El Periódico de Aragón

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Aragón, Papas y mancusos

El pasado miércoles el papa Francisco recibió al presidente aragonés, Javier Lambán, en un encuentro que recuerda la estrecha relación histórica entre Aragón y el papado

El presidente Lambán entrega al papa Francisco dos mancusos de oro. VATICANO

Esta semana se ha producido la primera recepción de un pontífice a un presidente autonómico aragonés, la que hizo el papa Francisco en Roma a Javier Lambán, acompañado por Carlos Escribano, arzobispo de Zaragoza. Pero lo cierto es que más allá del acto protocolario, la relación de Aragón como entidad política con la Santa Sede viene de largo, siendo especialmente estrecha entre los siglos XI y XVI. Una relación que ha sido en ocasiones excelente mientras que en otras se hicieron directamente la guerra, siendo incluso excomulgados algunos reyes de Aragón. Pero empecemos, como se suele decir, por el principio.

En el año 1035 murió el rey Sancho III el Mayor de Pamplona y dividió sus extensos dominios entre sus hijos. El antiguo condado de Aragón le tocó a su hijo mayor (aunque ilegítimo al haber nacido fuera del matrimonio), a quien conocemos como Ramiro I y al que se considera como el primer monarca del reino aragonés a pesar de que él nunca utilizó este título, aunque sí el de «hijo del rey Sancho» mientras que sus coetáneos sí que le consideraban como tal.

Pero la ilegitimidad era una mácula difícil de limpiar, así que para conseguirlo su hijo y sucesor, Sancho Ramírez, viajó hasta la misma Roma en el año 1068 y se proclamó a sí mismo y al propio reino de Aragón como vasallos del papa. Alejandro II coronó a Sancho Ramírez como rey, legitimando así a la nueva monarquía y a sus descendientes. Eso sí, previo pago de 500 mancusos de oro, una moneda propia de algunos territorios peninsulares de ese siglo XI y que surgió a imitación del dinar de oro del ya por entonces extinto Califato de Córdoba.

Retrato imaginario de Sancho Ramírez, por Manuel Aguirre y Monsalve.

Retrato imaginario de Sancho Ramírez, por Manuel Aguirre y Monsalve.

Pero esos mancusos parece que no fueron de curso legal y de uso cotidiano al menos en Aragón, pues los pocos que se han encontrado (en Siria y Turquía), fueron de esas 500 monedas hechas de oro y plata de 18 quilates para hacer el primer pago al papado. Un pago que, por cierto, no se volvió a repetir, a pesar de que era anual, hasta muchos años más tarde. De ese viaje a Roma también nació una fuerte alianza entre el naciente reino de Aragón y la Santa Sede y que hizo que el rito romano que estaba impulsando por entonces la Iglesia fuera adoptado por Aragón y que este fuera su puerta de entrada a la península, sustituyendo poco a poco desde el monasterio de San Juan de le Peña al rito mozárabe o toledano de tiempos de los visigodos.

Mucho más tarde, ya en el año 1204, otro rey de Aragón volvió a viajar hasta Roma. Fue Pedro II el Católico, quien también fue coronado como rey allí y recibió al año siguiente la famosa bula por la que los monarcas aragoneses debían ser coronados siempre primero en la Seo de Zaragoza y no en ningún otro lugar cuando subieran al trono. Eso sí, a los pocos años el mismo rey Pedro acabó siendo excomulgado por su apoyo a sus vasallos cátaros de Occitania, algo que le costó la vida y no pocos quebraderos de cabeza a la Corona de Aragón en la Batalla de Muret del año 1213.

El cráneo del Papa Luna en su nueva ubicación de la capilla de Santa Ana, en la iglesia de San Pedro de Sabiñán. F. V.

Más tarde, las andanzas del rey Pedro III el Grande que intervino en la península itálica para conquistar el reino de Nápoles desde 1282 también le conllevaron el ser excomulgado (al igual que su sucesor Alfonso III) y el estar en guerra con la misma Iglesia y con Francia. De hecho, la fuerte intervención de la Casa de Aragón en tierras italianas casi siempre fue motivo de disputas, como las que se produjeron ya en el siglo XV cuando Alfonso V el Magnánimo se empeñó de hacerse, una vez más, con el reino napolitano. Eso le conllevó no pocos enfrentamientos con Roma y, en uno de ellos, el humanista Lorenzo Valla, quien estaba al servicio del rey Alfonso, descubrió que el documento de la famosa Donación de Constantino por la cual los papas y la Iglesia decían que Roma y lo que eran los Estados Pontificios eran de su propiedad por orden de ese emperador romano, era una falsificación. Algo que el rey aragonés aprovechó, por supuesto.

Y todo esto sin mencionar la historia de Pedro Martínez de Luna, más conocido como el Papa Luna, o de los dos pontífices que dio a la Iglesia la famosa familia de los Borgia, cuyos orígenes es posible que estuvieran en la zaragozana localidad de Borja. Como vemos, las relaciones entre Roma y Aragón siempre han sido muy intensas. Solo queda saber si el papa Francisco le recordó al presidente aragonés que Aragón todavía debe una buena cantidad de mancusos impagados durante siglos como las dos reproducciones que le brindó como obsequio de su visita.

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