SUCESOS EN ARAGÓN

Los parricidas del Picarral siguen sin admitir la tortura y la muerte de Laia

«Él aprovechaba para pegar a mis hijos cuando yo no estaba delante», dice la madre

«Por cualquier cosa que hacía mal Laia, le pegaba», contesta su expareja sentimental

El padre de la niña asesinada en el Picarral: "Quiero que estos dos asesinos acaben toda su vida en la cárcel"

Vanesa Muñoz Puyol y Cristian Lastanao, en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial de Zaragoza, esta mañana.

Vanesa Muñoz Puyol y Cristian Lastanao, en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial de Zaragoza, esta mañana. / ANDREEA VORNICU

Los parricidas del Picarral no sorprendieron este lunes a nadie en la Audiencia Provincial de Zaragoza porque continuaron sin responsabilizarse por la muerte de Laia, la niña de dos años a quien condujeron hacia una muerte «lenta y agónica» por peritonitis a base de episodios diarios de tortura: le sometían a duchas de agua helada, le daban de comer guindilla e incluso le propinaban patadas y puñetazos hasta dejarle 101 contusiones repartidas por todo el cuerpo. «Él aprovechaba para pegar a mis hijos cuando yo no estaba delante», señaló la madre. «Por cualquier cosa que hacía mal Laia, ella le pegaba», le contestó su expareja durante su toma de declaración.

Lo cierto es que Vanesa Muñoz Pujol y Cristian Lastanao Valenilla se sentaron en el banquillo de los acusados como presuntos coautores de un delito de asesinato por el que ambos se enfrentan a la prisión permanente revisable a petición de la Fiscalía y las dos acusaciones particulares en nombre de la Generalitat de Cataluña y del padre biológico de la víctima.

La primera en declarar fue Vanesa y lo hizo incurriendo en multitud de contradicciones a preguntas del abogado de la acusación particular ejercida por Manuel Hatero: mientras que en fase de instrucción siempre mantuvo que ella había sido testigo de cómo su expareja maltrataba a la niña en la vivienda que compartían en la calle Sánchez Arbós de Zaragoza, este lunes se retractó de ello y matizó que solo lo podía «sospechar». «Yo no presencié, en ningún momento, ningún golpe de Cristian hacia mis hijos», afirmó. «Yo era consciente hasta cierto punto. Sí que les gritaba a mis hijos delante mío pero, si yo le denunciaba a él, se iban a abrir más juicios y me iban a quitar a mis hijos», había dicho antes a preguntas del mismo letrado.

En ningún momento se responsabilizó de la situación agónica a la que llevaron a la niña y, con soberbia y prepotencia, alegó en su favor, primero, que abandonaba temprano la vivienda familiar para ir a trabajar y, segundo, que llegaba tarde a casa y solo les daba la cena a los pequeños. «Me iba de casa a las seis de la mañana y solo les veía para darles de cenar y acostarles. Él era el encargado de cuidar a los niños de seis de la mañana hasta las siete de la tarde: les daba de comer, les vestía y les bañaba», recordó. «Yo les bañaba y, a simple vista, no les veía moratones», completaba Cristian.

"Se pegaban entre los hermanos"

Fue su intento de coartada para tratar de justificar que nunca había podido ver las 101 heridas –«su explicación (la de Cristian) es que se caían constantemente y se pegaban entre los hermanos», argumentó aún así– que su hija presentaba entre el rostro, el tórax, el abdomen o las extremidades. Este fue uno de los resultados que arrojó la autopsia practicada por los profesionales del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Aragón (Imlcfa), quienes acreditaron que Laia murió de una forma «lenta y agónica» no solo por ese centenar de golpes, sino también por un edema craneal y consumo de estupefacientes como cocaína y cannabis.

La niña falleció el 21 de enero de 2021 cuando sufría también un cuadro de gastroenteritis ante el que ninguno de los dos progenitores reaccionó llevándole a un centro médico. «Ese día yo llegué a casa y él la tenía en la cama. La vi aparentemente bien. No vi ningún signo que me alarmara como si me pensara que se fuera a morir», recordó la acusada a pesar de que sí llegó a detallar que la niña estaba «toda amoratada». Fue el segundo de los acusados quien concretó que la niña sí tuvo «unas decimillas» de fiebre (38,3ºC) a primera hora de la tarde del día en el que murió, si bien eludió cualquier tipo de responsabilidad al respecto –«no lo vi de gravedad», señaló– hasta que, ya de noche, vio que la niña no tenía «casi pulso». «Le di con el agua de la alcachofa en la nuca, le tumbé en la alfombra del comedor y le hice el masaje cardiaco», relató Cristian, añadiendo que ya después llamaron a los vecinos y a los servicios de emergencias.

Este hombre sí que reconoció ante el tribunal de jurado haber maltratado en alguna ocasión a la niña –«un par de veces también le encerré en el armario y le di un mordisco en el culo», confesó– aunque trató de evidenciar que lo hizo para «evitar malos tratos» de mayor gravedad por parte de la madre. «Una vez se cagó en la bañera y le metió la mierda directamente en la boca. Le pegaba bastante», añadió. No se contuvo Vanesa ante las palabras de Cristian y comenzó a gesticular y a murmurar hasta que fue radicalmente interrumpida por el presidente del tribunal de jurado, Alfonso Ballestín.

Para entonces, Cristian ya había tenido tiempo de contradecir la versión de Vanesa e insistir en que él no había formulado denuncia por estos malos tratos ante el Cuerpo Nacional de Policía ya que estaba «amenazado» por ella desde que se conocieron en Lloret de Mar. «Un policía de allí ya me dijo que me alejara de ella. Y ella me alejó de todo: puso en mi contra a mi pandilla y mi familia tampoco quiso saber nada por las que montaba en mi casa», aclaró.

Antes de comenzar la declaración de los acusados, el secretario judicial de la Sección Primera leyó a los miembros del jurado el escrito de calificación de los hechos de la Fiscalía, las acusaciones y las defensa. Mientras que el ministerio público les anticipó que la hermana mayor de la víctima les va a relatar «cómo se maltrataba sistemáticamente a Laia», Hatero aludió al «entorno infernal de continuo maltrato». Por su parte, las defensas a cargo de Teresa Font y José Antonio Alonso interesan la absolución de sus representados, en el caso del segundo, porque «lo que hacía Cristian era minimizar los castigos que Vanesa le daba a sus hijos».

El jurado comenzó a constituirse pasadas las 09.45 horas y, apenas una hora más tarde, cinco hombres y cuatro mujeres del pueblo ya habían sido elegidos para pronunciarse sobre la inocencia o culpabilidad de los encausados. La vista oral continúa hoy con la prueba testifical de la hermana mayor de la víctima, los vecinos y los agentes del Grupo de Homicidios de la Jefatura Superior de Policía de Aragón. El plenario se prolongará hasta el viernes y será el lunes cuando el objeto de veredicto se entregue a los miembros del jurado.