La he disfrutado de verdad, desde la primera y hasta la última línea. Estoy convencido de que esta preciosa novela ha llegado a mis manos en el momento justo, como si se tratara de una visita que esperaba con auténtica devoción a sabiendas de que iba a emocionarme. Para los que amamos el cine, es una gran recomendación que no se puede obviar. Para los incondicionales del cine clásico, es irrenunciable. No deja de tener su miga que el director Billy Wilder sea el protagonista, hábilmente retratado con su humor característico, su cáustica mirada y su entrega incondicional al oficio de contar, entretener y divertir.

Junto a su fiel compañero Iz Diamond, con el que ideó y escribió numerosos guiones, Billy Wilder está rodando Fedora en Grecia a finales de los 70 y desconoce que será la penúltima de sus películas. Una nueva generación de cineastas está en el candelero y parece que las suyas se han convertido en historias obsoletas. La crítica lo sigue venerando, pero para sacar adelante nuevos proyectos es preciso ser rentable y que exista quien tenga dinero para arriesgar y esté dispuesto a hacerlo. Una y otra vez alude a esos jóvenes barbudos (Spielberg, Scorsese, Coppola…) que se están convirtiendo de repente en los grandes de Hollywood y cuyos trabajos están cautivando a un público diferente al que él conoció.

Y entonces aparece en su vida Calista, una muchacha griega ajena al mundo del cine que se convierte en su traductora por las tierras balcánicas. Se habían encontrado previamente en Los Ángeles de una manera fortuita y afortunada porque al ignorar su obra es la naturalidad la que sienta las bases de esa nueva amistad. Es Calista la persona joven que puede informarle sobre los actuales gustos de la gente. Es quien le escucha y le profesa admiración. Y ahora, es además quien nos lo cuenta a los lectores, pues nadie mejor que ella para convertirse en la narradora de aquellas inolvidables experiencias que sin duda fueron decisivas a la hora de perfilar su futuro profesional y entregarse a la pasión de hacer carrera como compositora de bandas sonoras.

Boquiabierta frente a un mundo fascinante que se mostraba delante de sus ojos asistió al rodaje, a las esperas, a las repeticiones, a las preguntas impertinentes y a la incertidumbre de lo que habría de llegar a continuación, cuando los entendidos dieran su opinión y la taquilla se pronunciara con cifras contantes y sonantes. Calista, Billy y la esposa de este, Audrey. Calista, Iz y la esposa de este, Bárbara. Todos se revuelven inquietos en la vieja Europa, en la que se siguen encontrando con aquellos rincones que solo existen en la memoria. Unos y otros enumeran títulos míticos que nacieron de su ingenio, y lo hacen con diálogos inteligentes y con la lucidez de quien sabe que su obra es un patrimonio que va a permanecer.

Me encanta que El señor Wilder y yo, novela de Jonathan Coe, haya sido publicada por la editorial Anagrama, otro clásico que lleva acompañándome desde que descubrí que la vida está en los libros y que en los libros que elegimos queda escrita nuestra vida. Es una lectura ágil, generosa y entusiasta porque a pesar de la nostalgia de la que se impregna el ambiente, el material es jugoso y nada puede evitar el afán por seguir leyendo y por zambullirse en la última etapa de un genio que mimaba la construcción de cada escena y era capaz de las ocurrencias más disparatadas. He leído ya unas cuantas biografías sobre él, y creo que estoy en condiciones de afirmar que el retrato que aquí se construye me resulta muy certero. No falta, no obstante, un pequeño anexo de agradecimientos y fuentes, que reafirman su autoría de frases y vivencias.

Hace apenas unos días les contaba a mis buenos amigos Mario y Javier que no se puede entender el séptimo arte sin muchos de los momentos que inmortalizó Billy Wilder. Véase a Marilyn sobre el respiradero del metro, a Holden flotando en la piscina o a Marlene cantando en un Berlín en ruinas. Las imágenes hablan por sí solas, y es esta última la que me remite a un inciso que la novela se permite, pues como si se hubiera pretendido plasmar en dichas páginas el guion que quizás él siempre albergó en su interior, las heridas del pasado brotan y se ve huyendo a Estados Unidos y recordando que su madre, junto con otros miembros de su familia, fue asesinada en Auschwitz, episodio al que nunca supo ponerle el fin.