Asociacionismo en Zaragoza

A Fondo | Memoria de ciudad y escuela de ciudadanía

Las asociaciones tuvieron un papel fundamental en la caída del régimen franquista, la transición y la instauración de la democracia. Cada línea de autobús, equipamiento, centro de salud o colegio es fruto de una revuelta popular y vecinal

La marcha vecinal llega con sus reivindicaciones al parque Tío Jorge de Zaragoza.

La marcha vecinal llega con sus reivindicaciones al parque Tío Jorge de Zaragoza. / ANGEL DE CASTRO

Manuel Arnal

En estos últimos años numerosas asociaciones vecinales han celebrado sus 50 años de existencia, nacidas en los estertores de la dictadura al amparo de resquicios legales que permitían a los cabezas de familia agruparse, muchas veces en torno a las parroquias de los barrios populares, no sin arriesgar detenciones y cierres. En aquellos años oscuros, los barrios carecían en muchos casos de los servicios públicos más elementales, alcantarillado, asfaltado, transporte público, escuelas, parques, bibliotecas y un largo etcétera.

El voraz desarrollismo de aquellos hacía crecer la ciudad con familias venidas del mundo rural aragonés y de la España profunda buscando un porvenir para sus hijos. Las asociaciones vecinales fueron entonces el catalizador de las reivindicaciones para conseguir esos servicios y equipamientos. Hagamos un ejercicio de memoria: las calles del Picarral, Delicias, Almozara, Torrero, etc., sin asfaltar, el chabolismo de La Paz. Los eriales que hoy son parques como el Tío Jorge, Castillo Palomar, las Graveras de La Paz, Torre Ramona de las Fuentes y tantos otros. Cada línea de autobús, cada equipamiento fue reivindicado a base de protesta y, porqué, no decirlo, conseguido fruto de la revuelta popular vecinal. Los locales vecinales se convirtieron a su vez en centros de dinamización cultural y juvenil de los barrios, con modestas bibliotecas, grupos de teatro, música, escuelas de arte y otras actividades sociales.

En definitiva, los primeros centros cívicos gestionados por el voluntariado que poco a poco fue avanzando y especializándose desde las clases de alfabetización, a las de informática, la creación de talleres de empleo y fundaciones de la economía social. Fueron a su vez los núcleos en donde las mujeres vecinales empezaron a reivindicar sus derechos, que iban desde las guarderías y escuelas de primaria para el ingente número de niños del llamado baby boom de aquellas décadas, la propia sexualidad y anticoncepción, y la lucha contra el maltrato machista.

Un papel histórico

Se jugó un papel fundamental en la caída del régimen franquista, la transición y la instauración de la democracia, sus cuadros vecinales fueron muchas veces, la cantera de donde los partidos recién legalizados nutrieron sus listas electorales, y ese fue el inicio de lo que algunos creían el fin del papel de las asociaciones de barrio, pero las sucesivas crisis económicas y la cada vez más necesaria inversión en equipamientos de todo tipo, centros de salud, polideportivos, bibliotecas municipales, centros de mayores, etcétera, mantuvieron viva la llama reivindicativa vecinal.

El Reglamento de Participación Ciudadana de Zaragoza en 2006 supuso un nuevo salto del reconocimiento de la importancia del tejido asociativo vecinal y su participación en las juntas de distrito y vecinales y el Consejo de Ciudad, pero la sociedad estaba cambiando a pasos agigantados, y la participación nominal distaba mucho de la participación real, muchas veces las asociaciones empezaban a ser incómodas, pero seguían siendo necesarias.

La ciudad sufrió el cambio más radical en su fisonomía y equipamientos con la implantación del tranvía, el plan de riberas, el cierre de los cinturones o los nuevos puentes dieron el salto de la modernidad a la ciudad del siglo XXI. Ahí estuvo el movimiento vecinal, apoyando ese cambio, no sin una visión crítica en determinadas actuaciones, pero colaborando al progreso de la ciudad. Por cierto, no se nos olvida la dureza de la reacción de determinados intereses socio políticos y económicos, contra la línea 1 del tranvía tan demandada y apoyada por mi federación y hoy en día considerada como un ejemplo de movilidad sostenible y eficiente.

Ha pasado más de una década y nuevamente se dice que el asociacionismo vecinal está amortizado y caduco. Con lo cual, para qué seguir potenciándolo, dotándolo e incluso escuchándolo. Pues, si bien es verdad que como parte de esta sociedad padecemos los tres males de la misma: inmediatez, hedonismo e individualismo, por lo que es difícil que el voluntariado vecinal pueda navegar en esas aguas turbulentas que demandan soluciones rápidas a problemas complejos, felicidad permanente y libre albedrío insolidario.

Las asociaciones, un salvavidas de la sociedad

Pero hete aquí, que la crisis económica salvada a costa de los más débiles, la pandemia con sus secuelas de dolor y crisis económica, pese a que las asociaciones sufrieron en su tejido social todas estas consecuencias, arrimaron el hombro con sus proyectos solidarios y manteniendo como pudieron sus locales abiertos para dinamizar los barrios, participando en la vida municipal.

Nuevamente se nos dio por amortizados y, aún es más, se nos cercenan los recursos económicos por el anterior y actual equipo municipal para mantener su estructura, y con exiguos presupuestos y aportaciones municipales, que a veces parecen más una dádiva graciable que un reconocimiento al servicio a la sociedad que prestamos. La nueva gobernanza de la Agenda Urbana Europea y Española, y la declaración del Parlamento Europeo de 2022, instan a mantener el tejido de la sociedad civil organizada como elemento fundamental de preservación del modelo sociedad democrática de la Unión Europea, como garantía de preservación de las instituciones y la propia democracia.

Las asociaciones vecinales son parte fundamental de ese modelo, el voluntariado no solo vecinal, sino de todo tipo de asociaciones de nuestros barrios, sino que también las feministas, deportivas, medioambientales, solidarias y culturales, requieren de una inyección en vena de participación en las juntas municipales, Consejo de Ciudad y otros órganos participativos, así como recursos económicos suficientes para desempeñar su labor ciudadana.

La escuela de ciudadanía que han sido, son y serán las asociaciones vecinales, son el antídoto contra una deriva antidemocrática en las instituciones. Le pido al amable lector y lectora que haga un ejercicio de hemeroteca y verá que detrás de muchas noticias ciudadanas sobre diversas cuestiones de interés social, equipamientos, mantenimiento y servicios de la ciudad, centros de salud, medio ambiente, cohesión social o igualdad están las asociaciones vecinales, con su voluntariado, trabajando con otros voluntarios y voluntarias de ese rico tejido de la sociedad civil organizada.

No nos den por amortizados, nos queda cuerda para rato y, si no, pásense por el parque del Tío Jorge en la Cincomarzada, y si el tiempo lo permite verán a parte de ese tejido celebrando su ciudadanía zaragozana con alegría y orgullo. Zaragoza, es una ciudad que progresa en lo económico pero es también muy rica en capital social, y es un activo que debemos cuidar ahora y para el futuro, si queremos una ciudad cohesionada socialmente, solidaria, igualitaria, sostenible y participativa.

Manuel Arnal, presidente de la Federación de Asociaciones de Barrios (FABZ)

Suscríbete para seguir leyendo