Síguenos en redes sociales:

CRÓNICA

Cuando el niño era niño...

Cuando el niño era niño...

La complejidad de adaptar una película a un espectáculo escénico (multidisciplinar es la palabra que mejor le encaja a esta obra de Teatro Che y Moche) es elevada pero si, además, se aborda una película como El cielo sobre Berlín que forma parte del imaginario colectivo de toda una generación y que triunfó hasta en el Festival de Cannes, el ejercicio se transforma en un triple salto mortal. Sin embargo, en cuanto las luces se apagan y se empiezan a escuchar los versos de aquel poema asociado ya eternamente a la película (Cuando el niño era niño...) y se descubre el escenario comandado por un videomapping (excepcional el trabajo de Pedro Santero) que resucita un Berlín ya desaparecido, el espectador ya no tiene tiempo para pensar en casi nada ante una propuesta que abruma.

GRAN DESPLIEGUE

Y lo hace fundamentalmente por su despliegue técnico (por supuesto), histórico (por ejemplo, es fácil reconocer los diálogos de la película), interpretativo (son diez los actores que participan en el montaje pero son muchos los personajes que circulan por el escenario) y, cómo no, filosófico (si bien, en este caso, el mérito proviene directamente de la película original).

La apuesta de Teatro Che y Moche, dirigida una vez más por Joaquín Murillo, ahonda en el sentido más emotivo de una historia en la que a los dos ángeles masculinos se les añade una femenina que, interpretada por Elia Lozano, demuestra que la danza es un lenguaje universal. Y más en un espectáculo multidisciplinar como es este El cielo sobre Berlín en el que a la actuación de Lozano hay que añadir la escena de la trapecista que ve como su circo su derrumba («El tiempo lo cura todo pero ¿qué pasa si el tiempo es la enfermedad?») y acaba con sus ilusiones... una vez más.

Es en ese momento cuando ya da igual si has visto anteriormente la película y la trama argumental (que, en realidad, tiene la importancia justa ante una maravilla visual de tal calibre) porque sobre el escenario del Teatro Principal lo que se ve es una adaptación libre de El cielo sobre Berlín en la que son reconocibles, no podía ser de otra manera, muchas de las escenas de la película pero en la que hasta la dimensión espiritual adquiere otro vuelo.

Mención especial aparte merece el trabajo musical de esta producción (a cargo de Víctor Rebullida) que no desmerece en nada a la propuesta técnica. El compositor decía en la presentación de la obra el otro día que el trabajo había sido muy distinto al de Metrópolis (fundamentalmente porque no había texto) pero si algo está claro es que la conjunción con el videomapping hace crecer la propuesta.

Las comparaciones con la película son inevitables y, de hecho, el propio Joaquín Murillo señaló en la presentación que buscaban, como marcó el filme en su día, una nueva manera de contar, de conectar más directamente con el público. Cuando acabó la primera representación de El cielo sobre Berlín el jueves en el Teatro Principal el público aplaudió y aplaudió y se levantó de sus asientos para arropar al elenco. ¿Objetivo cumplido? Cuando el niño era niño... Hasta el domingo, 26 de mayo, en el Teatro Principal de Zaragoza.

Pulsa para ver más contenido para ti