A FONDO | JOHN THIN SOCIÓLOGO Y PROFESOR UNIVERSITARIO

Opinión | 'O tempora, o mores'

En su discurso contra Catilina, Marco Tulio Cicerón ya denunciaba  la corrupción de su tiempo. La perfidia existente en su época, es decir, la traición, la deslealtad y el quebrantamiento de la fe debida se le antojaban como algo insuperable ya en el siglo I a.c.

Último pleno de las Cortes de Aragón antes del cambio de legislatura.

Último pleno de las Cortes de Aragón antes del cambio de legislatura. / Andreea Vornicu

John Thin

Si Cicerón levantara la cabeza, no sé si pronunciaría de nuevo su famosa frase de ¡qué tiempos, qué costumbres!. Al ver lo que hay, me temo que se quedaría ojiplático.

Quizás, después de todo, Cicerón no hubiera debido sorprenderse tanto si hubiera prestado más atención a ilustres pensadores de la Antigua Grecia. Desde Sócrates, pasando por Platón y, cómo no, Aristóteles, ya se referían a la Retórica como un instrumento para manipular las emociones del prójimo, para omitir o deformar ciertos hechos y para manipular a grandes audiencias intentando resolver cuestiones prácticas.

Veinticinco siglos después, en ello andamos en esta España que no está para tirar cohetes. Ni el triunfalismo exhibido por Pedro Sánchez ni el Apocalipsis de Núñez Feijóo andan lejos de la retórica criticada por Aristóteles. Ahora, muchos periodistas, tertulianos, comunicadores políticos y otros ejemplares de la fauna ibérica, le llaman la época del relato. Pero en esencia, sigue siendo retórica.

Y en esta época, más que ir al fondo de las cosas, nos quedamos en lo superficial. Para conseguir votos y poder gobernar hay que conseguir lo que se conoce como un cambio de actitudes. En términos de Psicología Social, sería deseable que dicho cambio se produjese vía central, es decir, tratando el fondo de los asuntos importantes, y no como lo que actualmente ocurre, que es vía periférica. O lo que es lo mismo, pequeños detalles alejados completamente de lo que es realmente importante, pero que logran generar filias o fobias.

En este sentido, a los españoles nos ha quedado claro que a Isabel Díaz Ayuso le gusta la fruta. Seguramente por eso, regaló algunas cestas de fruta en la cena navideña del PP. Sería una anécdota si no fuera porque es en este tipo de cosas en las que basa su estrategia para, probablemente, presidir algún día nuestra España. Susurrar «hijo de puta» al Presidente del Gobierno de España y sugerir que lo que dijo es que le gusta la fruta sería una clase magistral socrática hace casi 2.500 años. Si Cicerón levantara la cabeza…

A su lado, o enfrente, según se mire, encontramos a un Feijóo que ve una piel de toro plagada de líneas rojas. Según el propio Feijóo, 2023 ha supuesto la mayor crisis ética habida en España, y por eso ha hablado literalmente de «pacto encapuchado» en Pamplona, de que «Sánchez ha llevado al PSOE fuera del constitucionalismo y ha acabado brindando con Bildu», ha señalado al Gobierno de España como el más «débil, con menos palabra y con menos crédito ético de la historia democrática», ha acusado al PSOE de traspasar la «última línea roja», sentenciando, en suma, que «cualquier mes de gestión del actual gobierno hubiera supuesto su caída en cualquier país de Europa».

Alguien debería decirle que las pataletas son una forma de comunicación de los niños pequeños que, como consecuencia de su corta edad, no han desarrollado un lenguaje verbal fluido para expresar sus sentimientos de rabia, frustración o disconformidad con una situación. Quizás si hubiera ido a todos los debates electorales y no se hubiera mostrado tan displicente, otro gallo le cantaría. Pero claro, aunque no lo reconozca, su oráculo se llama Ayuso. La observa y aprende de ella. Lo que pasa es que demasiados intentos de asustar al pulpo para encontrar el punto óptimo de cocción, han terminado por endurecerlo y, claro, el pulpo se pasa. Su única apuesta actual es que los actuales «amigos» de su «archienemigo» sean tan exigentes que acaben convirtiéndose en «enemigos» de su «enemigo», es decir, en sus aliados. En este sentido, 2024 es un reto más duro para él de lo que fue 2023 y las elecciones generales en las que obtuvo una amarga victoria.

