ENTREVISTA

Kiko Veneno: "De joven me gustaba juntarme con los viejos, y ahora de viejo me gusta mucho juntarme con los jóvenes"

"Tengo 72 años y estoy muy feliz, con mi familia, mi música, mi guitarra. Ahora me ha dado por tocar cosas de Pink Floyd, fíjate. Son cosas que escuchaba de joven, son cosas que las tienes en la cabeza y son fáciles de tocar"

Kiko Veneno y la joven banda andaluza Vera Fauna, que estarán en el TCM el 13 de abril.

Kiko Veneno y la joven banda andaluza Vera Fauna, que estarán en el TCM el 13 de abril.

Ángel H. Sopena

Kiko Veneno es uno de los músicos más respetados y queridos. El recién estrenado documental Un día Lobo López, dirigido por el sevillano Alejandro G. Salgado, vuelve a los orígenes de la grabación en Londres del icónico Échate un cantecito (1992). El indispensable disco impulsó y marcó definitivamente la carrera de Kiko Veneno. Era su último cartucho, y contó con la ayuda en la sombra de Santiago Auserón, a quien Kiko se lo dedica. En 1993, la consiguiente gira de ambos artistas (Juan Perro y Kiko Veneno vienen dando el cante) pasó por Cartagena y dejó un recuerdo imborrable. 30 años más tarde, el autor de Volando voy vuelve a llevar el Cantecito a los escenarios para revisarlo junto al grupo sevillano Vera Fauna; en Murcia será en los conciertos de Primavera del TCM, y se les sumarán los murcianos Crudo Pimento, con los que Kiko ha colaborado en uno de sus singles (A Kiko Veneno) poniendo su arte y su voz.

Échate un cantecito cambió la carrera de Kiko Veneno.

Sí, hombre. Fue el disco que me permitió entrar en la música profesional. Hasta entonces yo hacía discos, hacía lo que podía, pero no lograba vivir de la música. Tenía otro trabajo, y con este disco logré entrar en la industria de la música, hacer conciertos y vivir de la música, que había sido la gran ilusión de mi vida. Yo entonces tenía 40 años.

Nunca es tarde si la dicha es buena. Ejemplo de perseverancia.

Sí, claro. Para mí fue una maravilla. Bueno, perseverancia, suerte, llámalo destino, hay muchas palabras … Yo tuve fe, pero si no hubiera tenido éxito este disco, no sé qué hubiera pasado también. Yo he sido un músico tardío. Empecé a tocar la guitarra a los 23, y no sé qué hubiera sido de mí si no hubiera podido vivir de la música. Hice bastantes discos, bastantes cosas antes de los 40 años, pero nada me permitía vivir de la música. En las canciones que yo hacía antes del ‘cantecito’ y las que hago después pongo la misma pasión, la misma forma de intentar hilar las ideas, los pensamientos, la poesía, la melodía, el ritmo… Mi línea de trabajo siempre es esa desde que empecé, cuando hice mis primeras canciones y entablé amistad con Raimundo Amador, y empezamos a tocar juntos los dos.

Los ‘jipis’, que decía Raimundo.

Sí, sí, la familia; así es como entré en la música, con esta peculiar asociación con el mundo marginal gitano. Yo creo que los frutos fueron muy breves, pero fueron muy rotundos, como fue el disco de 1977.

Que figura en todas las antologías como uno de los mejores discos, por ejemplo para la revista Rock DeLux, pero no fue muy productivo en lo económico.

Bueno, no nos permitió tener el estatus de músicos, tener manager, consolidarnos como grupo, pero sí hacer actuaciones, iniciar nuevas aventuras. Duró dos años, y a partir de ahí se formó Pata Negra en el 79 , y yo en el 81 empecé a hacer mis propios discos con el nombre de Kiko Veneno, porque quise conservar el apellido Veneno del grupo.

Finalmente todo cristalizó en ese álbum que se grabó en Inglaterra en los estudios Moody, donde tuvo un papel fundamental, aparte de vuestro productor (Joe Dworniak), Santiago Auserón de Radio Futura. ¿Lo conocías desde La Bola de Cristal?

