A sus 54 años, el zaragozano Manuel Júlvez ha emprendido la aventura de su vida. Tras muchos años escribiendo, «cuentos, relatos y cualquier frase que se me pasase por la cabeza», Júlvez lanza Tierra mojada, su primer libro, que arranca en Alfamén, localidad natal de su familia. «Es una novela de aventuras, un viaje iniciático de un joven pastor que sale del pueblo en busca de sus recuerdos», resume el autor.

Ambientada a finales del siglo XIX, Tierra mojada retrata la realidad de un pueblo aragonés, de Zaragoza y del Desastre del 98, el hecho histórico que terminó con el imperio español. Un viaje a un período de la historia que, para Júlvez, ha estado escondido por culpa de la Guerra Civil: «Este conflicto es un agujero en la historia nacional, porque ha impedido que el público general conozca lo sucedido antes de este trágico episodio». Sin embargo, Júlvez considera secundario el papel de la Historia en su primera novela: «Solo es el escenario en el que pongo a jugar a mis personajes».

Valero, el protagonista de Tierra mojada, recorre en su viaje tres localizaciones diferentes que forman «tres partes muy distintas, que casi se pueden leer por separado». «Todas las partes tienen el mismo nivel de importancia», cuenta Júlvez, que trabajó durante un largo tiempo en la documentación de cada uno de los apartados. «Hay que controlar el proceso de documentación, porque puedes llegarte a obsesionar», explica el escritor, que cree que es muy importante parar este proceso anterior a sentarse frente al teclado: «La documentación no te puede llegar a abrumar, porque la tarea del escritor es escribir». Como ejemplo, Júlvez pone la Guerra de la Independencia en Zaragoza, «de la que rescato esas cicatrices que el lector puede reconocer hoy en un paseo por la ciudad», o la guerra en Filipinas, donde tuvo que hacer una documentación aún más exhaustiva, pero marcando las distancias: «La historia de los últimos de Filipinas es tan potente que mi papel como escritor es no estropearla».

Entre personajes, tramas y escenarios, Júlvez tiene claro que su escritura pone el foco en los protagonistas de sus historias: «No entiendo las tramas sin darle la importancia necesaria a mis personajes». Una técnica que, en el caso de Tierra mojada, muestra en Valero una gran transformación: «Mi protagonista evoluciona muy rápido porque quiero que el lector perciba, al final de la novela, todo lo que ha cambiado desde la primera página». Este largo camino también provoca el cambio de ritmos durante la historia, porque «no se pueden narrar igual un paseo por Alfamén y la toma de una posición en medio de una batalla». La transformación de los personajes también afecta a Júlvez, que admite que su escritura «ha evolucionado durante todo el proceso de creación de esta novela».

Su primera incursión en el mundo editorial no es sencilla. En un sector que reclama autores jóvenes, Júlvez debuta con 54 años, pero sin temor: «He tardado 54 años en publicar porque llevo 54 años de documentación. Para escribir hay que saber de la vida». Consciente de que es complicado «dar un pelotazo», Júlvez considera que la competición de las novelas «no es entre ellas, sino con otros medios, como las series o los videojuegos». «Tenemos que cambiar el pensamiento y darnos cuenta de que lo importante es sacar buenos libros y contar historias de calidad», sentencia Júlvez.