaciones del ser humano.

Sí, así es. Todos tenemos unos derechos básicos inherentes al nacimiento, seamos víctimas o verdugos, pero también debemos recordar las obligaciones que adquirimos por el mismo medio.

Siempre que se habla de derechos es en ese contexto donde se forma el debate, la discusión e incluso la polémica, pero pido que traslademos el debate y la reflexión en las obligaciones. Aceptamos los derechos, pero es en las obligaciones donde todo se equipara, donde los terroristas son terroristas y las víctimas son las víctimas; donde unos cumplen con las obligaciones universales y otros no. Es ahí en ese punto donde la cordura, la mesura y el sentido común pone a cada uno en su lugar sin afectar los derechos. Sin este enfoque terminamos hablando en la parte en la que todos debemos estar de acuerdo y es por esto que el debate no avanza, y para poder proteger los derechos de todos los seres humanos debemos pasar a discutir las obligaciones.

Hoy, terroristas forman parte de gobiernos, de organizaciones y del entramado de algunos estados. Hoy día, las desigualdades se hacen patentes y apuntaladas por minorías que pretenden gobernar y de hecho gobiernan mayorías poniendo en peligro el reconocimiento de los derechos. Este desajuste se debe a que el debate está estancado en la mitad del camino dejando fuera las obligaciones de los seres humanos.

Hoy quiero felicitar a todos los seres humanos y reconozco todos nuestros derechos y como regalo de su septuagésimo quinto aniversario le propongo la elaboración de la Declaración de las obligaciones del Ser Humano.