Nos conocíamos de mucho antes, desde el primer disco, desde el año 79. A través de amigos comunes, y las primeras veces que yo fui a Madrid, ya me encontré con él y con su grupo en el local de ensayo. Yo tenía amistad con él a través de unos amigos comunes de cuando él de joven había estado aquí en Villanueva de los Castillejos, un pequeño pueblo de Huelva, y eso se ve bien en el documental, que no sé si habrá llegado a Murcia. Los aficionados a la música, la mayoría lo tendrán que ver por la televisión: por Movistar, que creo que lo ponen, sí, y ahí se explica toda esa historia.

Lo dirige Alejandro G, Salgado, que ha hecho también documentales por ejemplo para 091 y otros muchos. Eligió este disco, que es el más emblemático tuyo.

Ellos vinieron a mí ya con la idea en la mente de hacer una especie de monográfico sobre este trabajo, en el que pretendían unir la creación, el desarrollo de este disco que fue tan importante en mi vida; también vincularlo a la Sevilla del año 92, el cambio de generación que se produce, esa nueva visión de la ciudad que se da con la Expo. Los preparativos para la Expo todos esos años anteriores los enmarca en ese momento histórico también. El documental también tiene una parte muy musical. La mayor parte del tiempo está sonando música que se está haciendo ahora. Estamos recreando cómo hicimos el disco, tocando encima, tocando debajo, con los mismos músicos que participaron y otros que no, como Raimundo Amador, que no participó en ese disco y toca también en el documental. Es muy original y muy musical. Creo que a los aficionados a la música les va a gustar.

El documental cierra con la gira que hicisteis en 1993, Juan Perro y Kiko Veneno vienen dando el cante.

El disco se hizo en mayo del 92 y salió en septiembre, y en febrero-marzo se hizo la presentación de la carrera solista de Santiago Auserón como Juan Perro y la de este disco, e hicimos una gira conjunta e íbamos presentando las canciones del ‘cantecito’ con las del primer disco de Juan Perro. Fue una gira muy celebrada, muy llena de vida. Para mí fue la confirmación de que estaba ya en una realidad plena musical, y fue una época maravillosa.

Contar con Santiago Auserón, el hombre en la sombra al que dedicas el documental, fue fundamental, decisivo, ¿no?

Sí, hombre. La figura de Santiago es muy importante en este proceso porque fue el eslabón entre mi proyecto y la industria. Hubo un presupuesto, un equipo de producción, todo lo que se necesita para tener un trabajo bien hecho, cosa que yo no había tenido nunca antes, y se notó muchísimo.

¿Santiago influyó a la hora de proponerte arreglos, o de orientarte en ese sentido?

No, él influyó sobre todo porque venía de una trayectoria que yo había seguido con muchísimo interés, que era Radio Futura, porque somos casi contemporáneos. Si Veneno empieza en el 77, Enamorado de la moda juvenil es del 78; somos prácticamente de la misma generación. Él empezó mucho más joven que yo. Para mí la importancia de Santiago es nuestra amistad y que yo había visto cómo se desarrollaron, esa nueva vía que iba marcando el estilo de Radio Futura, que para mí ha sido una de las cimas de la música popular española, y yo fui siguiendo su evolución estudiando sus canciones, sus letras. Para mí fue maravilloso incorporarme de alguna forma a ese barco que estaba dando unos resultados extraordinarios, así que yo tenía ese convencimiento de que con su ayuda íbamos a llegar lejos, porque estábamos en el camino de hacer cosas importantes que tuvieran eco entre el público, y yo sabía que con Santiago lo iba a conseguir.

Y así fue. Y conseguiste el éxito, que era vivir de la música entre otras cosas.

Sí, sí. Eso es lo más importante. Por fin te consideras músico, que yo siempre me había considerado; pero, claro, la música tiene que ser para la gente y, cuando esta te lo reconoce, ya se cierra el círculo y te sientes mucho más satisfecho.

¿Qué recuerdos te han quedado de la grabación de Échate un cantecito en Londres? Estuviste grabando durante un mes y pico; la discográfica se estiró un poco.

