El verano parecía el momento de la recuperación del sector de los espectáculos. Algunas instituciones públicas se animaban a celebrar conciertos en las localidades y, con ellos, el aumento de la contratación de las orquestas y grupos musicales. Los últimos brotes de la pandemia han hecho que la actividad vuelva a paralizarse. «La enfermedad vuelve cuando parece que podemos volver a trabajar», cuenta Jesús Marín, gerente de la orquesta Magia Negra.

La aceleración del proceso de vacunación también abría un escenario de esperanza, pero, de nuevo, el crecimiento en las últimas semanas de los contagios ha diezmado la posible vuelta a los escenarios: «Teníamos la ilusión de que con las vacunas y la inmunidad al final del verano se pudiese hacer algo, pero ya parece imposible».

Magia Negra había centrado esas ganas de volver en la creación de tres nuevos repertorios: «Uno dedicado a los niños, otro parecido a nuestro concierto típico y un tercero centrado en la movida madrileña, que se puede disfrutar sentado».

Los espectáculos llevan paralizados prácticamente desde marzo de 2020, momento en el que comenzó el confinamiento. El principal efecto ha sido la complicada situación económica en la que se encuentran los miembros de las orquestas y bandas. «Hemos tenido muchas pérdidas y hemos seguido pagado impuestos y alquileres», recuerda Marín, antes de señalar que «las ayudas que se prometieron nunca han llegado». Este golpe a su trabajo ha llevado a muchos músicos a buscar un nuevo empleo, «porque no saben hasta cuándo va a durar la situación». Un nuevo trabajo que los profesionales no están dispuestos a dejar por «cuatro o cinco bolos durante todo el verano».

El bajón de actuaciones también se notará durante toda la temporada estival, Marín calcula que, en una temporada normal, la orquesta Magia Negra puede hacer «25 bolos en agosto y en torno a 20 en septiembre». El 2021, sin embargo, presenta una imagen completamente distinta: «Si hacemos el 20% de actuaciones que en un verano bueno, nos podremos dar con un canto en los dientes».

Marín cree que es necesario volver a convencer al público de que «la cultura es segura, que los recintos son adecuados y que la organización siempre es buena». La situación en el sector cultural es dramática: «Si la cosa no cambia, la mitad de las orquestas de Aragón pueden desaparecer»