A veces sucede que los artistas acaban siendo rehenes de sus propias canciones y de un público que, al final, también está atrapado por ellas y solo quiere escucharlas. No es el caso de Jairo Zavala. O de Depedro para ser más precisos ya que hablamos de su carrera artística. Y en ese espectacular anfiteatro natural (bautizado como El hombre vertiente en un guiño al lugar) que se ha montado en Zaragoza para acoger diferentes actuaciones del ciclo municipal Cultura al raso ha quedado más que patente que lo de Jairo Zavala es crecer pero, sobre todo, hacer crecer las canciones al ritmo que marca una cierta improvisación musical. Claro, que llevar semejante banda de músicos a su lado ayuda.

En un concierto que se había tenido que posponer hasta en dos ocasiones, se puede decir que la espera ha merecido la pena. Y es que Depedro ya ha salido al escenario con ganas de disfrutar, con esa sonrisa de artista antes de atacar el concierto con, por nombrar solo algunas, ¿Hay algo ahí?, Nubes de papel, Déjalo ir, Tu mediodía y Flores y tamales.

No desvelamos nada si decimos que todo es más sencillo cuando el público tiene ganas de corear, seguir el ritmo y... de bailar (aunque, de momento, hay que hacerlo pegado a la silla) pero tampoco sería arriesgarse mucho si se dice que la destreza musical de los cinco instrumentistas que han subido esta noche al escenario de El hombre vertiente es abrumadora. Eso les permite jugar con las canciones desde la libertad y desde la intención de hacer descubrir al público nuevos matices en canciones ya míticas como Te sigo soñando, DF, Diciembre, Llorona o incluso las de los bises, Como el viento y Panamericana.

Decíamos al principio que Depedro no es sospechoso de ser rehén de sus propias canciones ni tampoco su público. Y la simbiosis que se da y que busca continuamente Jairo Zavala no responde sino a la verdadera concepción de un artista, respeto y amor por la profesión junto a las ganas de jugar y divertirse a la hora de mostrar sus creaciones.

Han sido casi dos horas de concierto las que se han vivido junto al Ebro y la realidad es que se han hechoincluso cortas para un público que si de algo se ha lamentado, probablemente, haya sido únicamente de la cantidad de mosquitos. Cosas del directo, que diría aquel.