Era lo habitual. El disco se grabó en un mes y medio. De todos los discos que hice con Jo Dworniak, que hice los tres siguientes, todos dispusieron de ese plazo de tiempo para grabar. Era un momento en el que la industria financiaba la música; ahora financia solamente una pequeña parte de la música. En España solo financia a cuatro, a los más vendedores; entonces no había la autoproducción que hay ahora, que la gente se graba sus discos cuando no tienen una compañía importante. Yo echo de menos aquello porque significaba un sistema que no es que prestigiara más la música, es que la posibilitaba mejor, porque ponía para los artistas, los creadores, presupuestos amplios, y todo eso era muy positivo para poder desarrollar tus ideas. Ahora yo me hago mi disco, yo me lo pago. Me lo hago en mis estudios caseros, lo confronto después con otros estudios fuera de mi casa, y el equipo de producción somos yo y mi equipo de la música en directo. Y, cuando alguna vez me preguntan si esto es mejor, digo que mejor es lo otro, mejor que te lo paguen, y te ayuden, que no tener que hacértelo tú todo.

Recogiste en un diario aquellos días de grabación en Londres. ¿Ha servido en este documental para tener las imágenes frescas?

Sí, sí, el diario está disponible, lo que pasa es que no estará en las tiendas de discos ya, que tiendas de discos ya casi no hay. No sé si habrá alguna forma; en 2012, que se cumplían 25 años del disco, se hizo una edición en facsímil del diario, pero no sé si Sony lo sigue teniendo disponible. En el diario se describe la fascinación, la felicidad que yo sentía de dejar mi Sevilla e irme para allá a trabajar en esta aventura en Londres, la capital de la música pop. Para mí fue un compendio de felicidad. Me aproveché de los mejores avances que ellos tenían, de su experiencia y unos procedimientos que aquí todavía tardarían años en imponerse. Además me cogió en una época buena porque fue un mes de mayo con bastante sol. Todo ayudó, fue estupendo.

Ayudó que supieran que fuiste el autor de Volando voy, que interpretó Camarón. ¿O lo desconocían?

No. Mira, el disco de Veneno se hizo porque Ricardo Pachón había producido el disco de Lole y Manuel, que fue un gran éxito; entonces tenía crédito en la compañía de discos, aunque el presupuesto de Veneno era irrisorio. Nosotros no ganamos nada, y fue una semana de grabación, pero consiguió Pachón un grupo desconocido, aventurero y aventurado, experimental y peculiar como fue Veneno, que grabó un disco sin alcance cuando salió, pero que después se convirtió en un disco de culto. En el caso del ‘cantecito’, ocurrió que con Santiago Auserón estábamos trabajando en consolidar las canciones. Él supervisó de una forma muy elegante, como él es, el proceso de composición, y cuando tuve las canciones las puso en su oficina de producción, Animal Tour, y se produjo un fenómeno muy parecido al que se había producido en el 77 con Ricardo Pachón y la CBS, así que BMG me acoge, firmamos el contrato, me dan el presupuesto y nos movemos en las coordenadas de producción de Santiago, que para BMG era formidable, puesto que era su sello, que tenía toda la confianza en él y había tenido mucho éxito. Y esa fue mi entrada en el mundo de la música ya definitiva.

Con el tiempo, Volando voy se ha convertido en una canción importante para ti, y te habrá proporcionado pingües beneficios.

Tanto como pingües, no. La mitad se lo queda la compañía de autor. Te hacen el contrato del novato. Ahí, tú, víctima de la inexperiencia, de los enteraos que había alrededor, me robaron digamos el 50% de los derechos de autor de esa canción de por vida.

La escribiste a los 22 años. ¿Cómo surgió? ¿De dónde te vino la inspiración? Se ha convertido en un clásico.

Sí, es una canción de estas de fiesta, unas estrofas, unos versos que tenía yo escritos en mi cuaderno, que estuve de viaje en las Islas Canarias, y los traía: estos de ‘enamorao de la vida, aunque a veces duela’. Y un día de fiesta empezamos a cantar, y empiezas a improvisar, y surgió con esta melodía tal como está, pero como la canté el primer día, en Sevilla, en una noche de fiesta, ahí se quedó. Es una canción muy sencilla. Suele suceder. A veces estas canciones sencillas y poco desarrolladas, que no te las preparas mucho, sino que surgen de un momento de intuición, de improvisación, contienen formas que se quedan en el tiempo. Eso pasó con Volando voy.

¿El Lobo López es la canción que mejor te ha definido, y por eso Alejandro ha tomado el título para el documental? ¿O lo sugeriste tú?

