Hace un siglo, España también se intentaba recuperar de los estragos de una pandemia y vivía sumida en una profunda crisis política y económica, hundida por los desastres de la guerra africana, la conflictividad social, en plena continuidad de la decadencia borbónica y a punto de caer en la dictadura de Primo de Rivera. A pesar de ello, los años 20 fueron un momento de efervescencia, con una sociedad que se intentaba divertir y que comenzaba a disfrutar de algunas actividades culturales importadas de Estados Unidos y sobre todo de Francia que convirtieron esa década en una época de diversión en la que el placer y la fiesta convivía con las férreas imposiciones morales del país.

En ese contexto se enmarcan los cuplés sicalípticos, un género de canción popular procedente de París, cuna de la bohemia y el pecado, que tuvo notable éxito en España. Un siglo después, el veterano periodista especializado Antonio Gómez, publica Las picardías de nuestros abuelos, un documentado y original repaso a ese género que tanta importancia tuvo en la España de los años 20 y que empezó a decaer en la República para ser censurado y readaptado en pleno franquismo. El libro de Gómez es además un completo análisis de la sociedad de la época y la historia de una etapa en la que convivía una España atrasada y reprimida con otra que se entusiasma con la llegada del avión, los coches, el fonógrafo, el cine o las sustancias químicas empleadas como actividad lúdica.

La sicalipsis es, como dice el autor de este libro, "la insinuación, el decir sin nombrar, lo que está en la cabeza frente a la evidencia de la pornografía". Pronto lo sicalíptico se convirtió en un género extremadamente popular y convivió con las postales eróticas y el incipiente cine pornográfico al que tan aficionado fue el propio rey Alfonso XIII. Es la época de los teatros y music-halls, abundantes en Madrid y en Barcelona, y también en Zaragoza, donde perduran reciclados el Oasis y el Plata.

 A través de los 80 textos de los cuplés rescatados en el libro se rinde homenaje a aquellas mujeres que gozaron de fama y seguidores y se recogen las letras de esas canciones de un humor sobrecargado de insinuaciones que a los ojos de un lector contemporáneo pueden resultar inocentes a pesar de su evidente carga erótica.

Gómez reivindica con este libro ese grupo de mujeres artistas que considera las precursoras inconscientes del feminismo. Desinhibidas, dueñas de su cuerpo y su vida, independientes y con mucha personalidad, el periodista encuentra en ellas, mujeres de procedencia humilde y obrera, el complemento a las mujeres intelectuales y cultivadas que en esa misma época reivindicaron los derechos de la mujer, como Victoria Kent, Margarita Nelken, Emilia Pardo Bazán o Maruja Mallo, entre muchas otras.

Las cupletistas como La Fornarina, la Chelito, La Bella Dorita o las aragonesas Raquel Meller (aunque pronto abandonó lo sicalíptico para profundizar en el cuplé sentimental) o Mercedes Serós (que popularizó La chica del 17) interpretan "canciones escritas por hombres cantadas por mujeres con su perspectiva".

Agrupados de forma original por temas (las que tienen como protagonista a "animalillos indiscretos", las "fantasías hortofrutícolas", los objetos y otros fetichismos, las máquinas o "la irresistible atracción del exotismo") el trabajo de Gómez es un documentado libro fruto de muchos años de investigación contado de forma tan desenfadada como lo eran los propios cuplés y sus intérpretes.