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Aragón tras la rebelión de 1591

Tras la ejecución del Justicia de Aragón Juan de Lanuza, Felipe II cambió los fueros aragoneses en las Cortes de Tarazona

Ejecución de Lanuza, en el cuadro del pintor caspolino Eduardo López del Plano

Ejecución de Lanuza, en el cuadro del pintor caspolino Eduardo López del Plano

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

¿Qué ocurrió en el reino de Aragón tras el fracaso de la rebelión contra la monarquía de Felipe de Habsburgo y le ejecución del Justicia Mayor Juan de Lanuza? Nos situamos en 1592, con Zaragoza y otras localidades de Aragón ocupadas por el ejército real de Felipe II (Felipe I del reino de Aragón) tras el levantamiento fracasado del año anterior por el caso Antonio Pérez. Tras años de continuas afrentas hacia las costumbres de la gobernanza en el reino aragonés por parte de la corona y el crecimiento de la tensión entre ambas instituciones que acabaron con el estallido de la Rebelión de 1591, por fin el rey Felipe se decidió a convocar Cortes. Eligió como sede de estas la ciudad de Tarazona, sobre todo por su cercanía a la frontera con Castilla, pues todavía no las tenía todas consigo de que la situación en el reino se hubiera apaciguado totalmente.

Pidió que fuera eximido de estar presente en la inauguración de las sesiones a causa de su mal estado de salud y a otras responsabilidades a las que debía de atender (guerra en Flandes y con Inglaterra, intervención en una Francia en plena guerra civil por temas religiosos, etc.). Tras varias negociaciones con los brazos que formaban las Cortes (nobiliar, eclesiástico y tercer estado), se aceptó la petición del monarca, aunque haciéndole jurar que estaría presente en la ciudad para las sesiones de clausura. Así pues, el 15 de junio de 1592 fueron inauguradas las Cortes de Tarazona en lo que hoy es su magnífico ayuntamiento, en cuya fachada está representada la ceremonia de coronación del emperador Carlos V en Bolonia. Las Cortes, en ausencia del rey, fueron presididas por el arzobispo de Zaragoza, Andrés de Cabrera y Bobadilla.

En dichas Cortes se trataron diferentes asuntos con los que el rey quería tratar de lograr un mayor control sobre el reino aragonés, cuya legislación no permitía que sus deseos fueran ley, sino que tenía que lograr un consenso con los diferentes brazos o estamentos del reino. Por supuesto trató de hacer los cambios oportunos a través de las mismas Cortes para realizarlos con todas las de la ley, aunque con un ejército ocupando el territorio y tras haber realizado una importante represión sobre los cabecillas de la rebelión de unos meses atrás.

Felipe II temía que el Justicia pudiera convertirse en un símbolo de resistencia al poder real.

Felipe II temía que el Justicia pudiera convertirse en un símbolo de resistencia al poder real. / NURIA SOLER

También es cierto que muchas veces se ha dicho que lo ocurrido en Tarazona fue el aldabonazo casi final al sistema foral aragonés y al reino como tal, solo superado en sus efectos por los Decretos de Nueva Planta impuestos por Felipe V en 1707. Es verdad que los fueros sufrieron cambios, pero quizás no fueron tan sustanciales como se nos ha hecho pensar, aunque desde luego tuvieron mucha importancia. Los cambios más radicales los sufrió la institución del Justicia de Aragón, de la cual se tenía miedo de que se pudiera convertir en un símbolo de resistencia al poder real debido a que Juan de Lanuza fue uno de los que encabezaron la rebelión. El cargo siguió siendo de nombramiento real, como había sido hasta entonces, pero Felipe II quiso dejar claro que a partir de entonces la corona tendría la prerrogativa de destituir al Justicia si incurría en faltas graves, lo que le confería un mayor poder sobre la institución.

Otras de las imposiciones del rey fue el establecer el derecho a nombrar como virrey de Aragón a un no aragonés, lo que había provocado a lo largo de todo el siglo XVI un grave conflicto con la corona, el llamado «pleito del virrey extranjero». Se consideraba contrafuero (que iba en contra de los Fueros) el nombrar a extranjeros para cargos oficiales del reino, pues las leyes de Aragón decían que los oficiales debían ser naturales de este y no de otros Estados.

'Retrato de Felipe II', de Sofonisba Anguissola.

'Retrato de Felipe II', de Sofonisba Anguissola.

También se acordó que, salvo algunas excepciones, el monarca ya no necesitaría obtener el beneplácito por unanimidad de las Cortes para aprobar sus proposiciones, sino que se necesitaría solo mayoría simple de cada uno de los brazos, lo que facilitaría mucho a la corona la toma de decisiones. Las Cortes a cambio pidieron la retirada del ejército real de Aragón, aunque no sin antes entregar a la corona un servicio de 700.000 libras jaquesas, la moneda del reino de Aragón, y que suponía una auténtica fortuna.

Tras tomar estas y otras disposiciones, Felipe II llegó a Tarazona el 30 de noviembre para presidir la clausura, que se efectuó el 2 de diciembre de 1592. Las reformas acaecidas no supusieron la aniquilación institucional de Aragón como reino, como a veces se ha querido hacer ver, pero desde luego provocaron un mayor control de la monarquía sobre algunas de sus instituciones clave. Sin embargo, tal y como afirma Jesús Morales Arrizabalaga en su obra Fueros y libertades del Reino de Aragón, durante la centuria siguiente los aragoneses siguieron hablando de la limitación del poder real en base a pactos y contratos alcanzados con la corona, como se venía haciendo desde siglos atrás.

Aunque también es cierto que durante todo el siglo XVII las Cortes solo fueron convocadas cuatro veces, lo que indica la aceleración de la pérdida de peso de Aragón dentro de la Monarquía Hispánica, tendencia ya iniciada a comienzos del XVI.

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