Seminario por la Paz

Superar a ETA desde la justicia restaurativa: "El odio no pasa a la siguiente generación"

Esther Pascual fue pionera en la organización de encuentros entre víctimas del terrorismo y presos arrepentidos, con la colaboración clave de figuras como la de Maixabel Lasa

La abogada madrileña ha impartido charlas en el Centro Cívico Pignatelli de Zaragoza durante este fin de semana

La abogada Esther Pascual, este viernes durante su visita a Zaragoza.

La abogada Esther Pascual, este viernes durante su visita a Zaragoza. / Jose Manuel Molina

Alberto Arilla

Alberto Arilla

El 20 de octubre de 2011 se produjo un anuncio que la sociedad llevaba tiempo queriendo escuchar: ETA anunciaba el cese definitivo de su actividad armada. Sin embargo, unos meses antes, en la cárcel de Nanclares de la Oca (Álava) se estaba empezando a mascar una iniciativa pionera que contribuiría a la pacificación de la convivencia en el País Vasco, que debía afrontar una nueva etapa tras el fin del terrorismo de ETA, que se confirmó con su disolución total en 2018. Con todo, estos avances no se entenderían sin la figura de Esther Pascual, abogada madrileña que entendió que la mediación entre víctimas y victimarios arrepentidos era posible.

Como es lógico, el camino emprendido por Pascual no fue precisamente de rosas. Incluso ella llegó a dudar de si tendría éxito. Así lo admite en una conversación con este diario, con motivo de una serie de charlas y conferencias que ha dado durante el fin de semana en Zaragoza, en el Centro Cívico Pignatelli, enmarcadas en las actividades del Seminario por la Paz. «Cuando me propusieron la idea, me lo tomé como un reto y no dudé en aceptar. Pero, al principio, sí dudé de si lo conseguiríamos».

Enamorada de la mediación, esta abogada comenzó en 2005 a practicarla para resolver mediante el diálogo conflictos entre presos. De ahí pasó a mediar en delitos penales, hasta que le propusieron abarcar el terrorismo. «Aquí las personas ya estaban condenadas, algunas llevaban 25 años en prisión y esto no les suponía ningún beneficio tangible, y las víctimas muchas veces eran familiares de asesinados, por lo que eran indirectas», contextualiza, por lo que tanto ella como su equipo decidieron que lo que debían hacer era «justicia restaurativa», no mediación al uso.

Los primeros encuentros

Así comenzaron los primeros encuentros entre presos de ETA y víctimas, no siempre relacionadas por el mismo atentado. «En Nanclares de la Oca me encontré con muchos presos que ya estaban desvinculados de ETA, lo que es clave ya que su punto de partida era muy crítico con lo que había sido la banda terrorista y con una parte de su pasado. Vimos que eran honestos y que estaban preparados».

Llegados a este punto, aparecía la disyuntiva más complicada, establecer los primeros contactos con las víctimas. Una tarea en la que hubo una persona fundamental: Maixabel Lasa, directora entonces de la Oficina de Atención a las Víctimas del Terrorismo del Gobierno Vasco, y figura pública desde el estreno del filme 'Maixabel' en 2021, aunque Pascual recuerda que los inicios fueron «súper extra confidenciales».

Asimismo, la abogada elogia la «generosidad» de las víctimas dispuestas a hablar, aunque apostilla que «no son ni mejores ni peores que las que no querían». «Cuando se produce un atentado, hay un 'hilo invisible' entre víctima y asesino que los une de por vida. Con estas conversaciones, el hilo se rompía. Las víctimas necesitan poder entender y poder reprochar. A veces, incluso, superar sentimientos de culpabilidad. Y eso solo es posible hablando con los responsables de su dolor, a los que además permitían recuperar la humanidad que habían perdido», afirma la abogada, convencida de que la tarea emprendida hace más de una década tiene mucho sentido: «La justicia restaurativa no se preocupa del delito, sino del porqué. No blanqueamos ni humillamos, conocemos la evolución de quien comete actos por diversas situaciones o fanatismos, como es el caso. Pero luego salen y, tras estos encuentros, incluso se saludan en los pueblos, y el odio no pasa a la siguiente generación».

Una serie de acciones que también han sido muy comunes en países como Irlanda del Norte, con el IRA como protagonista, y que han llevado a otros lugares como Colombia a pedir referencias al respecto. Aún así, Esther Pascual entiende que haya gente que no lo comprenda: «O lo ves y lo sientes, o es muy difícil de entender. Pero sí le diría a la gente que no se cierre, que se documente. Hemos demostrado que el ser humano es capaz de lo peor y de lo mejor».

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