CINE

Marta Lallana (triunfadora en Shanghái con 'Muyeres'): "Quise reivindicar a quien mantuvo el poder de transmitir tradiciones"

La directora zaragozana ha sido premiada en el Festival de Cine de Shanghái con el reconocimiento del jurado y como mejor fotografía

La zaragozana Marta Lallana, izquierda, recibiendo uno de los premios en el Festival de Cine de Shanghái.

La zaragozana Marta Lallana, izquierda, recibiendo uno de los premios en el Festival de Cine de Shanghái.

Tino Pertierra

La directora, guionista y fotógrafa zaragozana Marta Lallana (1994) llevó sus 'Muyeres' al Festival de Cine de Shanghái y triunfó: premio especial del Jurado y a la mejor fotografía.

–¿Se esperaba una acogida así?

–No lo había ni pensado. Ya estaba muy contenta por poder estrenar allí, porque es un festival con clase, muy importante, eso ya era como un premio. La sorpresa de conseguir dos galardones además fue algo muy bonito.

–¿Percibió una conexión especial con el público?

–Sí, justamente una de las cosas que más me emocionaba fue ver cómo gente tan lejana a mí o a lo que nosotros conocemos y lo sentimos cercano se emocionaba también al escuchar los cantos de estas mujeres o sus historias. Te das cuenta del poder del cine y de la música.

–¿Cómo una película española ha podido ser premiada en un país con una cultura tan distinta?

–Lo que demuestra todo esto es que lo que trascienden son las historias; lo universal en esta película es la pérdida de la memoria, la pérdida de las tradiciones».

–¿Qué supone un premio así?

–Va a situar la película en el mapa y va a permitir que otros festivales se fijen en el filme. El de Shanghái es uno de los festivales mejor clasificados a nivel mundial y su premio, sin duda, va a darle más prestigio a la película.

–Las ‘muyeres’ del filme no se dan importancia...

–Cuando hice todo el viaje de investigación e iba conociendo a todas las mujeres junto a Xosé Ambás, que me fue abriendo la puerta de sus casas, porque todo el mundo lo conoce, siempre era curioso ver que no se valoraban, tenían un poco ese punto de vergüenza. Y eso me sorprendía mucho, porque tú escuchas cantar a Carmina e Irene, las protagonistas de Muyeres, y se te pone la piel de gallina, ya no es solo por un nivel vocal, sino por todo lo que hay detrás de esos cantares.

–El músico y productor Räul Refree, a su vez guiado por Rodrigo Cuevas, la introdujo en ese mundo...

–Me habló de aquella realidad que había conocido y me fascinó. Recuerdo estar en Barcelona viendo todos los programas de Camín de Cantares para descubrir a todas estas mujeres y tener como una especie de lista a seguir. En enero de 2020, justo antes de la pandemia, fue el primer viaje con Toni Vidal, el director de fotografía, y Andrés Mellinas, productor. Fuimos a ver si encontrábamos a esas mujeres y lo que pasó fue el germen de lo que luego fue la película. La mayoría ya estaban enfermas o habían fallecido. Me di cuenta de que quería retratar algo que se estaba desvaneciendo y ahí fue cuando nació la idea del guión. Era ahora o nunca, un caso de urgencia.

–¿Por qué estas ‘muyeres’ al frente del reparto y no otras?

–Ahora las conozco tanto que son casi parte de mi familia. Con Carmina, por ejemplo, sentí una conexión muy especial desde que la conocí, desde que Ambás me la presentó y la oímos cantar el Romance de Blancaflor y Filomena, que es muy importante en la película a nivel narrativo. Ella tiene una dulzura y una mirada tan pura y tan inocente que me transmitió muchas ganas de querer retratarla y grabarla. Lo hicimos con cuidado y con cariño, ella confiaba mucho en mí y eso también influyó para darle un papel protagonista de la película. Y con Irene fue un caso parecido. Y había alguien muy interesante: su hermana Elena, con 20 años de diferencia entre ellas. Me parecía también bonito tratar el tema de la transmisión dentro de la propia familia. Gelita del Cabanón fue una mujer que estaba en la génesis del proyecto, pero durante la filmación se enfermó y al final no pudo salir y falleció hace poco. Es una manera también de reivindicarla porque aparte de que sale su voz en una de las canciones también es la realidad de la que habla la película.

Una de las 'muyeres' protagonistas del filme de Marta Lallana.

Una de las 'muyeres' protagonistas del filme de Marta Lallana.

–¿Les dio libertad?

–Claro, he intentado dejarles el espacio para que sean ellas mismas, que se expresen como ellas se expresan y que utilicen el habla de cada día, no cambiar nada de sus valores. He querido reivindicar a todas estas mujeres que durante siglos han sido las que han mantenido el poder de contar historias de una generación a otra, de transmitir la tradición de la cual bebemos hoy en día, y nunca se les ha dado voz y la sociedad siempre las ha apartado. Cuando me decían «soy una inculta, yo no sé nada», yo les respondía: «Por favor, Carmina, Irene, ¿cómo decís que no sabéis nada? Todo lo que estáis enseñando... no sabéis lo valioso que es». Obviamente, para ellas también fue muy sorprendente ver cómo alguien de fuera las ponía en valor. Es otra forma de cultura, otra forma de sabiduría, que no tiene por qué estar en los libros ni en los museos, pero igual de importante.

–¿Había guión?

–Sí. Lo trabajé mucho. Está la historia de Carmina e Irene, y luego la del viajero (Refree) que llega y encuentra unas cintas de su abuelo y descubre estos cantares. Hay un guion y unas tramas narrativas aunque obviamente no había frases escritas para el reparto, pero sí hay unos actos y unas narrativas que sí que se han seguido. Por eso digo que no es un documental, es una película de ficción en la que hay intérpretes que se interpretan a sí mismos, tiene vocación poética y artística, no es una película de entrevistas.

–¿El paisaje es un personaje más?

–El paisaje asturiano siempre ha tenido mucho peso porque la vida de estas mujeres se hizo en torno a él. Estaban como conectadas de una manera espiritual a través del paisaje y de esas montañas que son permanentes. Era muy emocionante, algo que quería explorar. La memoria del paisaje. La película tiene un tono poético que me emociona mucho solo de pensar en aquellos paisajes donde era tan difícil la comunicación, y a la vez era fantástico ver cómo estaban conectadas por sus recuerdos.

–¿Un viaje hacia usted misma?

–Nunca lo había pensado, pero es verdad que lo ha sido. Me ha demostrado que poseo una especie de cabezonería aragonesa para luchar por lo que creo, y vivir experiencias de búsqueda que van muy ligadas a la propia vida.

–Se tuvo que ir de Aragón para su carrera, ¿no había otra forma?

–Yo no podría haber hecho todo lo que he hecho hasta ahora si no me hubiera ido. Da mucha pena porque al final se produce un éxodo de juventud creativa... Pero el problema que hay en muchas comunidades es que no se apuesta realmente por la cultura y eso impide crear un tejido con músculo suficiente. Y no tengo la sensación de que se esté mejorando en este sentido en los últimos años. 

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