Las salas de conciertos cogen aire tras casi 20 meses con la soga al cuello. El fin de la restricción de aforos y el regreso de la barra y del público de pie acercan la ansiada normalidad a un sector especialmente golpeado por la pandemia. Quizá el más perjudicado de todos, porque el resto de actividades culturales, como los teatros y los cines, han seguido funcionando aunque sea al ralentí. Las salas, sin embargo, estuvieron prácticamente en blanco hasta el pasado mes de mayo, cuando Sanidad les dejó volver a programar. Primero con un aforo del 50% y luego del 75%, y con todo el público sentado.

Ahora, ya sin esas restricciones y con la única obligación de llevar la mascarilla, la rentabilidad de las actuaciones se recuperará; siempre, eso sí, que el público vuelva a responder. «Cuando volvimos a programar en mayo lo hicimos por amor al arte porque ya sabíamos que todos los bolos iban a salir a pérdidas, aunque era una forma de poner de nuevo en marcha la maquinaria», indica el gerente y programador de la Creedence, Mike Ramón.

Los malabares que han tenido que hacer las salas en los últimos 20 meses han sido notables, recurriendo a ahorros personales o créditos. Por el camino se han quedado algunos espacios emblemáticos como La López, El Zorro o el Juan Sebastián Bar, que afortunadamente ha encontrado acomodo en el antiguo Crápula. Para la que ha caído son pocas, aunque aún se desconocen los efectos que esta travesía por el desierto tendrá en la viabilidad futura de estos negocios.

Aragón en Vivo, la asociación que aglutina a la gran mayoría de las salas de música aragonesas, estima que desde la irrupción de la pandemia se han dejado de celebrar más 3.000 conciertos en la comunidad, con unas pérdidas superiores a los cinco millones de euros. «Hemos sido sin duda el sector más perjudicado y el peor tratado; los agravios comparativos han sido flagrantes», denuncia Pablo Cano Patxi, presidente de Aragón en Vivo y propietario del Rock & Blues. Hay que recordar que la normativa que entró en vigor en mayo no les permitía servir bebidas durante el concierto, lo que hacía económicamente inviable cualquier actuación.

«Llegó un momento en que nada parecía tener sentido y no se veía justificación a seguir cerrados primero y a las restricciones una vez abiertos cuando el resto de sectores había recuperado la normalidad y viendo lo que se veía en otras actividades. Se ha gestionado muy mal la crisis y no se nos ha tenido en cuenta. Nos va a costar muchísimo recuperarnos económicamente», resume Javier Benito, de La Lata de Bombillas.

Todo este parón en la programación de conciertos ha golpeado directamente al colectivo de músicos y técnicos, muy mal parados también debido a la pandemia. «Conozco a técnicos de sonido que han estado repartiendo pizzas durante esta crisis», lamenta Ramón. Además, la gran mayoría de conciertos que se han organizado estos últimos meses eran mayoritariamente acústicos y daban poco trabajo a estos profesionales.

«Además de a nosotros, todo esto ha hecho bastante daño a la música en general. Y no podemos olvidar que Bunbury o Amaral salieron de ahí, de las salas de conciertos aragonesas», subraya Chema Fernández, el programador de La Casa del Loco.

Críticas a la administración

Lo que más lamenta el sector es que la administración «nos ha tratado como el último mono y nos ha dejado para el final». Además, critica que las ayudas han sido «totalmente insuficientes», como apunta Mike Ramón. «Se le ha llenado la boca con las ayudas y al final han llegado a poca gente», añade Fernández.

«Si las que se han prometido llegan, podríamos recuperar esos créditos; el problema es que ha habido profesionales que no las han podido solicitar porque ya estaban endeudados», explica Cano, que recuerda que la libertad de aforos llegó a la mayoría de países europeos hace tres meses.

Con el regreso a la fase 1 de alerta por el covid, disfrutar de un concierto va a ser muy parecido a antes de la irrupción de la pandemia (salvo la consabida mascarilla). «Vamos a seguir siendo responsables y velaremos por que todo el mundo cumpla», subraya Cano.

Lo que falta por saber ahora es cómo reaccionará el público. Fernández se muestra optimista en este sentido porque la gente «está respondiendo muy bien». Por el momento, en La Casa del Loco y en el Rock & Blues ya están programando «al mismo ritmo que antes de la pandemia», mientras que otras se muestran más cautas y reconocen que costará volver a poner la maquinaria en marcha. «Recuperar la actividad y el ritmo de programación nos va a costar porque trabajamos a meses vista y ahora no podíamos hacerlo en condiciones al no saber con qué aforos y restricciones tendríamos que hacer los conciertos», apunta Javier Benito, que estima que La Lata no tendrá una actividad similar a la de antes de la pandemia hasta inicios de 2022. 

La López se traspasa

No todas las salas aragonesas han podido aguantar el fuerte envite de la crisis sanitaria. Algunas se han quedado por el camino, con el consiguiente perjuicio en la programación cultural de la comunidad. Es el caso de La López, la sala ubicada junto al Puente de Piedra que ha acogido un buen número de conciertos desde que abrió sus puertas en 2010. Tras 19 meses cerrada, la sala busca nuevos gestores y se traspasa por 100.00 euros y un alquiler mensual de 6.000 euros, tal y como aparece en el anuncio publicado en el portal idealista.

No es la única sala que se ha quedado por el camino tras esta pandemia. El Juan Sebastián Bar, ubicado en la zona de Bretón, cerró sus puertas en noviembre de 2020, aunque afortunadamente ha encontrado acomodo en el antiguo El Refugio del Crápula, en la Magdalena. También ha cerrado definitivamente uno de los locales más emblemáticos de la ciudad: El Zorro, ubicado en el centro comercial El Caracol. La sala, famosa por sus míticas ‘jam session’, no ha vuelto a abrir desde que cerró en marzo de 2020. Hace unos días anunció su adiós definitivo, dejando más huérfana de música a la ciudad.