José Pepín Bello, fallecido en la madrugada de ayer en Madrid a los 103 años, era el último superviviente de la Generación del 27, el amigo inseparable de un grupo fracturado irreversiblemente por la Guerra Civil que nunca escribió ni pintó y que siempre fue reconocido como el aglutinante de aquellos artistas.

Bello, que murió durmiendo en su cama, como él quería (él que padecía un insomnio crónico, nació en Huesca el 13 de mayo de 1904, un día después que salvador Dalí. Era hijo de un ingeniero que era amigo de Joaquín Costa y Francisco Giner de los Ríos, impulsores de la Institución Libre de Enseñanza y promotores de la Residencia de Estudiantes.

Quizá por ello, su vida siempre estuvo ligada a esa institución, ya que a los 11 años ya estudiaba en la Residencia de Estudiantes, en su sección infantil, y después entró en su sección universitaria para cursar Medicina, unos estudios que abandonaría finalmente en 1928, en quinto.

Allí fue donde se hizo amigo de Luis Buñuel, que se inspiró en él para su película Un perro andaluz; García Lorca --del que decía que "ningún artista tuvo nunca su genialidad, su arrebato y subyugación"--, y de Salvador Dalí.

A partir de 1927 comenzó a pasar largas temporadas en Sevilla, y de hecho es el autor de la mítica fotografía del homenaje a Góngora en el Ateneo de Sevilla, en ese año, considerado como acta fundacional de la Generación. Bello estuvo siempre a la sombra del éxito de sus amistades, y pese a carecer de obra escrita y pictórica, no perdió por ello su influjo y su magnetismo, de tal forma que Buñuel le definía como "nada más" que su "amigo inseparable".

Era un "ágrafo impenitente" que siempre se resistió a poner negro sobre blanco sus recuerdos, a pesar de que escribir era una de sus grandes aficiones junto con la pintura. Por ello, el libro Conversaciones con José ´Pepín´ Bello, editado en mayo del año pasado, que recoge el resultado de las 40 horas de conversaciones que tuvieron con él David Castillo y Marc Sardá, es lo más parecido que hay a unas memorias del fallecido.

La única obra que puede atribuirse a Bello son algunos dibujos y dos dramatizaciones teatrales, una con Alberti y otra con Buñuel, una de las cuales se perdió y la otra se conserva en una antología. Para muchos fue el introductor del surrealismo en España, y de anaglifos (superposición de dos imágenes que producen una impresión de relieve).

La Guerra Civil la pasó en Madrid y la posguerra, en Burgos, con la pena de haber perdido a dos hermanos y muchos de sus amigos, que, o habían sido "asesinados por unos o por otros", o se habían exiliado.

En esa época, en la que tuvo como profesiones las de peletero y productor cinematográfico, recuperó la relación con algunos intelectuales, viviendo el llamado exilio interior, con los que compartió tertulia en el Café de Lyon de Madrid.

Bello, que nunca se casó ni tuvo hijos, era desde 1986 presidente de honor de la Asociación de Amigos de la Residencia. Será enterrado hoy a las 11.20 horas en La Almudena.