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San Vicente de Huesca

Como cada 22 de enero, Huesca conmemora a uno de los patronos de la ciudad: San Vicente Mártir

San Vicente de Huesca.

San Vicente de Huesca. / SERGIO Martínez Gil HISTORIADOR Y CO-DIRECTOR DE HISTORIA DE ARAGÓN

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

Hay tres santos que tienen una enorme influencia sobre la ciudad de Huesca, como por ejemplo San Jorge, patrón de Aragón de forma oficial desde el año 1461 y que está muy vinculado con la capital oscense, con esa tradición que nos habla de su participación directa en la Batalla de Alcoraz del año 1096 que supuso la conquista cristiana de la ciudad. Y por supuesto también con sus dos patronos, San Lorenzo, en cuyo honor se celebran en agosto las fiestas principales de cada año, y San Vicente Mártir.

En este último caso, la tradición nos cuenta que Vicente, también oscense al igual que San Lorenzo, fue martirizado por las autoridades romanas un 22 de enero del año 304, siendo víctima de una gran persecución contra aquellos que profesaban la fe cristiana. ¿Pero quién era San Vicente? Poco sabemos de esta figura histórica y todo lo que nos ha llegado es desde una perspectiva completamente cristiana, enfocada precisamente en esas persecuciones que no fueron tan constantes como se nos ha llegado a transmitir.

La historia nos dice que el emperador romano Diocleciano organizó la penúltima gran persecución cristiana, que a la vez fue la más importante de todas las que se realizaron antes de que el cristianismo acabara por ser aceptado por el Estado romano y que incluso luego fuera la religión oficial. Esta persecución se inició en marzo del año 303 d.C. y, según la tradición cristiana, las provincias hispanas y lo que actualmente sería Aragón parece que fueron bastante afectadas. El emperador envió a tierras hispanas a Publio Daciano para que se encargara de hacer cumplir esas persecuciones y a él se le atribuye el martirio de numerosos cristianos hispanos.

El obispo zaragozano Valero fue juzgado junto a San Vicente, pero salió mejor parado.

El obispo zaragozano Valero fue juzgado junto a San Vicente, pero salió mejor parado. / ANGEL DE CASTRO

Una de ellas fue Santa Engracia, una joven cristiana de una familia acomodada de la Lusitania y que se encontraba de viaje con su séquito hacia la Galia ya que su padre había concertado su matrimonio con un potentado de la región. Pero cuando Engracia llegó de paso a Caesaraugusta, la Zaragoza romana, se encontró con las persecuciones contra los cristianos lideradas por Publio Daciano, y ante las protestas de la joven, ella y todo su séquito terminaron también asesinados, convirtiéndose en mártires de la causa cristiana y alcanzando durante siglos un gran fervor entre los zaragozanos en la Edad Media.

De Daciano se ha llegado a dudar de su existencia, aunque es cierto que tenemos pruebas epigráficas de que un Publio Daciano había estado gobernando unos pocos años antes la Lusitania, mientras que el escritor Prudencio lo sitúa en aquella Zaragoza del año 303. Ese mismo año, Daciano mandó también prender a Valero de Zaragoza, obispo de Caesaraugusta en aquellos momentos y que hoy en día es el patrón de la capital aragonesa. Pero parece que San Valero tenía ciertos problemas del habla y que sufría tartamudez, así que Vicente de Huesca, diácono del obispo zaragozano y que en cambio era famoso por su gran elocuencia, fue también detenido y juntos fueron enviados a la ciudad de Valentia, la actual Valencia. Allí, ambos fueron sometidos a juicio acusados de profesar el cristianismo, pero dadas las circunstancias fue solo Vicente quien asumió la defensa de ambos, centrándose en él las iras y siendo condenado finalmente a muerte mientras que Valero habría sido solo exiliado a las montañas del Pirineo.

Lisboa también tiene a San Vicente como patrón, y sus restos en la catedral.

Lisboa también tiene a San Vicente como patrón, y sus restos en la catedral. / MANUEL DE ALMEIDA

Según la tradición, Vicente convirtió al cristianismo a su verdugo, aunque eso no le libró de ser terriblemente torturado hasta la muerte. Daciano intentó que su cuerpo desapareciera para que su tumba no se convirtiera en lugar de culto de los cristianos, de modo que ordenó meter el cadáver en un pellejo, atarlo a una rueda de molino y arrojarlo al mar. Sin embargo, la corriente devolvió el cuerpo a la orilla y la comunidad cristiana de la zona lo recuperó y lo escondió, hasta que una vez que el emperador Constantino dictaminó el fin de las persecuciones por el Edicto de Milán del año 313, le dieron una digna sepultura en Valencia.

Sin embargo, siglos más tarde llegaron los musulmanes a la península y los restos fueron trasladados según esta historia al Algarve, el sur del actual Portugal, lo que hace que el cabo de San Vicente deba su nombre a este santo oscense. A mediados del siglo XII, cuando Lisboa fue conquistada a los musulmanes, el rey Alfonso I de Portugal ordenó que los restos de San Vicente fueran llevados a la catedral lisboeta, siendo también este santo el patrón de la capital portuguesa, lo que le convierte en uno de los santos aragoneses sin duda más internacionales. Ya en la actualidad, por fin este 2023 todos los oscenses pueden celebrar de nuevo con completa normalidad una de sus festividades más queridas.

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