Sobrarbe
Las navatas vuelven a bajar por el río Cinca en un descenso "de éxito"
Tres embarcaciones y 18 personas han navegado este domingo desde Laspuña hasta Aínsa, en una tradición que se celebra cada año el último fin de semana de mayo
Este último domingo de mayo tres embarcaciones con dos trampos (cuerpos de cada navata) y seis navateros en cada una de ellas surcaron las aguas del río Cinca. Un descenso, el de la edición XXXVIII, que se ha realizado desde Laspuña hasta Aínsa con «éxito, sin grandes complicaciones y con un río a rebosar de agua», ha asegurado a este diario Luis Cánovas, uno de los 18 protagonistas de la jornada.
La jornada ha dado comienzo a las 8.00 horas en Laspuña, aunque todavía lejos del caudal. Todos los navateros se han reunido en tierra firme para hacer una ofrenda de flores en honor «a los compañeros que ya no están», ha explicado Cánovas. Tras este acto inicial, ya se han dirigido a los alrededores del Cinca donde al las 9.00 horas ha comenzado la tradicional misa navatera.
Media hora después, navateros y navatera (Alba Betato, la única mujer) se han preparado para la jornada de descenso con el almuerzo de pan, queso, jamón y longaniza que se ha repartido «para todo el mundo», ha añadido Cánovas.
Una vez recargadas las pilas, a las 11.00 horas han salido las tres embarcaciones con sus 18 navateros. «El descenso ha sido muy bueno», ha asegurado el navegante del Sobrabe. Ha señalado que la primera navata ha llegado en un tiempo «perfecto», dentro del estimado que «suele ser una hora y media».
«Pequeñas complicaciones»
No han tenido tan buen ritmo las otras embarcaciones, pues «llegaron a Aínsa un poco más tarde y con turbulencias». La segunda navata ha provocado una leve lesión a un navatero cuando, al chocar un remo con una roca, «este salió disparado hacia el pecho de él». Un pequeño accidente que se ha quedado "en nada más que un susto", según ha informado Cánovas. La última de las embarcaciones ha tenido también sus complicaciones durante la navegación por el Cinca. «Varias veces nos hemos encallados y complicó un poco más el descenso por el río», ha añadido.
Al final, con mayor o menor velocidad, las tres navatas y sus protagonistas han llegado a puerto sobre las 13.00 horas. Una vez pasado el puente de Aínsa, han arribado para realizar un homenaje a José Antonio Murillo, al que cariñosamente llamaban Cabezón, uno de los compañeros que falleció el año pasado.
Tras colocarle un ramo de flores en el monolito construido en su honor, ha tocado «echar el vermú y comer todos juntos paella en el pabellón». En total, unas 70 personas han recibido a los navateros tras una jornada que Cánovas ha definido como «perfecta y con un río que se dejó bajar sin mucha complicación».
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