Quince años hacía que el Ballet Nacional de España no actuaba en Aragón y el público ya tenía ganas de verlo. Lo que podría ser una suposición en los días previos a su actuación en el Palacio de Congresos de la Expo de Zaragoza, se ha tornado esta noche en una máxima absoluta cuando han empezado los primeros pasos de baile de Invocación. Un programa en el que el director de la compañía, Rubén Olmo, había avisado que apostaba por la esencia de la danza sin tener en cuenta el argumento. Y lo que sucede durante las dos horas del espectáculo es que los 57 bailarines del Ballet Nacional, brillantemente acompañados por siete músicos en la segunda parte en la que se rinde homenaje al flamenco Mario Maya, es que se apela una y otra vez a las emociones del espectador que no puede más que atender a un programa que abruma. Por la cantidad de bailarines en escena, por la puesta en escena desnuda aunque directa, por la soberbia música pero, sobre todo, por la versatilidad, potencia y destreza de unos protagonistas que consiguen eso que siempre se dice, convertir lo difícil en algo sencillo, que parezca casi al alcance de todos. Pero no.

El espectáculo echa a andar con una pieza como Invocación bolera que es un homenaje a esa sociedad de las verbenas y los bailes que retrató Goya (no hay que olvidar que esta actuación estaba englobada dentro del ciclo de música goyesca organizado por el Gobierno de Aragón y la Diputación Provincial de Zaragoza) para dar a paso a una pieza de extraordinaria belleza y emoción, Jauleña, interpretada por el propio Rubén Olmo y en la que subyacen en el inconsciente todas esas pinturas negras del de Fuendetodos. Son algo más de 6 minutos que predisponen al espectador para volver a recibir al ballet completo que derrocha toda su energía en una pieza coreografiada por Antonio Najarro, Eterna Iberia, que ha sido recibida por ovaciones casi constantes por parte de un público que ha estado cerca de llenar el recinto (las 640 localidades que salieron a la venta dadas las restricciones de aforo vigentes).

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Actuación del Ballet Nacional de España en el Palacio de Congresos de la Expo

Con esta pieza se da por concluida la primera parte del espectáculo que se reanuda, tras un breve descanso, con el homenaje al flamenco Mario Maya, compuesto por ocho pequeñas interpretaciones en las que el flamenco vuela hasta la máxima expresión. Con una banda de músicos de brillante interpretación y sentimiento, el cuerpo de baile va sucediendo los pasos imposibles y coloridos al ritmo de las palmas y los sonidos flamencos. Si hasta entonces el público ya estaba entregado, ha sido en esa segunda parte cuando ya se ha quitado cualquier tipo de remilgo y los aplausos y hasta los olés, siempre respetuosos con el ritmo que marcaba el espectáculo, eso sí, han sido algo bastante habitual.

Por supuesto, cuando ha llegado el final del espectáculo, el auditorio, como no se podía esperar otra cosa, se ha puesto de pie para despedir al Ballet Nacional de España que ha respondido con un pequeño baile final al ritmo del flamenco.

Ha sido un broche espectacular a una actuación de primer nivel que ha vuelto a dejar en evidencia que en Zaragoza hay un público entendido en danza que responde siempre que tiene la ocasión. También que el Ballet Nacional de España no debería tardar tanto en volver a actuar en alguno de los escenarios aragoneses. Mientras tanto, solo cabe recordar esta Invocación. Sentimiento y esencia pura de la danza.