Entrevista |

Martín Caparrós: "El periodismo debe buscar que la gente salga de su burbuja"

El periodista y escritor argentino acaba de publicar 'El mundo entonces, una historia del presente'

Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957), el pasado martes en Zaragoza, donde presentó su último libro.

Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957), el pasado martes en Zaragoza, donde presentó su último libro. / El Periódico

El Periódico de Aragón

Martín Caparrós visitó el pasado martes la librería Cálamo de Zaragoza para presentar 'El mundo entonces, una historia del presente' (Random House), en el que el periodista y escritor argentino elabora una especie de guía para comprender nuestro tiempo. Escrito –propone Caparrós– por una historiadora del siglo XXII, su nuevo libro resume y entrecruza los principales hilos conductores de nuestra organización social, económica, política y cultural para ofrecernos un panorama general del mundo. Sus capítulos incluyen desde la explosión demográfica hasta los cambios en el amor, la familia y la situación de las mujeres, pasandopor las nuevas formas de trabajo, el poder de las grandes corporaciones, el avance chino o el descrédito de las democracias. Temas a los que Caparrós, uno de los mejores cronistas de la actualidad, ya se asomó en algunas de sus entregas para el diario 'El País' y que en este libro desarrolla y actualiza.

¿Por qué decidió crear a esa cronista ficticia y situarla en el siglo XXII? ¿Quería tomar distancia? 

Bueno, yo quería sintetizar todo lo que sabemos sin saber sobre nuestra época, porque damos muchas cosas por supuestas pero a veces ni las pensamos. Un día estaba leyendo un libro de historia de hace 3.000 años y se me ocurrió que podría hacer una especie de manual sobre esta época pero escrito dentro de determinado tiempo. Y me pareció que eso podría funcionar como paso atrás, como toma de distancia como tú dices. Sobre todo para no dar nada por supuesto. Al final, cuando hablas de un mundo distinto, que desapareció hace cien años, tienes que contar muchas cosas. Y al verte en esa obligación descubres muchos aspectos que en tu vida cotidiana las vives pero no las piensas.

Pero su sello personal está en todas las páginas del libro. Tanto en la forma como en el fondo.

Sí, es mi visión, aunque tenía muy claro que quería incluir muchos datos porque son absolutamente ilustrativos. Por ejemplo, viviendo donde vivimos, no es fácil que ni tú ni yo pensemos que la mitad del mundo no tiene cloacas y que deben hacer sus necesidades donde pueden. Hay datos que hacen entender el mundo de otra manera. 

¿Ha sacado algún aprendizaje después de escribir este libro?

Bueno, lo que me ha quedado claro es que esta vieja idea de progreso funciona; lo que pasa es que funciona más en el mediano plazo. Parece que ahora hay cosas mucho peores que hace 20 años, pero si las comparas con hace 100 o 500 años, la mayoría son infinitamente mejores. Datos tan brutales como que la media de los ciudadanos viven ahora 20 años más que hace 100 años y avances en otros muchos aspectos de la vida. Aunque obviamente claro que hay cosas que te desaniman en el día a día. En este libro hay una mezcla de optimismo y pesimismo.

"Hay que encontrar una forma moral de la economía, el cambio social es necesario"

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Asegura en el libro que el futuro se ve más como una amenaza que como una oportunidad. ¿Por qué ocurre esto?

Sí, reflexioné mucho sobre esto y llegué a entender que hay épocas que han armado una idea de futuro que les gusta y trabajan por alcanzarla, pero hay momentos históricos en que eso no sucede por distintas razones. A veces porque la gran idea de futuro anterior acaba de fracasar, como sucedió por ejemplo con el socialismo. A nosotros nos está ocurriendo eso y por el momento no hemos creado otra idea que nos atraiga lo suficiente como para trabajar por ese objetivo. En consecuencia, vemos el futuro más como amenaza que como promesa. Estamos preocupados por la amenaza medioambiental, demográfica, política... Y es porque no conseguimos imaginar un futuro que nos prometa vidas mejores.

El concepto de la desigualdad sobrevuela todo el libro.

Es que es muy brutal. Nosotros no nos damos cuenta porque vivimos en el lado privilegiado del mundo, pero hay casi mil millones de personas que no comen lo que necesitan en un planeta capaz de producir comida para todos. Otro ejemplo: la esperanza de vida es 25 años superior en EEUU que en África. Si eso no es desigualdad…

Escribió mucho de ello en su ensayo ‘El Hambre’ (2014). ¿Es este el mayor fracaso de la sociedad actual?

Es un fracaso muy grave y una vergüenza en la medida en que ahora podríamos solucionarlo. Durante la mayor parte de la historia no fuimos capaces de producir comida para todos pero eso cambió entre 1970 y 1980 gracias a los avances técnicos. Si no lo solucionamos es solo porque no nos importa ni interesa lo suficiente. Y desentendernos del hecho de que una de cada ocho personas no comen lo que necesitan cuando podrían, es un fracaso terrible de la humanidad. 

¿Qué se puede hacer para empezar a cambiar eso?

Probablemente el primer paso es el más fácil: que nos importe. Y creo que no nos importa porque el hambre es algo que le sucede siempre a otros. Es siempre algo lejano, a diferencia del problema ambiental que vemos como una amenaza porque nos afecta a todos. Ese sería el primer paso para a partir de ahí empezar a exigir a los políticos que hagan algo. Hace 50 años la ecología no le importaba a nadie y ahora el alcalde de cualquier pueblo debe tener su propuesta medioambiental.

"Podríamos solucionar el problema del hambre, pero no nos importa lo suficiente"

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En el denominado ‘primer mundo’ las diferencias también se van ensanchando.

Es necesario repartir mejor los bienes. Hay demasiada concentración de riqueza en manos de unos pocos y no nos sirve de nada al resto del mundo que un señor tenga 100.000 millones de dólares o que muchos países despilfarremos la comida. El cambio es necesario, lo que no sabemos es qué forma política hay que poner en marcha para provocar ese cambio. Debemos encontrar una forma moral de la economía.

¿Qué papel debería jugar el periodismo en todo ese proceso?

Bueno, lo que tenemos que hacer es contar, tratar de que haya más gente que salga de su burbuja. De alguna forma, tenemos que hacer periodismo para un público que no existe. Sé que es un riesgo porque pensamos que no nos va a leer nadie y que no entrarán anuncios. Pero yo creo que el ser humano es mejor que eso. Si ofrecemos buenos materiales poco a poco cada vez más gente los buscará. El buen periodismo nunca fue locamente masivo pero tiene que estar ahí.

¿Le preocupa la salud del periodismo?

Sí, pero no más que antes.Lleva años en crisis. Ahora la gente se entera de lo urgente más por las redes sociales que por nosotros, pero tenemos capacidades que las redes no tienen: sabemos contar mejor y podemos averiguar más cosas, darles contexto y analizar mejor. Tenemos que ofrecer más de eso y dejar a un lado lo de competir por la urgencia. 

Vive desde hace años en España. ¿Su país le duele desde la distancia?

Sí. De hecho me vine aquí hace más de diez años porque estaba muy harto de la situación argentina y ahora está peor. No hay más que ver a los candidatos a las elecciones: un representante de una clase política que ha destruido el país y una especie de fascista totalmente desencadenado que dice que hay que vender órganos y que consulta sus decisiones con su perro muerto...