En todos los lugares hay un abuelo cebolleta que goza de una memoria enciclopédica. En Huesca, hasta los más veteranos ignoran la última vez que una corrida de toros fue rechazada por completo en el reconocimiento previo (léase García Jiménez, por mal nombre Matilla) y hubo de ser sustituida en su totalidad. Fue el caso de ayer, infortunado día en el que hasta el sol se dio el piro cubriendo de gris una atmósfera cargada de bochorno. Emocional y climático.

En lo puramente técnico, si estimábamos las dos orejas obtenidas el miércoles por Enrique Ponce de baratísimas, las dos que ayer sumó el hijo de Paquirri no son calificables. Su segundo --un toro con posibilidades ciertas-- se fue, cómo no, sin torear y en el otro el artista se invisibilizó totalmente. Dos estocadas enteras y muy traseras pero efectivas desencadenaron la petición. Pañuelos mandan.

David Fandila El Fandi sometió a sus dos toros a la habitual prueba de supervivencia de sus tercios de banderillas, esa pista americana de la que tan pocos toros salen con fuerzas para mantenerse en pie. Y Manuel Díaz El Cordobés, entre saltos de la rana y alardes de bisutería se dejó ir un primer toro de gran calidad. Pues guay, otra de gambas.

LO INTERESANTE, FUERA Así que lo más interesante estaba en los arrabales del redondel: ese diputado zaragozí que no tiene tiempo de ir a por el agua tónica de trago corto y ha de llevársela un solícito empleado door to door- (menos mal que ya no se estilan los uniformes de libreas, los temidos calimeros cabalgando las motos Sanglas). Esas mulillas al ralentí que tardan horas en ir al toro mientras que el personal presiona al palco para que saque el mocador- Ese tendido de sol convertido en vertedero consentido al paso de los toreros- Esa vuelta al ruedo transformada en un inmenso photocall, en un circular estudio fotográfico mientras los toreros hasta firman dedicatorias por capítulos en bolsos de mano- Esas cuadrillas que deberían someterse a un ERE pues ya ni se pica a los toros --un puyacillo a lo sumo-- y en las que además banderillean los propios barandas.

Al menos ayer se cerró la puerta grande para que no la atravesara en hombros antirreglamentariamente Paquirri como lo hizo el jueves Perera; ya parece que la autoridad hace respetar la ley en cuanto a las banderillas vestidas con la sardineta de la bandera aragonesa. Y así todo.

Tal que al final la crónica no dice casi de toros. Justo igual que lo que ayer sucedió en el ruedo: casi nada de toros. Solo de sus alrededores.