Y hablando del «archienemigo», o sea, del amigo Sánchez quien, aunque prefiere la dialéctica, tampoco se escaquea de la vía periférica, su alusión a Maquiavelo fue explícita en el debate de su investidura. Aunque se le atribuye erróneamente esa frase que reza eso de que «el fin justifica los medios», lo más parecido se encuentra en el capítulo XVIII de su obra póstuma El Príncipe cuando dice literalmente que «en las acciones de los hombres, y particularmente de los príncipes, donde no hay apelación posible, se atiende a los resultados».

Tras declarar que «evidentemente, ni referéndum ni amnistía son posibles», y que «el independentismo lo que pide, y lo saben los telespectadores, es la amnistía. Algo que, desde luego, este Gobierno no va a aceptar y que no entra en la legislación ni en la Constitución», en este año que acaba, sin rubor afirmó que «en interés de España defiendo la amnistía en Cataluña», precisando que «es una condición para que pueda haber un Gobierno de progreso y para evitar un Gobierno de la derecha y la ultraderecha».

Probablemente, Sánchez o alguno de sus asesores se percataron de que el propio Maquiavelo incluye en el capítulo XVII de 'El Príncipe' una cita de 'La Eneida' de Virgilio en la que éste sentencia que «la dura necesidad me obliga a adoptar tales medidas». Por eso, hace un año no, pero ahora sí, la amnistía es buena. Quizás deberían leer hasta el final a Maquiavelo, quien en el mismo capítulo advertía de que pese a todo, «es difícil mantener a los pueblos convencidos».

Inspirado en César Borgia y en nuestro nativo de Sos y Rey Fernando II de Aragón, apodado el Católico, de quien ensalzaba «esas acciones raras y maravillosas», el propio Maquiavelo señala que «un señor prudente no puede, ni debe, mantener la palabra dada cuando tal cumplimiento se vuelva en contra suya y hayan desaparecido los motivos que le obligaron a darla». Esa frase de hace casi quinientos años sigue vigente.

También debieron leer a Maquiavelo el expresidente Felipe González Márquez y Alfonso Guerra González, quienes pasaron del traje de pana a las corbatas de seda con aquel «OTAN, de entrada no», para poco después desdecirse en nombre del interés de nuestra España. Quién les ha visto y quien los ve. Nada nuevo desde Aristóteles.

Sin duda, el avezado lector de EL PERIÓDICO DE ARAGÓN echará de menos una reflexión sobre Aragón que seguro que otros compañeros habrán retratado en este último día de 2023. Pues déjenme que, pasando por Juan de Lanuza y Urrea, desde Pedro Giménez en 1115 y ante quien los Reyes de Aragón debían jurar el cumplimiento de fueros y observancias bajo la conocida formula: «Nos, que somos tanto como vos y todos juntos valemos más que vos, os hacemos rey de Aragón, si juráis los fueros y si no, no», una jueza llamada Concepción Gimeno será la primera mujer Justicia de Aragón, y que para eso ha sido necesario que el PP de Azcón y el PSOE de Javier Lambán y de Mayte Pérez se pongan de acuerdo. ¿Y saben qué? Pues que lo han hecho. Una holgada mayoría que supera por diez diputados a los tres quintos requeridos.

Volvamos a los clásicos, sí. Entre ellos se encuentran episodios de anteayer como el anterior. Me pregunto si seremos capaces de exportarlos a Madrid en 2024. Falta hace. Feliz 2024. 

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