György Ligeti, el compositor de origen húngaro más importante del siglo XX tras Béla Bartók, falleció ayer en Viena a los 83 años. El autor de Lontano y la ópera Le grand macabre conectó con el gran público a través de la banda sonora de la película de Stanley Kubrick, 2001: una odisea del espacio. La plasticidad y capacidad evocadora de su música sedujo al realizador británico, que utilizó sus obras Réquiem (1965) y Lux eterna (1966) para el salto temporal más conocido y magistral de la historia del cine, pero también utilizó en el filme algunos pasajes de Atmósferas (1961) .

"En un momento de tanta confusión en la música, su pérdida es irreparable", lamentó ayer Joan Guinjoan. El compositor valora que no se conformó con vivir de los éxitos de los años 60. "Tras una gran época marcada por Lontano y Atmospheres, siguió buscando. Nunca se imitó a sí mismo. Era un creador impresionante", agregó sobre el colosal músico nacido en Transilvania en 1923, en el seno de una familia judía de habla alemana. Para Leonard Balada, Ligeti es un artista auténtico porque su música, a pesar de ser de vanguardia y contemporánea, llega al oyente. "Creadores de su clase y categoría sólo hay cuatro o cinco. No más", afirma. Héctor Parra, joven compositor que triunfa en París, considera que es esencial porque crea un nuevo discurso. "Para mí es un paradigma de la sutilidad formal, la renovación y la continuidad".

Ligeti se interesó de niño por la música y empezó a tomar clases de piano. La segunda guerra mundial hundió a su familia: su padre murió en el campo de concentración nazi de Bergen-Belsen (Alemania) y su hermano, en Mauthausen (Austria). Él luchó con el ejercito húngaro en el último tramo de la contienda.

Después impartió clases de música en el conservatorio de Budapest hasta 1956, cuando huyó a Austria cansado de las restricciones impuestas a la creacion por la dictadura comunista. "Mi vida durante la época nazi y el comunismo estuvo llena de riesgos. Creo que eso se refleja, ese sentimiento permanece", dijo.

Desde Austria viajó a Alemania. En Colonia quedó fascinado con la música electrónica experimental, colaborando de forma estrecha con otras figuras de la vanguardia como Pierre Boulez, Karlheinz Stockhausen y Luigi Nono.

Con su primera partitura sinfónica, Apparitions (1958-1959) y, sobre todo, con Atmosphéres (1961), que le dio la celebridad internacional, Ligeti abrió un mundo sonoro nuevo. Sus obras se cimentan en estructuras rítmicas que se sobreponen y reproducen una gran cantidad de sonidos homogéneos. Entre sus composiciones destacan Nouvelles aventures (1962-65) y la ópera Le grand macabre (1978), una pieza basada en una obra de teatro del absurdo con muchas referencias escatológicas, que tuvo una versión retocada en Salzburgo en 1997.

En las dos últimas décadas, Ligeti ha recibido un amplio reconocimiento por toda obra, que ha sido editada de forma integral. Las autoridades anunciaron ayer el ofrecimiento de una tumba especial en honor de "un gran austríaco en el mundo de la música del siglo XX".