En 1967, Pedro Tramullas (Oloron-Sainte-Marie, 1937-Huesca, 2017) participó en el célebre Symposium de Escultores Europeos que tenía lugar en las canteras romanas abandonadas de Sankt Margarethen en la región del Burgenland austriaco cuya primera edición, celebrada en 1959, significó el nacimiento y difusión a nivel internacional del Movimiento Symposia de Escultores, en el conflictivo escenario de la Guerra Fría. 

Del escultor austriaco Karl Prantl fueron ambas iniciativas, que dieron respuesta a las políticas de reconciliación y reconstrucción en Europa Occidental tras la Segunda Guerra Mundial mediante el intercambio artístico en un ambiente libre de ideologías.

Tramullas quedó fascinado con la experiencia allí vivida y se propuso organizar un Symposium en España siguiendo la filosofía de Prantl, tan acorde con sus intereses vitales y espirituales. Su vinculación familiar con el municipio de Jaca le animó a presentar la iniciativa al alcalde del municipio, que no la aceptó; pasados los años, en 1975, encontró el valioso apoyo de Emilio Gastón que convenció al alcalde de Hecho, Romualdo Borruel, para acoger el Symposium cuya primera edición se inauguró aquel verano en un territorio de frontera, lugar privilegiado para el encuentro y la comunicación.  

En 2002, el Ayuntamiento de Hecho editó el libro El Symposium Internacional de Escultura y Arte del Valle de Hecho (1975-1984) con textos de Juan Ignacio Bernués Sanz y Manuel Pérez-Lizano Forns. El estupendo artículo de Bernués, atento a los antecedentes, contextualización y desarrollo del Symposium, es referente obligado de estas líneas que pretenden ser un nuevo recordatorio del único encuentro en nuestro país de aquel movimiento internacional que obtuvo mayor reconocimiento fuera que dentro del panorama nacional, atento a otras cuestiones por completo ajenas a la aparente despolitización que Pedro Tramullas proponía siguiendo el modelo de los Symposia europeos. Esta fue una de las principales razones que explica su escasa proyección y reconocimiento, junto a los gustos imperativos y restrictivos de Tramullas. Sin embargo, conviene atender a aquellos rasgos que permiten poner en valor la experiencia que, pese a las continuas limitaciones presupuestarias, logró convertir un lugar de frontera en un espacio abierto a la convivencia, al diálogo y al intercambio de ideas y conocimientos; en definitiva: en un «taller compartido» por artistas procedentes de diferentes países y culturas, donde era posible conjugar vida y arte.  

En un principio Tramullas siguió el modelo de Prantl que había conocido en Austria y, aunque los propósitos fijados apenas variaron en el tiempo, no dudó en abrir la práctica de la escultura al resto de las disciplinas artísticas y visuales, a partir de la segunda convocatoria, en 1976. De ahí los cambios en la denominación del Symposium, acordes con la constante redefinición a la que obligaban las circunstancias artísticas y económicas que Tramullas hubo de solucionar sobre la marcha, con tanto esfuerzo como firmeza demostró en sus convicciones estéticas. Señala Bernués que aunque en Austria pudo conocer las incipientes tendencias centroeuropeas del land art no le interesó desarrollarlas en el Valle de Hecho, absorto como estaba en el poder mágico de lo ancestral, de la astrología y de la alquimia. Asuntos que determinaron la integración de las esculturas en la naturaleza según un orden trascendental que permitía restituir en La Cuesta, una colina próxima a Hecho, las líneas imaginarias de constelaciones zodiacales, siguiendo de cerca la posición de las estructuras megalíticas que abundan en el Valle de Hecho. 

Desde 1975 hasta 1984, Hecho se convirtió durante los meses de julio y agosto en un lugar propicio para el encuentro, más allá de la mayor o menor coincidencia de criterios y objetivos entre quienes participaban y Tramullas, que encontró entre sus mejores aliados a Miguel Ángel Encuentra. Si para Tramullas, el arte –con mayúsculas– ha de ser patrimonio de todos, Encuentra se expresó en términos similares en el Manifiesto de Artistas del VI Symposium Internacional de Arte del Valle de Hecho de 1980: «Tengo el firme convencimiento de que las obras de arte deben estar hechas para el goce colectivo, de que aprendizaje debe ser común y formativo, y sobre todo, mi absoluta creencia de que el arte debe integrarse en la vida normal de los ciudadanos».  

A la llamada de Tramullas acudieron más de 80 artistas venidos de 20 países diferentes. La presencia aragonesa fue importante y en cierta medida favorecedora de una mayor aproximación de los artistas participantes en el Symposium con los habitantes del valle de Hecho, tras la crisis abierta ya en la segunda edición de 1976, cuando los vecinos de Siresa protestaron por el agravio que suponía el apoyo a la iniciativa cultural frente al abandono de las mínimas infraestructuras urbanas del municipio. «No queremos escultores, ni escultura», fue la respuesta contundente al planteamiento utópico de Tramullas que pudo continuar en gran medida por la colaboración de los artistas convocados, pese al cese del alcalde Borruel, el desdén de la nueva alcaldesa Antonia Petriz, el recelo de los habitantes del valle o la drástica reducción presupuestaria que frustraron uno de los proyectos más interesantes del Symposium, la Ruta del arte abstracto.