El primer día en la FIMA: el escaparate de la resistencia

Las más de mil firmas exhiben sus mejores galas en la jornada inaugural de una feria que se solidariza con las protestas.

«El escaparate que tienes en la FIMA no lo tienes en ningún otro lado. La gente necesita ver, tocar y que le miren a los ojos antes de comprar», asegura Manuel Cantos, gerente de exportaciones del Grupo Tatoma

Miles de visitantes acudieron a la FIMA en su jornada inaugural.

Miles de visitantes acudieron a la FIMA en su jornada inaugural. / Andreea Vornicu

Arturo Pola

Arturo Pola

Sin ser el panorama soñado para la celebración de un evento de estas características, la FIMA abrió este martes sus puertas con una demostración de resistencia del sector agrícola ante las adversidades. La que es la joya de la corona del calendario ferial de la comunidad y la más relevante del gremio a nivel nacional quedó inaugurada sin dar la espalda a la revuelta agraria que sacude España y Aragón, pero con la clara intención de constatar de que, a pesar de que está débil y de que «lo están dejando morir», el campo todavía está vivo.

Y, para trabajarlo, nada mejor que la FIMA para presentar las últimas innovaciones del sector. Las más de mil firmas llegadas desde los cinco continentes se pusieron sus mejores galas para, a lo largo de más de 100.000 metros cuadrados, cautivar las miradas de los visitantes. «Venimos desde hace mucho. Es una forma de decirle a nuestros clientes que seguimos aquí, que estamos en el mercado y que no paramos de innovar y traer avances», explicó Nacho Montori, de la oficina técnica de ADR Geoplasmetal, una de las compañías expositoras. La empresa es una de las premiadas por la organización por un sistema que permite facilitar las maniobras de conducción de los remolques.

Nacho Montori, de ADR Geoplasmetal, enseña el sistema galardonado.

Nacho Montori, de ADR Geoplasmetal, enseña el sistema galardonado. / Andreea Vornicu

Miles de personas deambularon por los diferentes pabellones en un día inaugural mucho más multitudinario que el de la anterior edición, en 2022, aún marcada por la pandemia. Si desde muchos sectores había cierto miedo por las posibles actuaciones reivindicativas de los agricultores, los expositores de la feria reconocieron estar tranquilos. «Vamos de la mano con ellos. Somos parte del mismo saco. Los apoyamos y estábamos convencidos de que no iban a perjudicarnos», aseguró Feliu Izard, responsable de Niubo, una empresa catalana con sede en Fraga que es una clásica de FIMA. Así lo aseguraron también los manifestantes, dejando la curiosa estampa de que, simultáneamente, los protestantes eran a la vez visitantes de la feria y mostraban su interés por las novedades del sector, por lo que los chalecos amarillos también eran visibles en muchos estands.

Tradición y primeras veces

Porque la feria de maquinaria agrícola, además de uno de los eventos económicos más importantes para la ciudad de Zaragoza, también tiene su parte de acontecimiento social. José Antonio, Luis y Jesús, padre, tío e hijo se acercaron a la Feria de Muestras cumpliendo lo que ellos consideran «una tradición». De Pina de Ebro, no se pierden una cita en la que se encuentran «con muchas caras conocidas». «Nos vemos con clientes y proveedores y siempre descubrimos algo nuevo, aunque comprar poco este año poco, que están las cosas como para no arriesgar mucho. Volveremos algún día más», relataron.

Es innegable que los que van a curiosear son muchos, pero también lo es que en la FIMA, de las sinergias que se establecen, acaban saliendo acuerdos y contratos millonarios. En la feria, cualquier esquina se puede convertir en una oficina y los pasillos son un punto de encuentro y de reunión entre distribuidores y clientes. «Es cierto que antes se vendía más aquí y se hacían muchos más negocios en el momento, pero el escaparate que tienes en la FIMA no lo tienes en ningún otro lado», reflexionó Manuel Cantos, gerente de exportaciones del Grupo Tatoma y que acude a la feria desde hace 18 años. «Si los clientes te ven aquí es una garantía de calidad para ellos, les da seguridad. Antes de hacer una compra, necesitan ver y tocar el producto y, sobre todo, que alguien les mire a los ojos y que les explique», asegura el expositor.

Lo que parece claro es que la FIMA sigue funcionando. Así lo demuestra el testimonio de David Illoz, de la empresa Sodise. El expositor francés era un habitual visitante de la feria y este año ha decidido dar el paso y saltar al otro lado. «Lo que he visto estos años me ha gustado y creo que es un buen lugar para aprovechar oportunidades. Espero no haberme equivocado», analizó el galo a la vez que reconoció el prestigio internacional del evento.

También para Iván, el dueño de Talleres José, es su primera vez como expositor en FIMA. El empresario es de Burgos, se dedica a la fabricación de sinfines-transportadores y quiere aprovechar estos días para darse a conocer. «Yo suelo acudir a ferias más pequeñas. No puedo competir con los grandes y tampoco es mi objetivo. Pero quiero seguir creciendo y espero por lo menos que la gente se quede con mi nombre», detalló con humildad. «Y si pudiera vender una máquina para amortizar la inscripción sería la leche», subrayó.

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