Jorge Pardo (Madrid, 1955) está en la playa, relajado, disfrutando de la compañía de un amigo, el guitarrista flamenco Niño Josele. Ambos ríen. Se oye el rumor de las olas. "Qué paz, tío, qué tranquilidad, aquí", dice Josele. Pardo le pide que colabore con él en un proyecto, y le explica por qué ha decidido llamarlo Trance: "Es la sensación que yo persigo a diario y en cada momento. Esa emoción que te hace liberarte del mundo. Te abandonas. Te tiras a la piscina sin pensar en más, si estás en Re o si en Fa, si estamos por bulerías… En ese momento, te liberas, y ese es el trance”.

La escena forma parte de un documental con ese título, Trance, que su director, Emilio Belmonte (Almería, 1974), estrenó en cines este viernes y que puede verse en diferentes salas de las principales ciudades españolas. Belmonte ha acompañado a Pardo durante dos años siguiendo el hilo de la preparación de un concierto, para contar cómo es la vida de un músico peculiar. Porque este instrumentista (flauta, saxo) se mueve entre dos estilos (flamenco y jazz), formó parte de un grupo (el sexteto de Paco de Lucía) durante 20 años pero hoy, con 67, sigue en activo, con alrededor de 250 conciertos al año (dice pasar en su casa, de media, unos cinco o seis días al mes) y, sin embargo, siempre ha tratado de vivir el momento, de espaldas a la industria y ajeno al reconocimiento popular. "Soy muy prolífico", dice. "Me meto en todos los charcos que puedo".

"Jorge tiene una mirada al mundo como francotirador, su discurso es casi tan importante como su música y eso me parece fundamental en un mundo como el actual, con ese interés en el ego, el individualismo y la autorreferencia", explica el director y guionista Emilio Belmonte en una conversación por videollamada que atiende desde París, donde reside. Su idea era explicar, a través de la película, esa visión del mundo, su relación con el arte y la industria y con los propios músicos, y a la vez capturar un momento vital concreto a través de algunas actuaciones y conversaciones.

¿Miedo a caer en el cliché del músico bohemio que vive el momento? Belmonte nunca lo tuvo. "Jorge es un hombre honesto; una persona modesta, que hace bien su trabajo, que sabe que hace bien su trabajo, que no dice que no a un buen contrato, pero que no corre detrás del dinero", dice. "Toca como vive y vive como toca, no hay más".

No es una película biográfica al uso, y quizás eso es, precisamente, lo que más interesó a Jorge Pardo a la hora de involucrarse en el proyecto. Lo explica a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, diario que pertenece al mismo grupo que este medio, en una entrevista en el cine en el que se proyectará más tarde la película para la prensa. "Los documentales son siempre como tópicos", explica el músico. "Yo no me he querido meter mucho, es la película de Emilio. Pero creo que lo ha conseguido, que en la película salen las problemáticas que tenemos los artistas que no se suelen contar, que están en el backstage, como nuestras relaciones emocionales, con el trabajo, con el dinero, todas esas cosas".

EL FANTASMA DE PACO DE LUCÍA

Belmonte cuenta que, tras una proyección de Trance previa al estreno a la que acudió con Jorge Pardo, un espectador preguntó por Dolores, el primer grupo del que formó parte el músico a finales de los 70, entonces algo experimental y fronterizo y que hoy está considerado como una de las piedras fundacionales de la fusión del flamenco con otras músicas populares, como el jazz o el rock. En aquel momento se abrió una conversación sobre el grupo que duró horas. Dolores no se menciona en el documental. Tampoco el papel fundamental que la banda tuvo en la relación que Pardo estableció con Paco de Lucía y que le convirtió en el músico que es hoy. "A mí me encanta que Paco de Lucía sea una sombra que planea sobre toda la película", dice el director. "De él no hemos incluido ni siquiera imágenes de archivo. La película no es esa. No quería hacer una biografía, ni nada didáctico. El didactismo no va conmigo".

El documental abre con una narración de Jorge Pardo sobre un sueño suyo, en el que va con Paco de Lucía a tocar a Marte. Pardo le recuerda como un hermano mayor, con el que hizo un doctorado en flamenco, pero sin nostalgia de aquel momento. "Lo que hacíamos con Paco de Lucía era como un juego nuestro, lo veíamos así, como un juego. Nadie era consciente de la trascendencia que eso podía tener, no pensábamos en eso", recuerda. "Siempre abordo mi trabajo con la misma inconsciencia. Te enamoras de esa idea en la que estás trabajando y quieres verla proyectada y no mucho más".

