FERIA TAURINA DE SAN JORGE

Roca Rey llena los tendidos, se trae los toros y además sale a hombros

Juan Ortega pasea dos orejas ‘de goma’, una de cada uno de sus toros y Alejandro Talavante, perdido en su mística mismidad comparece entre la desventura y una perezosa atonía.

Carmelo Moya

Carmelo Moya

El festejo central de la feria taurina de San Jorge en La Misericordia zaragozana estaba protagonizado desde hace días por el peruano Andrés Roca Rey. Él tiró del público como hace muchos años por estas fechas; él, se supone, dio el visto bueno a los seis animaluchos que saltaron al ruedo para tal evento y, cerrando el círculo y como no podía ser de otro modo, salió además por la puerta grande. El plan perfecto.

Y como a quien duerme en el suelo no hay que tenerle duelo, ese público de aluvión tragó apenas sin rechistar la colección de toretes que fueron apareciendo por la puerta de toriles, uno tras otro.

Una cosa es que tengamos que acostumbrarnos este año a ver toros con la edad justa, el trapío menguado, las caritas de niño y otra es que hayamos de tragarnos guarismos en la tablilla del peso que no se compadecen con una escasa apreciación visual.

Hay que ordenar las fichas en el tablero

Hubo un tiempo en esta plaza en el que un torero quiso hacerse el longui para presionar con lo que había en corrales, en una corrida, casualmente, por San Jorge. Cuando el barbudo presidente dijo en alto: «Un zeta al hotel y que comparezca. Y usted, Agustín, a la Olivetti por si no se presenta». El baranda tardó nada y menos en dar la cara y lo que olía a ultimátum terminó siendo un trágala con las orejas gachas. Y es que, de vez en cuando, una suspensión no estaría mal para poner las fichas, bien ordenadas, de nuevo en el tablero.

Este domingo, al menos los toreros tuvieron la vista de echar por delante los tres más aparentes. No quiero imaginar si saltan los tres moñacos de Álvaro Núñez en los tres primeros lugares.

En estas se vio un Talavante vulgarizado, carente de cualquier autoexigencia, sin objetivos. Al primero, un torete de Daniel Ruiz le anduvo por ahí, pajareando. Ya no se había picado (como toda la tarde) por estar al borde del colapso y en el otro fue todavía peor porque el mansazo de Álvaro Núñez no paró de huir remando siempre hacia la puerta de chiqueros, donde palmó.

Muy protestado de salida el primer medio toro de Juan Ortega en el que se cumplió el patrón de la tarde: inexistente tercio varas, a duras penas teniéndose en pie esos ruinosos toretes y una tauromaquia rebosante de sobreactuación, casi ortopédica, en la que lo fundamental es lo accesorio. Y tal.

Pero los finos catadores de arte han de hacerse presentes alineándose con un torero que basa todo en la puesta en escena, en la estética, sin importar si el toro va toreado, sometido o si el intérprete tan solo acompaña aquello cuando pasa por ahí sin importar quien manda en los terrenos, las distancias y demás. Allá ellos.

Verdad verdadera que Ortega hizo diana con especial acierto en ambas ocasiones poniendo en sus manos dos orejas de goma.

Quién cumplió su contrato con el personal fue Roca Rey. Menos en su primero, un mansurrón de Daniel Ruiz con un viaje perruno, casi doméstico y sin emoción ante el que acabó metido entre los pitones que es lo que se le pide.

Y con el único que tuvo movilidad atacante y alguna emoción no se entendió por lo natural, empatando tan solo con el toro antes de reducirle las distancias achicando terrenos. Ahí es donde quiere verlo su clientela aunque él promedie 50/50 los pases por alto y lo chachi, por abajo y atrás.

Entonces ¿Le ponemos pegas? Lleva al público y sale por la puerta grande. Qué más quieren.  

La ficha del festejo

SEGUNDA DE FERIA

Tres toros de Daniel Ruiz (1º, 2º y 3º y tres de Álvaro Núñez. Alejandro Talavante, silencio en ambos; Juan Ortega, que se presentaba en Zaragoza como matador de toros), oreja en ambos; Roca Rey, silencio tras aviso y dos orejas. Presidió Jorge Moreno (mal por la mañana en corrales por dejar pasar una corrida tan menguada de carnes, complaciente con la peña desde lo alto de la tómbola). Lleno aparente.