El director José Skaf (Buenos Aires, 1978) debuta en el largometraje con Vulcania, drama distópico ambientado en una comunidad aislada cuyos habitantes viven de la explotación del acero bajo el yugo paternalista de dos grandes familias. Un sistema que empezará a agrietarse cuando Jonás (Miquel Fernández) y Marta (Aurra Garrido) se pregunten qué hay más allá de su pequeño universo conocido.

--Las ficciones distópicas, tanto en cine como en literatura, parece que viven un momento dorado.

--Sí, la crisis mundial tiene mucho que ver, pero este tipo de historias siempre han estado ahí. Creo que las distopías nos hacen reflexionar sobre lo que estamos haciendo con el mundo y las consecuencias que puede tener para las generaciones venideras.

--¿Cuál sería, en última instancia, la reflexión de Vulcania?

--La película no tiene ningún discurso político intencionado, aunque haya paralelismos con la actualidad: la corrupción, el abuso de poder, el totalitarismo. El propósito es que la gente disfrute de la historia y que, si les hace reflexionar, pues aún mejor. Lo que sí que es verdad que vivimos el día a día sin mirar alrededor. Y en ese sentido, Vulcania habla de la necesidad de despertar, de no conformarse, de cuestionar lo que nos dicen. Y, por supuesto, de lo importante que es disponer de información. Es justo el acceso a esa información lo que hace que los totalitarismos vestidos de paternalismo lo tengan cada vez más difícil.

--Vulcania es su ópera prima. ¿Cómo surgió el proyecto?

--Vivo en Madrid y soy programador de la cadena TCM. Allí también trabaja el guionista Diego Soto. Yo tenía una idea básica sobre un mundo dividido en dos familias, se lo conté a Diego, le gustó, empezamos a trabajar juntos a la hora de comer y... en unas semanas teníamos el guion. Tiramos adelante con el apoyo de David Matamoros, de Zentropa Spain. Ha sido un esfuerzo titánico, con el trabajo desinteresado de mucha gente. Cuatro años, demasiado tiempo... Hay muchos tipos de películas para los que esos cuatro años tienen sentido.

--Vulcania es un lugar fuera del tiempo y el espacio. En este sentido, el look, la atmósfera, esa tonalidad mate y grisácea, son clave.

--Totalmente cierto. Una atmósfera de sitio escondido, deslocalizado, como inexistente. Fue un hallazgo. Buscamos por el norte de Europa, pero al final lo teníamos enfrente, en el Pirineo. Xerallo nació en los años 50 a los pies de una cementera hoy abandonada. Una calle principal, 15 o 20 casas, y la fábrica al fondo. Y con una historia de colonia industrial parecida a la de la película.

--¿Qué ha supuesto para usted trabajar con un reparto tan rutilante (Miquel Fernández, Aura Garrido, Ginés García Millán, José Sacristán) en su debut?

--Son tan buenos que me lo han puesto muy fácil. Eso me salvó en el rodaje, porque ensayamos poco. Cuando tienes que correr, necesitas gente eficaz. Ves a José Sacristán que te dice: "A tu disposición. ¿Qué hago?". Un día quiso repetir hasta 16 veces una escena en la que lee un discurso. Un regalo.