El escritor zaragozano Santiago Morata acaba de publicar su proyecto más ambicioso, la novela histórica Zaragoza (Doce Robles) en la que recorre, en 25 capítulos, la apasionante historia de la ciudad. 

–¿Cómo surge este proyecto tan ambicioso?

–Por casualidad... De una conversación con uno de mis sobrinos porque yo siempre les intento motivar a que lean y a que lean Historia. La historia de Aragón es increíble, preciosa, la realidad siempre supera la ficción y en Zaragoza han pasado cosas que no han pasado en ninguna ciudad de España. Y siempre me respondían, «cuando salga la peli». Bien, pues esto es la peli. Y con esa motivación para los que no conocen la historia de Zaragoza o para los que creen que la conocen, he construido esta novela, una manera de introducir la historia en lugar de con sangre, con la zanahoria. 

–¿Ha sido un trabajo muy arduo?

–De muchísimos años. Ten en cuenta que son 25 capítulos, es decir, 25 novelas históricas distintas entrelazadas. Para una de mis novelas históricas me podía pegar de un año a dos años estudiando antes de empezar a escribir. Imagínate el trabajo que ha llevado esto. 

–Cada capítulo está dedicado a una época de la ciudad pero cada uno tiene una aventura diferente, ¿cómo es la construcción de esta novela?

–Tienes que cuadrar la parte rigurosa histórica con una historia ficticia, uno tiene que ir paralelo a la otra, bailando sin estorbarse. Normalmente, en todas las novelas hay licencias históricas porque el escritor en algún momento se tiene que desviar, en esta, no. Hay veces que los personajes viven historias personales pero lo que ven y lo que narran es absolutamente cierto y fidedigno. 

–Sin duda, Zaragoza no tiene nada que envidiar a casi ninguna ciudad del mundo, ¿no?

–En Historia, anécdotas, pesadumbres, batallas, en cosas que han pasado… no. ¿Qué ciudad española tiene más historia? Habrá algunas que les habrán pasado cosas muy gordas pero es que Zaragoza tiene una detrás de otra y es un no parar. Y volvemos a que la realidad supera la ficción, los lectores van a descubrir cosas y anécdotas que ni se imaginaban. En la novela trato de darle a la ciudad una vida propia, un pulso viviente, una identidad porque creo que las ciudades tienen una vida que es la suma de todas las pequeñas historias de los seres que la habitamos. Eso hace un pulso vital que permanece, hay ciudades en que se nota mucho como en París o Zaragoza. 

–¿Quiere decir que la ciudad deja una marca en sus habitantes?

–Todo ese pasado, ese carácter, el tiempo que tenemos, la historia, las herencias de las distintas culturas… es que el zaragozano tiene que ser de una manera y no de otra. 

–¿Tenía claro el formato que quería emplear desde el inicio?

–No me voy a atribuir todo el mérito de esta novela. He seguido el modelo de Edward Rutherfurd que hizo cosas parecidas con Londres, Nueva York, Rusia… Yo soy un apasionado de los viajes, me he recorrido todo el mundo y antes de ir a un país me documento hasta la obsesión. No solo con las guías turísticas, leo libros de historia y los libros de este señor eran para mí un regalo. Yo pretendía dar eso, no solo para un zaragozano sino para que la gente de otras regiones u otros países que vengan a Zaragoza, se lean esto antes de venir y cuando reconozca los lugares verá que la sensación es maravillosa. Vives tanto el viaje antes de llevarlo a cabo tanto durante como después por los recuerdos. 

–¿Se ha planteado esta ‘Zaragoza’ como un regalo a la ciudad?

–Es algo por y para mí y para los nuestros. Es un regalo a mí mismo y a la ciudad. 

–Más allá de un regalo, ¿cuál es su objetivo con esta novela?

–Interesar a las personas en la Historia. Nos creemos que conocemos la historia de la ciudad y resulta que no. Cuando más crees que sí, más cosas te dejas. No pretendo aportar toda la luz del mundo pero es un testimonio muy bonito y humano que va a sorprender a mucha gente. Todo el mundo recuerda detalles del siglo XX, detalles encantadores, eso lo intento extrapolar al resto de la cronología de la ciudad. 

–¿Cuál es su época favorita de la ciudad?

–Me voy a la que menos documentación hay, la Zaragoza romana, que es la que más nos cuesta a pesar de que tenemos tanto resto y vestigio. Tuvo que ser impresionante, no sé si el máximo esplendor de la ciudad, pero tuvo que ser espectacular. 

–¿A cuál le ha sido más difícil viajar y escribir sobre ella?

–Si tienes poca documentación, mal, porque tienes que hilar muy fino para encontrar una historia muy bonita y ceñirte a lo que tienes. Pero si tienes muchísima documentación como es el caso de los Sitios o del siglo XX siempre tienes la sensación de que te dejas cosas en el tintero. Es muy difícil condensar todo en estas cuatrocientos y pico páginas y que quede ameno, divertido, rápido, fiel a la historia y que la gente se enganche.