No, no, es un título que lo sacan ellos, porque empieza el disco así y está muy bien. Lobo López es una canción bastante autobiográfica mía, de las más autobiográficas que tengo quizá. Es mi forma de ser y mi forma de ver las cosas, sí, pero el título lo eligen ellos, lo elige la productora, que se llama “La maleta films”, de aquí de Sevilla.

¿Surgió del tirón también?

Es una canción autobiográfica, muy bien versificada. Sí, la escribí yo en una mañana, pero vamos, no te voy a contar la anécdota esa, que es que ya me la está preguntando to el mundo, y no te la voy a contar.

¿Ah, sí? Vale, ahórratela. [Risas]

Es que ya es una cosa mu exagerá. To el mundo me pregunta na más que por eso. Es una canción como otras tantas. La compuse y ahí quedó.

Sería el equivalente a una inspiración de Jimi Hendrix, pero un poco más doméstica, más farmacológica.

Bueno, Volando voy fue igual. Estábamos sentaos en una fiesta tocando la guitarra, era en la calle además, en el barrio de los Remedios. Estábamos tocando y bebiendo y fumando y pum, pum, y de repente empecé a cantar eso. Y del tirón. Tal como la canté ahí se quedó. De “Lobo López” escribí la letra en una mañana. Después, a la música tuve que darle mil vueltas con Lolo Ortega, guitarrista de este disco, un guitarrista sevillano de blues muy bueno, y me ayudó a terminar las partes del puente, y colaboró conmigo en la composición. Ya fue adaptar la letra a la música. Pero claro, la letra, muy bien versificada, con ese pie quebrado que tiene, son versos de 6 sílabas, pero tiene una especie de pie quebrado. Siempre mantiene la estructura de 6, pero son estrofas de 5 versos. Mantiene una dinámica en la rima y en la métrica que es muy musical. Una vez consigues una letra que tenga esa estructura tan musical, realmente ya la puedes adaptar a cualquier música.

Esta y otras canciones figuran entre las 200 mejores canciones de la historia del pop rock español. Te convirtió además este disco en todo un clásico. ¿Por qué decidiste titularlo Échate un cantecito? ¿Un poco por ese ambiente de guitarra flamenca y juerga?

Es un fragmento de una de las canciones, Salta la rana: “Échate un cantecito por el camino de hierro, que se te estire la cara y se te endulce el cuerpo”. Sí, es una expresión muy andaluza, una incitación a cantar, pero dentro de los grupos privados, de las fiestas particulares, privadas, no es una palabra del show Business. Es de las fiestas privadas. Las expresiones andaluzas, como sabes, a mí me fascinan mucho, tienen mucho alcance. Son muy sintéticas, muy poderosas, tienen mucha fuerza porque significan mucho, y el diminutivo también, que estaba muy de moda en aquella época, el 'cantecito': es como quitarle importancia a las cosas, pero en el fondo es darle más. Es un mecanismo del lenguaje andaluz que es muy gracioso.

Comentabas que en el trasfondo del documental está la Expo, el año 1992 y cómo cambió Sevilla. ¿Influyó eso también en este disco?

Sin duda, sí influyó, como se ve en el documental, lo que pasa es que ese es un análisis al que yo no llego. Yo estaba metido en mi mundo, viviendo con muchísima intensidad lo que pasaba n Sevilla, que fue por otra parte extraordinario, un cambio muy importante para la ciudad, que se planteó de nuevo, con muchas dudas, muchas carencias, desde luego, porque fue muy azaroso el proceso de puesta en marcha, muy improvisado. Faltando prácticamente 4 años y medio todavía no había comisario ni había nada hecho de la Expo. En ese sentido hubo un politiqueo ahí, una falta de haber hecho las cosas como hicieron en Barcelona con 10 años de antelación, que hubiera abaratado todo y clarificado mucho mejor todo. En ese sentido fue muy azaroso y muy andaluz de aquí te pillo, aquí te mato, muy mal hecho todo, muy ligero, pero como el plan era tan bueno, el proyecto de la Expo era tan extraordinario, creo que sí, que sirvió para cambiar un poco la dinámica y las infraestructuras de la ciudad. Desde entonces está mucho más volcada hacia el río, la conexión del AVE con Madrid significó muchísima agilización de toda la vida cultural y toda la vida en Sevilla. Yo, en esa época, como en todas las épocas, estaba en mi música, mi familia, que es lo que me interesa. Pero vivía eso con muchísima intensidad. Fue una época de cambios muy importante en Sevilla.

