LOS PROBLEMAS

La 'ibización' del Pirineo: "Todos los jóvenes se van"

La precariedad del empleo y los precios de los pisos impiden a los nacidos en los valles pirenaicos asentarse en sus pueblos 

Un edificio en construcción en Jaca, una población con un índice muy alto de segundas residencias.

Un edificio en construcción en Jaca, una población con un índice muy alto de segundas residencias. / SERVICIO ESPECIAL

Iván Trigo

Iván Trigo

Escasez de vivienda, precios altos y trabajo estacional. Estos son los ingredientes que se integran en una receta que Ya está dando como resultado la migración de los jóvenes nacidos en el Pirineo. Cean O’Sullivan es uno de ellos. Tiene 26 años y es de Panticosa. Estudió Periodismo y en la actualidad vive con sus padres.

«Estuve de monitor de esquí pero ahora no trabajo. Vivir aquí, trabajar e independizarse es complicado. Yo me he rendido, es imposible. Y esta es una situación común para mucha gente de mi quinta», lamenta O’Sullivan, quien ha investigado y escrito mucho sobre los problemas que acarrea la falta de vivienda asequible en el Pirineo.

La mayoría de los jóvenes de la zona, cuenta, emigran a ciudades grandes para asegurarse algo de estabilidad. «En estos pueblos hay gente que tiene diez pisos, los alquila todos a turistas, y los que somos de aquí no tenemos dónde vivir», expone. Sus planes pasan ya por mudarse fuera de España.

«En el Pirineo se trabaja de diciembre hasta Semana Santa y de mediados de julio hasta mediados de agosto. Y lo que hace mucha gente es trabajar en las pistas en invierno y en la hostelería en verano y el resto del tiempo te vas al paro. Y así año tras año. Hay mucha precariedad», lamenta el joven.

Su caso es el de muchos otros. «Ahora mismo vivo en Huesca, pero soy de Villanúa y me gustaría vivir allí. Pero es imposible», cuenta Izarbe Usieto, de 25 años. Estudió Comunicación Audiovisual, «así que no hay trabajo en mi sector en mi pueblo». Se dedicó primero a la hostelería, pero le surgió una oportunidad como editora de vídeo en la capital oscense y allí que se fue en busca de la estabilidad laboral.

«En todo el valle el tema de la vivienda es prohibitivo. No hay apenas y la que hay es una segunda residencia y solo la alquilan para los momentos en los que los propietarios no van», explica Usieto. Esta situación, unida a la falta de oportunidades laborales más allá del turismo, está provocando «una migración constante de jóvenes». «Todo el mundo se va. No se queda nadie», lamenta.

Esta panticuta narra que conoce casos de otros jóvenes que han subido al Pirineo a trabajar en invierno y que han compartido un piso con dos habitaciones entre ocho para poder sacar algo de dinero. «Antes te venías a trabajar en las pistas y podías ahorrar algo de dinero para el resto del año. Era rentable. Ahora vienes casi de voluntariado», denuncia Usieto, que lamenta también el desarraigo que provoca el turismo de masas. En la comarca de La Jacetania, el 70% de los pisos son de segunda residencia.

«Que la mayoría sea población ambulante es un problema. Estás en tu pueblo y no conoces a nadie. No hay comercio para los locales. No hay servicios para los que viven allí todo el año», critica la joven.

En algunos pueblos, como en Villanúa, los ayuntamientos están tratando de remediar la situación. En este municipio el consistorio ha comprado una promoción de pisos que se quedó sin terminar para construir 23 viviendas que destinará al alquiler asequible. «Pero esto es solo un parche. El problema es estructural», opina Marco Rando, de 25 años.

Este joven trabaja en Panticosa y vive con sus padres. «Y eso que tengo suerte. Soy entrenador de la selección aragonesa de esquí y tengo trabajo fijo todo el año. Cobro 1.300 euros al mes y estoy demorando el hecho de independizarme porque los pisos están muy caros», lamenta. «Pagar 500 o 600 euros, más la calefacción y todos los gastos...».

Antes, Rando trabajaba de monitor de esquí en invierno y en la hostelería en verano. El clásico de los jóvenes altoaragoneses, que tienen al turismo como una de las pocas opciones para sobrevivir en la zona. «Es verdad que al principio fue una oportunidad para estos valles que permitió un grado de desarrollo que no se había visto en siglos. Antes aquí la gente se dedicaba al campo y ya. Pero ahora estamos en una situación insostenible», denuncia.

El turismo de masas, cuenta, «genera muchos beneficios, pero están mal repartidos». Mientras que hay propietarios –muchos de Zaragoza– que tienen una decena de pisos en Panticosa, «los jóvenes del pueblo vivimos con nuestros padres o nos marchamos». «Esa es la realidad. Cada vez es más difícil vivir en el Pirineo, y eso que por el entorno y el estilo de vida hay mucha gente dispuesta. Conozco gente que viene desde Canarias a hacer la temporada de invierno y a los que les gustaría asentarse aquí. Pero es imposible para ellos y también para nosotros», zanja.

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