Despoblación

El día a día de los secretarios en el mundo rural: «No se lo deseo ni a mi peor enemigo»

Varios secretarios e interventores del mundo rural explican a EL PERIÓDICO DE ARAGÓN su día a día y las dificultades que sufren. Tareas de más, jornadas interminables y el alambre de la interinidad marcan las jornadas de estos trabajadores que viven «en un constante estrés».

Una funcionaria estudia unos documentos, en una imagen de archivo.  | ADRIÁN IRAGO

Una funcionaria estudia unos documentos, en una imagen de archivo. | ADRIÁN IRAGO

Sergio H. Valgañón

Sergio H. Valgañón

La casualidad, o la causalidad, quiere que todos atiendan desde el coche o desde su puesto de trabajo. Los secretarios e interventores de entidades locales que reciben la llamada de este diario lo hacen fuera de su horario de trabajo, pero alargando como cada día su jornada laboral. Gajes de un oficio que los convierte «en ángeles de la guarda de los vecinos, o en la persona que soluciona todos los problemas».

«Todos compartimos la sensación de hartazgo y desazón», confirma un secretario interventor, recién terminada una larga jornada laboral. «Ya no es una profesión atractiva y si nada cambia va a ser imposible», lamenta este aragonés, que sufre «dos horas de coche diarias y mucho trabajo en casa al salir del ayuntamiento».

Entre las anécdotas, muy lejos de lo que estipulan sus tareas. «He tenido que preparar carteles para la piscina o el parque, e incluso recoger toallas para el albergue», comenta, entre risas, un secretario acostumbrado a un papel de hombre orquesta: «En los pueblos pequeños, o lo hace el secretario o no lo hace nadie». La impotencia con la que vive le hace afirmar que «ni al peor enemigo se le puede desear un trabajo así».

Buscar culpables obliga a mirar hacia arriba, «porque ninguna administración, de ningún color político, quiere hacer caso a un problema que afecta directamente a los vecinos», y critica que «desde las administraciones se aborda con una óptica urbanita un problema rural». Subir a esos estratos, a las diputaciones o a las comarcas, ya es un deseo para todos aquellos que no ven fin a su jornada diaria: «Cuando un compañero logra plaza en esos sitios, decimos que lo mandan al balneario».

La relación con los vecinos suele ser buena, pero sí cuentan que la profesionalidad no gusta en todas las situaciones: «Antes todo se hacía de andar por casa, porque sí, y cuando recuerdas que hay normas que cumplir, no gusta».

Sobre el futuro del cargo, este joven secretario tiene claro que continuará, pero no con gusto por parte de los opositores. «Hay que cambiar la mentalidad de la gente, no es algo que se haga de un día para otro, pero hay generaciones avergonzadas de su pueblo que deben saber lo bueno que hay aquí», concluye.

24 años como interina y cuatro ayuntamientos diferentes a la vez son el currículo de una segunda secretaria que critica que en parte del mundo rural «las conexiones siguen sin ser buenas y la carga de trabajo te obliga a trabajar con cada vez más estrés». «Hacemos mucho más de lo que nos manda nuestra competencia», lamenta esta joven, que recuerda situaciones como «llamar a Endesa porque un vecino se ha quedado sin luz o a la compañía telefónica de turno porque no tenía cobertura».

«Trabajas a contrarreloj, no tienes tiempo y tienes que hacer de todo», critica esta secretaria aragonesa, que define su papel como «fundamental»: «Teletrabajo alguna vez y te siguen llamando porque la gente te echa en falta». La relación con los vecinos es total, porque «aunque se quejen del mal genio, salen encantados porque les resuelves todo».

El futuro, asegurado por las oposiciones, no tiene tan buena pinta, según esta secretaria. «Habrá relevo porque siempre alguien quiere las plazas, pero la oposición se plantea mal, ya que no acerca al oficio», critica la joven aragonesa, que sí espera que el futuro llegue con una mejora de las condiciones laborales para todos los interinos: «Es muy fuerte no saber qué va a pasar contigo, por eso estamos muy pendientes de qué va a ser de nosotros en el futuro».

Un tercer secretario, que trabaja para varios ayuntamientos de la comunidad, señala que «la gente casi no sabe que existimos». «Hay mucha falta de personal y de apoyo», lamenta este trabajador, que critica que desde las administraciones superiores «cada vez se solicita más información y se da una mayor carga de trabajo».

«Es una situación complicada a la que será difícil dar la vuelta», comenta, antes de alabar «el papel de los interinos, que poco a poco se ha ido regulando su condición, aunque queda mucho por hacer». «Nosotros hacemos nuestra función y en mi caso es vital que estemos los tres», detalla, ya que comparte consistorio con un interventor y un tesorero. Resumen para despistados: «Sin los secretarios, los ayuntamientos rurales serían todo un descontrol».

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