El documental cierra con esa gira que protagonizaste junto a Juan Perro, Vienen dando el cante, y ahora precisamente volviste a subirte a los escenarios junto a los sevillanos Vera Fauna, y luego te has lanzado directamente a esta gira. ¿Qué te interesó de Vera Fauna? ¿Te buscaron, los buscaste tú?

Me buscaron ellos para colaborar con ellos en una canción que se llama Martes. Me metí en el estudio y me gustaron, me gustaron sus formas. Después ya me hice más amigo de ellos, y ya viendo cómo se va desarrollando este grupo -que a mí me parece muy importante de los nuevos grupos de Sevilla, tienen mucho talento, grandes canciones, un espíritu de grupo magnífico, lleno de compañerismo y buenas ideas, muy positivo, se empujan unos a otros de una manera muy buena-, me ofrecieron este proyecto. Ellos querían versionear el “Cantecito”, y contar conmigo para que yo colaborara, pero yo dentro del plan de ellos, con su estilo, que no tiene nada que ver con el original, sino que es una creación nueva. Son las mismas canciones con las mismas letras, y las melodías muy parecidas, sí, prácticamente, pero retomado 30 años después, con otra mentalidad, otros procedimientos y otros arreglos que no tienen nada que ver con los originales. Para mí es una historia muy interesante, una cosa que se ha hecho con muy pocos discos: un grupo actual que revisite un disco de hace 30 años y lo actualice, digamos, con sonidos propios y con su mentalidad. Meterme dentro de eso, para mí ha sido muy interesante.

La verdad es que parece que los más jóvenes están descubriendo a Kiko Veneno; un ejemplo es Vera Fauna. ¿Eso te rejuvenece, Kiko?

Sí, hombre, a mí de joven me gustaba mucho juntarme con los viejos, y ahora de viejo me gusta mucho juntarme con los jóvenes. Sí, sí, todo lo que sea comunicación, especialmente transgeneracional, es muy enriquecedora, porque saltan muchas barreras con ella. Se intercambia una información muy valiosa, muy jugosa, tiene mucho efecto, ¿sabes? Es realmente muy singular el efecto que se produce cuando personas de generaciones diferentes colaboran en la misma idea. Es muy interesante..

Vienes con Vera Fauna. Con ellos estás recorriendo el país en esta gira. También van a estar Crudo Pimento, has colaborado con ellos recientemente.

Sí, colaboré con ellos en una canción que han hecho preciosa, y ahora están colaborando ellos conmigo en una canción que estoy haciendo dedicada a Pau Riba, el gran cantautor catalán que murió el año pasado.

La contracultura está viva.

Me gusta mucho por las apuestas tan individuales, y al mismo tiempo deudoras de la música experimental hippie de los 60 y 70, pero al mismo tiempo con un pie también en la electrónica, con una vena poética salvaje, fuerte, dura, música que se sale del tiesto, que no sigue el mainstream, el carril comercial que imponen todas las emisoras de radio. Toda mi admiración y mi cariño para ellos, de Murcia, gente muy buena, muy grande.

Vas a recibir el Premio Diversia en Torre Pacheco, que reconoce tu trayectoria integradora.

Yo me dejo que me quiera la gente, como no puede ser de otra manera, y que me den todos los premios que haga falta, sí, sí. Yo ahí no pinto gran cosa, pero yo defiendo eso: la diversidad, la ayuda, yo estoy en eso. No sé si me lo merezco, pero sí defiendo esos postulados.

"La felicidad es una raya que hay que atravesar”. ¿Te sientes feliz, Kiko?

Sí, además estos días he cumplido años, estamos de vacaciones. Pues bien, 72 años y muy feliz, con mi familia, mi música, mi guitarra. Ahora me ha dao por tocar cosas de Pink Floyd, fíjate. Son cosas que escuchaba de joven, son cosas que las tienes en la cabeza y son fáciles de tocar algunas de ellas, y con mucha ilusión, siempre con la guitarrita, la playita cerca, y la familia.