Esa es, precisamente, una de las luchas diarias de este músico que vive el presente. "No estoy anclado a cosas, en eso soy un fenómeno", dice. "Estoy como recién llegado". Pero confiesa que una de las peores cosas de ser músico es no poder presentar en los conciertos lo que tiene entre manos en ese momento, sino cosas que se crearon hace un año o dos. "Es complicado, es como una piedra que tiras al centro del estanque y tú estás en el centro, en la piedra. La onda tarda en llegar, es normal".

"Tú eres un maestro del compás y del ritmo, te lo digo yo", le dice emocionado en un momento del metraje el cantaor jerezano Fernando de la Morena, que fallecería poco tiempo después de la grabación del documental, en 2019. "Con vosotros empieza el flamenco a enriquecerse", comenta al lado Diego Carrasco. "Porque ya, lo que ellos han pasado -señala a Fernando de la Morena, que está cerca- ya se ha pasado, lo más lindo, los pilares. Ole. Pero ahora es necesario que el flamenco esté abierto al mundo, y vosotros y en este caso tú, maestro mío, no te puedes imaginar lo que tiras de las riendas de esto". Jorge Pardo, en contraplano, sonríe y calla.

Es un músico respetuoso, pero el documental recoge su propia definición de pureza, un concepto sobre el que el flamenco está continuamente discutiendo. "Toda pureza es una mezcla olvidada", dice Pardo en una narración del documental. "Claro", aclara en la entrevista. "La película está continuamente intentando definir algo que es indefinible. ¿No vas en busca de ese duende que se dice en el flamenco? El duende no está en ningún lado. Hay momentos de duende. ¿No lo has pillado, lo pillaste, está?".

El misterio de la corporeidad del pensamiento musical

Emilio Belmonte aborda esta película que ahora presenta como parte de una trilogía, La piedra y el centro, que arrancó la bailaora Rocío Molina (Málaga, 1984), Premio Nacional de Danza 2010 con gran proyección internacional, y que cerrará el cantaor Tomás de Perrate (nacido Tomás Fernández Soto, Sevilla, 1964). Baile, instrumentación (con Pardo) y cante. El director confiesa que le interesa mostrar los límites del flamenco, pero también traducir el pensamiento musical. "Hay una intención muy importante de interesarnos por el misterio de la corporeidad del pensamiento musical", explica.

La trilogía, además, tiene una evolución formal. Impulso, el documental protagonizado por Rocío Molina que aún no se ha estrenado en España, está absolutamente pegado a la realidad, y narra el proceso creativo de la bailaora. En Trance, Belmonte ha jugado con la puesta en escena de algunos de los momentos que vive Jorge Pardo y lleva la realidad a sus límites, además de no contar con un relato cronológico como tal, sino con una sucesión de escenas que el director cose para dar un sentido narrativo a la película. En el caso de la última película, dedicada a Tomás de Perrate, aún en el proceso de escritura, pretende estar a caballo entre la realidad y la ficción.

Pero no podrá realizarlo si no consigue financiación. Belmonte se queja de la falta de atención de TVE a este tipo de producciones, a diferencia de lo que ocurre en Francia, cuyos medios de comunicación públicos dedican mucha más atención a la difusión de su cultura. "A nivel cultural, de España se conoce muy poquita cosa en el extranjero. Se conoce a Pedro Almodóvar y se conoce el flamenco, que está considerada una música culta y no recibe el apoyo que se merece. A mis películas no ha llegado ni un euro de España, esperemos que esto cambie".

¿Y por qué el flamenco es tan importante para él? ¿Por qué dedicarle una trilogía documental? "A mí el flamenco me permite pertenecer a una cultura que es la mía, es uno de los pilares de mi identidad. Me ayuda a definir quién soy, además del interés patrimonial, de contar la edad de oro que está viviendo el flamenco en este momento histórico", explica. "Además, me siento flamenco en mi manera de abordar mi trabajo", añade. "Lo suelo decir a mi equipo técnico, aunque no me entienden, porque son franceses: Vamos a donde sea, pero vamos a compás. Siempre a compás".