El supuesto enfado de los otros stones con el texto de Wood solo se explicaría por el intento de la banda de limpiar su imagen en los últimos años, patente en su tibia autobiografía According to the Rolling Stones. Porque el nuevo del grupo no cuenta nada de este que no supiéramos. Drogas y "chicas desnudas" (el estribillo del libro) por doquier, algo para nada desconocido hasta ahora.Tal vez Richards piense que solo él puede explicar que en el 2002 se presentó en la habitación de hotel de su compinche "con una bolsa de pastillas y algo de Fanta" para tocar un rato y, al saber que la guitarra de Wood era un préstamo de Jagger, "sacó una pistola de su bolsa tipo maletín de médico" y la dejó como un colador. Coda: Richards le había dejado a Jagger la guitarra.Wood se presenta como un incorregible tarambana que desafina las guitarras de Lou Reed (el concierto fue "un desastre" y él se moría "de risa"), se engancha a la coca base y prohíbe a sus hijos comer merengues en casa tras fumarse "por enésima vez el azúcar que se les caía de los dulces" y, a la que puede, monta un pub en su casa en Irlanda. ¿Qué hace cuando conoce a Ian Dury en Los Ángeles? Le invita "a comer judías al horno en tostada". Morriña grande de Gran Bretaña."Creedme, sé muy bien lo afortunado que soy", escribe en referencia a Jo, su esposa desde hace casi un cuarto de siglo y, según reconoce, la persona que ha evitado que esté muerto y ha administrado su carrera. Todo indica que ahora habrá un divorcio multimillonario y asunto cerrado.Cabe la posibilidad de que los Rolling Stones no hayan apreciado su ironía al escribir cosas como esta: "Nos queda mucho que ofrecer (compactos, camisetas, tazas, llaveros... )".