La denuncia de los 'riders' sobre las empresas: "Son como el capataz que da un latigazo cuando comete un error"

Falsos autónomos de Glovo denuncian la caída de incentivos tras las multas de Trabajo

Dicen que las tasas se han reducido a la mitad y que ya no se compensa por esperar

Elearto Hernández, a la izquierda, y Darwin Henríquez, dos veteranos repartidores de Glovo en Zaragoza.

Elearto Hernández, a la izquierda, y Darwin Henríquez, dos veteranos repartidores de Glovo en Zaragoza. / ANDREEA VORNICU

La vida del rider se ha precarizado. En los comienzos de las plataformas de reparto a domicilio, cuando la flota de autónomos escaseaba, surcar la ciudad llevando pedidos era un empleo rentable incluso pese a la alegalidad de los falsos autónomos. Todo ha cambiado desde que el Gobierno apretó las tuercas a Glovo, Uber Eats y Deliveroo (esta última se fue de España con la aprobación de la ley rider). «En menos de dos años hemos pasado de ganar 1.000 euros brutos cada 15 días a 200 o 300. Ganamos cuatro veces menos por hacer el mismo trabajo. Tienen que pagar las multas del Gobierno por violar la ley rider y en realidad nos las están haciendo pagar a los trabajadores», denuncia Darwin Henríquez, veterano trabajador por cuenta propia de la mochila amarilla y delegado sindical de CCOO Aragón. «Es como el capataz y los esclavos. Les obligan a cumplir la ley pero nos están dando latigazos cada vez que ellos cometen un error», critica Eleardo Hernández, otro experimentado repartidor venezolano que lleva siete años subido a la bicicleta.

Hernández saca su móvil y empieza a enseñar recibos en la aplicación de Glovo de la última semana y los que le llegaban hace un par de años. «El pago mínimo de un pedido ha bajado de 2,80 euros a 1,40 y el kilometraje ha pasado de 0,83 euros a 0,42. Y ahora nos han quitado el incentivo por el tiempo de espera», denuncia el repartidor. De un pedido de 20,93 euros, el repartidor se lleva 3,92 euros por un recorrido de tres kilómetros, de los que 1,39 euros corresponden a un incentivo por hora punta a las 21.00 de la noche.

"Es un desgaste físico"

Esos periodos de más actividad son los más llevaderos para los riders, pues es entonces cuando no falta trabajo. El resto del tiempo, durante las horas muertas, es otra cosa. «Es un desgaste físico y mental brutal para el trabajador. De lunes a jueves no se ganan más de 20 o 30 euros al día, pero tienes que estar conectado siempre para que te caiga algún pedido. Si no, te vas al final de la cola del algoritmo», critica Hernández, que habla del «ansia» que le genera «estar todo el día pendiente».

El propio funcionamiento de la aplicación obliga a los riders a estar permanentemente conectados y a aceptar todos los pedidos. «Es cierto que puedes rechazar un pedido mal pagado o que está muy lejos, pero el algoritmo te manda al fondo de la lista y te puedes pasar dos horas esperando a un pedido. Imagine que estoy en el KFC esperando y me sale un pedido en el McDonalds para un pedido tonto. Yo les digo tontos a los que son 2,40 euros o algo así. Pides reasignar el pedido, porque Glovo te dice que tienes libertad de hacerlo, pero te ponen en la lista negra y te pasas una o dos horas sin recibir pedidos porque igual hay 200 trabajadores», critica Elearto Hernández, que dejó hace siete años su Maracaibo natal, donde trabajaba como ingeniero, para emprender un camino de no regreso hacia España.

«Estuve varios años trabajando en Barcelona. Cada quincena nos podíamos sacar unos mil euros, pero ahora no pasamos de 300. Tienes que trabajar los siete días de la semana para llevarte mil euros, pero ahí tienes que restar la cuota de autónomos, la gestoría, el combustible y el mantenimiento del vehículo», denuncia.

Un limbo legal

Las condiciones laborales de los repartidores a domicilio están en un limbo legal desde hace años, algo a lo que no contribuye la escasa movilización del gremio. Darwin Henríquez lleva unos meses intentando promover concentraciones o protestas, pero los repartidores ni siquiera permanecen en el grupo de WhatsApp que ha creado para tratar de informar a los trabajadores. «Muchos vienen de países en conflicto como Nicaragua o Venezuela y tienen miedo de salir a la calle a protestar. Otros tienen cuentas alquiladas y no tienen papeles, así que tampoco se atreven », explica Enríquez.

Incluso en CCOO tienen dificultades para organizar a las personas. «Es muy complejo que gente sin permisos de trabajo se sindicalice. No hay comités de empresa e intentamos que poco a poco vayan convenciendo a través de los propios riders», concluye Gerardo Montori, responsable de la Federación de Servicios de CCOO Aragón