El teatro David H. Koch de Nueva York rompió a aplaudir el pasado 27 de febrero. Durante diez minutos ininterrumpidos, todos esos aplausos estuvieron dirigidos al bailarín aragonés Gonzalo García Portero, gran referencia del ballet que se despedía de los escenarios. A sus 40 años, y tras toda una vida ligada a este arte, García Portero ponía fin a una trayectoria que nació en su Zaragoza natal pero que se ha desarrollado en Estados Unidos. Desde ahí, asimilando el fin de una etapa pero teniendo claro que su futuro seguirá ligado al ballet, el bailarín zaragozano reflexiona sobre su carrera y adelanta algunos de sus nuevos proyectos.

Hace ya una semana que puso fin a su carrera profesional. ¿Cómo se encuentra?

Todavía estoy bajando todo, porque ha sido algo muy intenso. Nada más acabar tuve que grabar una programación para un ballet que volverá en primavera. Yo no estaré en esas representaciones, obviamente, pero la compañía ha querido que forme parte de la promoción porque he sido el único bailarín que lo ha interpretado. He estado en Florida en una gala y he tenido varias reuniones pendientes. Y como sigo siendo profesor de la academia de la New York City Ballet pues he tenido que estar pendiente.

Se ve un futuro ligado al mundo de la danza...

Desde luego. De primeras, voy a ser el asistente de bailarines de la compañía en esta nueva temporada que arrancamos en primavera. Voy a tener un papel cercano a los bailarines, como un coach que estará siempre pendiente de su preparación para las funciones. Creo que mi futuro está en encontrar mi posición y una seguridad con la que seguir adaptando la danza al futuro, a todos esos cambios que está incluyendo en los últimos tiempos. La cuestión ahora es cómo afronto ese péndulo que es ahora mi futuro.

En anteriores entrevistas declaró que a los 40 iba a dejar los escenarios. Pese a tenerlo tan claro, ¿cómo ha afrontado la retirada?

Llevo preparándome mucho tiempo para esta decisión. Cualquier atleta o artista que está acostumbrado a este ritmo de vida se tiene que preparar, tanto mental como físicamente, En lo físico hay que ser inteligente: mi intención siempre ha sido dejarlo cuando estaba en un punto alto, no esperar a que mi nivel estuviese decayendo. Llegar a los 40 pudiendo hacer todo el repertorio que estaba haciendo ya era un logro y no quería abusar de ello. Esta edad siempre me ha parecido una buena fecha. Y, además, está el deseo de prepararme bien para todo lo que viene ahora.

¿No ve posible tomarse un pequeño descanso?

Creo que la vida y el tiempo, el ritmo que yo llevo ahora, no me permiten tomarme ese descanso. Sí que había pensado alguna vez en darme unos meses para reflexionar sobre las cosas, pero tengo la suerte de que ahora me vienen muchas cosas en el calendario y debo aprovechar. Mi ritmo de vida va a cambiar porque, por muchos proyectos de danza que puedan salirme aquí o allá, no voy a tener que hacer seis o siete semanas de funciones seguidas. Eso ya altera físicamente y mentalmente a uno. Espero que en el verano, que es una etapa que suele estar llena de funciones, pueda tomarme un respiro. Aunque es cierto que ya me están llamando de compañías para colaborar y dar clases durante esos meses.

Fue un niño prodigio y saltó muy pronto a Estados Unidos. ¿Con qué se queda de toda su carrera?

Creo que si no tienes a tu alrededor gente que te ayude y que te guíe por el camino, que te ayude a enfocar ese talento, es muy difícil mantener el nivel y tener éxito. Conocer a María de Ávila fue el mejor regalo que me pudo dar el mundo. Trabajar con su hija, la guinda. He tenido una carrera que me ha permitido salir en muchos medios, trabajar con muchos coreógrafos que me han formado también como persona... Yo también me he arriesgado cuando me ha tocado: teniendo una posición muy estable en San Francisco, me atreví a dar el salto a Nueva York. Creo que estas decisiones han tenido una recompensa increíble. Estas experiencias son las que me van a ayudar mucho en la formación de una nueva generación de bailarines. Quiero que ellos puedan llevar la danza a otro nivel.

"María de Ávila ha sido el mayor regalo que me ha dado la vida. Su hija Lola, la guinda perfecta"

¿Recuerda un momento clave que le convirtiese en bailarín profesional?

El Prix de Lausanne. Lola de Ávila tomó la decisión de llevarme allí con 15 años. Aquello fue una decisión muy importante, que me dejó abrirme y darme cuenta de todo lo que había en el mundo de la danza. Aquello me dio la posibilidad de salir fuera del país, de irme con solo 15 años a San Francisco. Ese fue un momento crítico pero había que hacerlo._Pero creo que los momentos más importantes han sido las personas que me han acompañado._Y el repertorio: tener un repertorio creado solo para mí por algunos de los mejores coreógrafos del planeta es algo increíble. Poder bailar todo tipo de repertorio clásico, compartir escenario con los mejores de mi generación y de otras y compartir experiencias. Siempre he disfrutado del presente y mirado al futuro. Hay miles de momentos en una carrera tan larga, pero el Prix de Lausanne fue fundamental.

Tras tanto tiempo fuera de Aragón, ¿sigue estando conectado al mundillo de la danza en la comunidad y en el país?

Por supuesto, estoy muy atento a todo lo que sucede en España._Adoro mi país y me considero tan americano como español._Llevo tanto tiempo en uno y en otro sitio que me identifico con los dos, pero no olvido nunca que mis raíces son españolas. Todo mi origen y las primeras personas importantes en el mundo de la danza están en España. Siempre estoy pendiente y consiguiendo algo de información para valorar cómo es la situación del ballet en España.

García Portero afirma que el Prix de Lausanne le transformó como bailarín y como persona. EL PERIÓDICO

¿Cómo lo ve actualmente?

La gente que pone ese granito de arena para que sigan habiendo funciones son fantásticas. Le ponen mucha dedicación y todo su cariño. Lamentablemente, creo que siempre hace falta un poco más. Considero que desde las instituciones y que el propio país tiene que ser el encargado de cuidar un arte como es la danza. Creo que no debe ser un apoyo continuo, no algo intermitente. Debe haber una inversión fuerte y constante, no tener un mes de mayo lleno de obras y nada más. Si miramos atrás en la historia de España, podemos decir que somos uno de los países que ha producido más estrellas y grandes profesores para la danza. Deberíamos de tener compañías de relevancia y con presencia en los grandes teatros. No quiero decir que no se hagan cosas bien o que no se hagan cosas positivas, pero siendo honesto creo que siempre hay que exigir un poco más.

Le ha llegado ya el momento de dar consejos. ¿Qué le diría a un joven bailarín español que estuviese en una situación similar a la que tuvo usted a mediados de los años 90?

Si me volviese a tocar a mí, yo lo haría. Sin ninguna duda. Creo que es algo que va dentro de la personalidad de cada individuo. Y de la inquietud que tiene cada uno, que a mí me llevó a hacerlo. Además de tener un entorno que siempre me apoyaba para seguir hacia delante. Yo, indudablemente, a cualquier artista español o a cualquier persona que tiene el sueño de conseguir algo más le invitaría a montarse en ese avión o a subirse en la bicicleta y seguir hacia delante a por sus objetivos.